sábado, 25 de noviembre de 2017

Ellos sí que merecen una explicación


Lo que me hubiera gustado no tener que escribir estas líneas pero quiero y necesito hacerlo. Dentro de poco ya no me verán por Servicios Sociales porque dejaré de trabajar allí. No he aprobado el segundo de tres exámenes de mis oposiciones y por tanto me quedo sin trabajo. Así funciona la Administración Pública. Por mucho que te hayas implicado en tu trabajo y tengas más o menos cualidades y habilidades, eso no cuenta, no puntúa, si no apruebas vas fuera. Es duro y probablemente injusto pero así está establecido. Así que los que piensan que en la Administración Pública nos regalan el puesto ya ven que no. Me siento triste y cansada porque me he esforzado muchísimo y no he conseguido lo que quería.

Durante estos años mi trabajo me ha enseñado a conocer mucho mejor a las personas y también a valorar lo que tengo. Y por ‘tengo’ no me refiero a lo material. La salud, la pareja, los hijos, la familia, los amigos, esos son los pilares que nos sustentan y nutren. Si fallan el edificio se hunde.  Y claro que lo material cuenta e importa, por supuesto. Porque todos necesitamos unos mínimos ingresos para vivir dignamente.

Si algo tengo claro es que siempre procuré tratar a todo el mundo, al teléfono y presencialmente, como me hubiera gustado que me atendieran a mí. Pero por supuesto no soy perfecta, y quizás alguna persona en algún momento no salió tan satisfecha y bien atendida como merecía. Por ello aprovecho para pedirle disculpas.

En estos años he vivido momentos de todo tipo. Algunos tensos y desagradables. Pero siempre intenté pensar que el ataque verbal, la crítica, la amenaza, o la falta de educación no iba hacia a mi persona o a la de mis compañeras, iba hacia el mundo en general. Porque cuando se vive recibiendo un palo tras otro, cuando no consigues lo que quieres o crees que te mereces la situación te desborda, te supera y es muy  difícil contenerse y no reventar descargando tu rabia, tu indignación y  desesperación con el que te encuentras enfrente. Aunque tampoco se saca nada con esa actitud. Ante situaciones límite a veces las personas se transforman en lo que realmente no son. El ejemplo es que algunas de ellas vinieron después a pedirme disculpas, y me agradecieron que hubiera sabido comprenderles. Esos gestos te tocan mucho el corazón.

Pero yo me quiero quedar con lo bueno, con lo positivo, con lo que aporta y suma. Con el afecto que me han mostrado muchas personas que compartieron conmigo un trocito de su vida. Situaciones tan difíciles e injustas que te las llevas a casa, y te hacen reflexionar y cuestionarte muchas cosas. Ellos necesitaron desahogarse, compartir lo que sentían, con una naturalidad, cercanía, sencillez y confianza que me sorprendían. Yo les supe escuchar y sé que les ayudé, lo justito quizás, pero esa experiencia me hizo sentirme tan bien. Cuantas lecciones de vida me han dado, cuantos ejemplos de fortaleza, entereza y superación.

Y si yo les ayudé eso no es nada comparado con el trabajo que realizan cada día mis compañeras. Son un gran equipo, en continua formación, grandes profesionales y buenas personas. Por favor que nadie lo cuestione o lo ponga en duda. Les aseguro que una parte del trabajo que realizan afecta, implica y repercute emocionalmente y eso no se paga con dinero.


Creo que la gente, todos, buscamos y necesitamos que nos traten con un mínimo de afecto y muchísimo respeto. Creo que por encima del trámite o la gestión administrativa, o la queja o reclamación, o la prueba o el seguimiento médico y mil cosas más, lo primero debería ser siempre la persona. Esto y otras muchas cosas he aprendido en todos estos años de trabajo. Y eso es lo que me voy a llevar.