miércoles, 17 de junio de 2015

Por qué obligarles a crecer antes de tiempo.

Carol Bellver Fotografia
 
No puedo evitar sentir un sabor agridulce cuando por la calle me cruzo con niñas y preadolescentes que parecen mujercitas en miniatura. Como algunas de las muñecas con las que juegan, cada vez más estilizadas, exuberantes y sexualizadas. En un primer momento las chiquillas llegan a resultar muy graciosas, pero cuando las observas con atención descubres que la ropa que lucen, en ocasiones, resulta demasiado sensual, sugerente, muy sexy e inapropiada para su edad.

Si esto me sorprende también me genera cierto desconcierto las campañas de algunas firmas de moda, que esta primavera-verano proponen a las mujeres volver a sentirse niñas y adolescentes. Petos vaqueros, pichis, uniformes, camisetas con ositos y demás se están colando en los armarios de mujeres que al igual que la sociedad, digamos lo que digamos, idolatran la juventud. “Ser joven es en sí mismo una tendencia, más valorada que ser rico” defiende la socióloga Mercedes Salgado.

Señala otra socióloga, Lisa Wade, que “la sexualización de las niñas y la infantilización de las mujeres adultas son dos caras de la misma moneda. Ambas nos dicen que debemos encontrar sexy la juventud, la inexperiencia y la inocencia en la mujer, pero no en los hombres”.

Evidentemente cada uno es muy libre de vestir como le plazca. Quién soy yo para ir juzgando o criticando a nadie. No es esa mi intención. Pero si nos queda algo de sentido común hay que reconocer que por un lado proclamamos que la sociedad, en su conjunto, tiene que inculcar y luchar por la igualdad de género. Y por otro vestimos de mujercitas a nuestras niñas. Así mucho me temo que contribuimos a que se continúe considerando a la mujer como un objeto sexual. Sin darnos ni cuenta estamos provocando que la transición de la infancia a la adolescencia sea cada vez más acelerada. Y no creo que esto compense, en absoluto.

Quizás algunas madres estén ansiosas porque sus hijos crezcan rápido y sean independientes, para recuperar así parte de su tiempo y libertad. Pero si le recortamos la infancia a los niños les estamos obligando a asumir roles que todavía no les corresponden, y para los que aun no han madurado lo suficiente.
En la vida sólo se es niño una vez. Por qué acelerar este proceso y no permitir a las criaturas que disfruten de su infancia. Si total para ser adultos ya tienen el resto de su vida.

Afirma Rosario Ortega, catedrática de Psicología de la Universidad de Córdoba que “en España no hemos dado importancia al hecho de convertir a los niños en un objeto erótico o un reclamo comercial. No somos conscientes de este problema, pero existe y es urgente tomar conciencia de ello”.
  
Plantea Mónica Serrano, psicóloga infantil, “que fomentando la hipersexualización de las niñas estas aprenderán  a valorarse a sí mismas en función de su atractivo físico, y del deseo sexual que despierten en el sexo opuesto. Desarrollarán su identidad personal y su autoestima sobre unos valores superficiales. Difíciles de alcanzar y perecederos, pues el paso del tiempo hace que la mujer pierda las características propias de este canón de belleza. Vivir por y para la imagen condena a las mujeres a una constante frustración, por no poder alcanzar los objetivos que la sociedad le impone, lo cual conlleva a que las mujeres inviertan menos energía en el desarrollo de otras facetas de su ser, para poder dedicar todo su esfuerzo a cultivar su imagen corporal. De esta manera quedan mermadas o poco desarrolladas otras capacidades importantes, más relacionadas con lo mental y espiritual que con lo físico. Así se desarrollan mujeres frágiles, extremadamente vulnerables. Inmersas en una batalla constante consigo mismas, de la cual es imposible que salgan victoriosas”.

Si realmente tenemos interés y nos preocupa asegurar el bienestar y la infancia de los niños, porque así generaremos adultos sanos y equilibrados física y psicológicamente, habría que estudiar con detenimiento y profundidad lo que les estamos transmitiendo a los menores, especialmente al sexo femenino, a través de la publicidad, los juguetes, los vídeos, el cine y la televisión.