sábado, 22 de febrero de 2014

“Dime cómo criticas… y te diré quién eres”


Tengo amigas que escriben igual o mucho mejor que yo, pero nunca tendréis la oportunidad de leer algo suyo. Escriben por y para sí mismas. Las quiero mucho y lo saben. Pero a veces les rabio un poco, y no las entiendo. Considero que son egoístas por no permitir a los demás disfrutar de su don. O poco atrevidas por miedo a las críticas o comentarios que podrían recibir.
También viví aquella etapa, en que solo compartía en petit comité. Cuando me brindaron la oportunidad de trabajar en prensa, no dude en desplegar las alas y volar. Y cuando vuelas deseas cada vez abarcar y aventurarte más. Experimentas, dudas, te arriesgas, temes, aciertas, te equivocas y disfrutas. Pero lo más enriquecedor es que aprendes a afrontar la crítica. Poco a poco vas ganando en confianza y seguridad, para recibir la opinión de los demás. Desarrollas destrezas para no ponerte de inmediato a la defensiva, y aprendes a responder, sí procede y conviene, siempre con asertividad. Lo que jamás hay que permitir es que nos falten al respeto. Porque como en su momento me recordó un buen amigo “Nadie es más que yo; ni menos que yo”.
Hace unos días ese amigo y otra amiga, me impartieron una clase magistral sobre como criticar. No compartían algunos de los comentarios que expuse en uno de mis últimos post. Agradecida les estoy. He leído varias veces sus palabras, sus recomendaciones y las quiero compartir.

“Te hago un cordial llamamiento, si me lo permites, a pintar con pinceles muy finos, aunque resulte más laborioso, en todas las materias. Harás un enorme favor a la mayor parte de la gente acostumbrada a ver pinturas de brocha gruesa. Las generalizaciones casi nunca son justas. Yo también generalizo demasiadas veces. Me dejo contagiar por el común; y eso -te lo diré académicamente- me perturba profundamente al ver que reparto porquería a brochazos, injustamente. Ten siempre presente el consejo de Voltaire “calumnia, calumnia que algo queda”.

“Esta es mi opinión, sé que la respetas como yo la tuya, lo importante es poder decirnos lo que pensamos, así, sin emitir juicios de valor como dos mujeres adultas”.

Nuestra sociedad sobrevalora el éxito y menosprecia el fracaso. Pero para ser equilibrados, humanos y mejorar, creo que necesitamos vivir ambas situaciones. Unas veces perder y otras ganar. Así el ego se mantiene a raya. Y los pies, por muy bien que nos pueda ir, siempre sobre la tierra. No debería costarnos tanto encajar lo que a otros no les gusta de nosotros. Ni sentirnos tan agobiados por querer ser aceptados por los demás. A veces a costa de renunciar o prescindir de pensamientos, percepciones e ideas propias. Gran error. No compensa convertirse en lo que no eres por agradar al otro. 
Hay que reconocer que cuando nos critican con ira, rabia, en tono despectivo, faltándote al respeto, de forma destructiva e hiriente eso duele, y mucho. A todos nos gusta recibir afecto y amor incluso cuando somos criticados. Además ese tipo de crítica tan agresiva y descontrolada sirve para poco. Sin embargo cuando recibes juicios de otros con sensatez y argumentos, esos sí te sirven para reflexionar y mejorar. Por tanto yo siempre intentaré mantener la apertura a la revisión permanente.
Como he leído en más de una ocasión: “Dime cómo criticas y te diré quién eres…Dime cómo recibes juicios ajenos y te diré cómo quieres ser”.

domingo, 16 de febrero de 2014

Mensajes contradictorios en la Iglesia



Me sorprende cada vez más, que algunos representantes de la Iglesia formados en teología, filosofía, oratoria, exégesis, psicología, sociología, antropología e historia puedan verter, tan alegremente, ciertas declaraciones. Como el obispo auxiliar de Madrid y ex secretario general de la Conferencia Episcopal Española, Juan Antonio Martínez Camino, que señaló hace unos días que a su juicio “una mujer que ha sido violada tampoco debe poder abortar”. Según él las víctimas de violaciones deben ser ayudadas para que superen el trauma. ¡Excelente ayuda obligarlas a gestar el fruto de una monstruosidad!
Advirtió Martínez Camino que todo aquel que participe en un aborto será excomulgado. Pero al violador, al parecer, se le exime del castigo eclesiástico. Resulta que el Código Canónico incluye el aborto entre otros delitos puramente religiosos, como la apostasía, la herejía o el cisma. Se contempla también la violencia física contra el Papa, pero la violencia física contra la mujer no. Tampoco los abusos contra menores, que pueden llevar a la expulsión del clero pero no a la excomunión automática. ¡Desde luego hay que ver lo mucho que quiere y apoya la Iglesia a la mujer!

Dicen que para hablar sobre un tema conviene conocerlo. Pues bien no reniego de la Iglesia, ni trato de calumniarla pero cada vez les entiendo menos. No comparto lo que dicen, ni como lo dicen. Respeto y mucho a los creyentes, pero dudo y me molestan las declaraciones de algunos de sus jerarcas. Me educaron en colegios de monjas. Pertenecí durante unos años al Camino Neocatecumenal o Kikos. Después elegí casarme por la Iglesia, y que mis hijos fueran bautizados e hicieran la Primera Comunión. Como disfruté de mi hija en su período de catequesis. De su curiosidad, su lógica, razonamientos y dudas. Lo que yo tardé años en cuestionarme y argumentar ella lo consiguió en meses. Chica inteligente.
Actualmente me siento alejada de su doctrina. Demasiada hipocresía, incoherencia y manipulación, por parte de algunos de sus representantes. Funcionan por y para sus intereses. Continúan estando más cerca del poderoso que del humilde. Algunos, y es una pena porque dañan la imagen y las buenas acciones de otros muchos, son lobos disfrazados con pieles de cordero. Si son los representantes de Jesucristo en la tierra, deberían ser ejemplares, excelentes. Me parece que el cielo y el infierno están aquí en la tierra. Libre es cada uno de soñar lo que quiera si ello le consuela, esperanza o anima.
Creo que el mayor problema que presenta la Iglesia, al igual que la mayoría de los gobiernos, es su incapacidad de respuesta y de promoción del bien común. De afrontar con eficacia y decisión los problemas. La Iglesia, y nunca me refiero a los creyentes, sino a algunos de los jerarcas o mandatarios de la institución, como la política, a veces maquilla y trata de ocultar sus acciones u omisiones. Se equivocan manteniendo estructuras, enfoques, reglamentos y burocracias que ya no funcionan. No dialogan lo suficiente. Los representantes de la Iglesia deberían ser más creativos e innovadores con sus mensajes, esquemas y acciones. Como en política deben de cambiar. Tienen que limpiar el cesto de aquellas manzanas que restan en vez de sumar. Ni unos ni otros, por los errores de algunos de sus representantes, están a la altura de lo que los creyentes o ciudadanos se merecen. Y no parecen dispuestos a transformarse, a cambiar. Si no lo hacen fracasarán continuamente por su falta de transparencia, reputación y liderazgo.
  
Cada vez estoy más convencida que la elección del Papa Francisco ha sido toda una estrategia de comunicación, marketing y liderazgo reputacional. La Iglesia sabe que uno de los hechos más difíciles de resolver, es la pérdida de credibilidad y desencanto de los fieles hacia sus representantes religiosos. Resultaba urgente gestionar la confianza, la imagen y la creación de un valor añadido y acertaron de lleno en su elección.
Me gusta el nuevo Papa. Humano, persuasivo, humilde, emotivo, tierno, con sentido del humor. Pero no algunos de sus jerarcas, como Martínez Camino.
La Iglesia, como la política, domina o debería dominar la mayor herramienta de la que dispone, la comunicación. Ambos se podrían comparar a una partida de ajedrez. Todas las piezas son visibles y todas tienen importancia. Por ello  tendrían que incrementar la habilidad de observación, y utilizar la mejor fórmula que existe para conocer bien a la gente, escuchar. Saber escuchar es tomar en serio a los demás. Ponerse en la piel del otro. Ceder un poquito. Contestar cuando sea necesario e incluso por qué no cambiar de opinión.
Se equivocan no evaluando lo arriesgado que resulta precipitarse, confundir, ocultar la verdad, manipular la información, perder legitimidad, credibilidad y confianza. Le deseo mucho bien al Papa Francisco, y lo digo de corazón, pero tiene que seguir haciendo limpieza dentro de su casa. Y no sé hasta dónde le van a dejar llegar. Reitero que no critico a los creyentes. Ellos no tienen la culpa de los fallos de algunos de sus mandatarios, e imagino que serán los primeros en lamentarlo y sufrir por ello. 






miércoles, 5 de febrero de 2014

Homosexualidad y prejuicios.



Hace 24 años el Organismo Mundial de Salud (OMS) descatalogó la homosexualidad como enfermedad. Y en la Constitución Española la opción sexual es un derecho reconocido. La homosexualidad siempre ha estado ahí, es tan antigua como la misma Humanidad. Entonces por qué a estas alturas algunos siguen sin  aceptarla. Atacando, despreciando y discriminando a seres humanos como cualquier otro. Por qué les cuesta tanto reconocer que los homosexuales son personas absolutamente normales. Pero quién, en su sano juicio, se puede atrever a juzgar una relación de pareja, sean del sexo que sean, cuando lo único que cuentan son los sentimientos y el respeto que exista entre ambos. Otra cuestión sería si se está produciendo cualquier tipo de maltrato o abuso, por parte de alguno de ellos.
Aburridita estoy de tanta hipocresía y obstinada ignorancia de la gente, dentro y fuera de la Iglesia Católica, que vive obsesionada por imponer sus creencias y su moral, aun por encima de las leyes de la democracia, y del respeto que le deben a quienes no piensan igual que ellos.
Voy a tratar de pensar que las salidas de tono, de algunos representantes de la Iglesia, y también del mundo de la política, respecto a la homosexualidad, no representan al sector mayoritario que los sigue.
Afirmaba recientemente el papa Francisco que no juzga a los homosexuales. “Si una persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad, quién soy yo para juzgarla”.
Pues lamentándolo mucho le voy a tener que chivar al jefe, que su nuevo cardenal Fernando Sebastián, ha manifestado públicamente que la homosexualidad “es una deficiente sexualidad que se puede normalizar con tratamiento”. Le voy a sugerir al Papa que lo meta en vereda, a él y a todos aquellos propensos a este tipo de declaraciones. Se equivocan y mucho. Más le valdría estar calladitos en beneficio de la institución, porque todos sabemos que han escondido abusos a menores y casos de pederastia. Y eso sí que es grave, criticable y con derecho a castigo. Propongo que cuando metan la patita les envíen a unos ejercicios espirituales. O quizás les convendría más ser destinados a una modesta parroquia, donde la mayoría de los feligreses padezcan graves apuros económicos. Vamos que pongan los pies en la tierra, de vez en cuando.
Decía anteriormente que estos prejuicios morales, tan cansinos ya, proceden también del mundo de la política. Que alguien me explique, cómo no indignarse cuando el alcalde de Sochi la ciudad rusa dónde mañana comienzan los Juegos Olímpicos de Invierno, declara alegremente que “en nuestra ciudad no tenemos gays. Pero los visitantes gays serán bienvenidos si respetan las leyes de Rusia, y no imponen su hábito a los demás”. Pero de qué hábito habla este hombre. Acaso la homosexualidad es una tendencia, una moda, una corriente, una elección como ser vegetariano, gótico o pijo.
Pero vamos a ver, hablando claro, qué asusta o molesta tanto a estas personas tan intransigentes y estrechitas de mente, que se creen por encima del bien y del mal.
Quizás les preocupa la perpetuación de la especie. Pueden dormir tranquilos que asegurada esta. Sí para la Iglesia Católica el único fin de la sexualidad es la procreación, y por ello no acepta la homosexualidad, porque de esa unión no nace un nuevo ser, demuestran ser poco inteligentes y coherentes. Qué sucede entonces con las parejas heterosexuales estériles. Vivimos pues en pecado permanente todos los matrimonios de hombre y mujer, porque solo procreamos una, dos o tres veces a lo largo de toda una vida. Piensan quizás que los homosexuales son más promiscuos, o recurren al sexo comprado en más ocasiones que los heterosexuales, y ello les causa gran pesar y desolación. Pues vuelven a equivocarse y mucho. Interior señala que la prostitución mueve 5 millones de euros diarios en España. Sí el porcentaje de homosexuales no suele sobrepasar en torno a un 10% de la población, las cuentas no me salen.  
Resumiendo que cada uno conviva con quien le apetezca. Aquí lo importante es que hombres y mujeres sean ante todo personas, buenas personas. Se les puede exigir que sean humanos y buenos profesionales. Con quien se metan o dejen de hacerlo en la cama resulta totalmente indiferente.
Que se apliquen algunos señores de la Iglesia el Evangelio según San Lucas, capítulo 6, versículos del 37 al 38. “No juzguen a otros, y Dios no los juzgará a ustedes. No condenen a otros, y Dios no los condenará a ustedes. Perdonen, y Dios los perdonará. Den a otros, y Dios les dará a ustedes. Les dará en su bolsa una medida buena, apretada, sacudida y repleta. Con la misma medida con que ustedes den a otros, Dios les devolverá a ustedes.”