viernes, 15 de febrero de 2013

Cuando a los números se les pone cara y voz.





Qué gran esfuerzo de prudencia, contención y sensatez he tenido que hacer hoy.
Mientras esperaba mi turno para comprar pescado, he escuchado una conversación que me ha trastornado e indignado. Si las miradas mataran les aseguro que una de las señoras hubiera caído fulminada. No voy a perder el tiempo, no se lo merece, reproduciendo la conversación.  Pero al llegar a casa, mientras hacía gimnasia, mi mente no dejaba de pensar. No puedo reprimir la necesidad de compartir mis pensamientos. Lo que siento.
A esa señora, a Rajoy y Rubalcaba, o Rubalcaba y Rajoy, lo mismo me da, a los banqueros, a los especuladores, a todos los responsables en definitiva de provocar lo que estamos viviendo, me los llevaría yo el próximo lunes a mi trabajo. A un Centro de Servicios Sociales, o también a Cáritas o Cruz Roja. Les cedería gustosa mi asiento y me limitaría a observar. Y luego les haría rotar por los despachos de mis compañeras, Trabajadoras y Educadoras Sociales, Abogada, Psicóloga… Sí de verdad son humanos, si les queda algo de corazón y no han perdido todavía su alma, creo que iban a pasar uno de los peores días de su vida.
La experiencia les vendría muy bien. Porque todavía andan en las nubes. No ponen los pies en la tierra. Siguen culpándose, criticándose y jugando a quítate tú que me pongo yo. Pero no actúan para levantar su país, nuestro país.
Qué fácil resulta hablar de paro, de crisis, de desahucios desde un despacho, ante unos micrófonos, junto a otros líderes de su misma condición. Pero cómo cambian las cosas cuando a esos números, a esos casos, a esas situaciones se les pone cara y voz.
Les aseguro que emociona y duele, cuando ves entrar a gente que en su vida hubiera imaginado tener que afrontar semejante situación. Que tienen que hacer un gran esfuerzo, para vencer su vergüenza y pudor. Por gusto no van.
Familias como la suya o la mía. Que a base de echar horas extras, de pasar media vida en la fábrica, en el taller o el comercio, habían conseguido un pequeño patrimonio, un nivel medio de vida y que ahora lo están perdiendo todo.
La gente es buena y educada, demasiado diría yo. Aunque algunos días alguien pierda los nervios y explote, y se desahogue, y arremeta verbalmente contra nosotras, y luego nos pida perdón, porque de sobra sabe que en nuestras manos no está la solución.
Que nadie me diga a la cara que los empleados públicos no cumplen con su trabajo. Muchos de ellos como mis compañeras sí lo hacen. Están trabajando “a destajo” echando horas que no cobrarán. Llevándose incluso trabajo a casa. Porque no pueden dormir sabiendo, que si el informe que deben elaborar se queda sobre la mesa un día más, se producirá un corte de luz o se alargará el tiempo para que una familia pueda cobrar una mínima ayuda.
Esto no puede seguir así. Demasiadas familias han llegado a una situación precaria, límite. No hagamos cómo con las escenas crudas y violentas, que a base de ver tantas en televisión acabas acostumbrándote y ya no te afecta, confundes realidad con ficción.
Lo que estamos viviendo en España no es ficción.