miércoles, 20 de marzo de 2019

El arte de amargarse la vida



Hoy 20 de marzo, Día Internacional de la Felicidad, me parece acertado compartir parte de lo que escuché en la conferencia a la que asistí hace unos días, ‘El arte de amargarse la vida’. Impartida por Salvador Vizcaíno, orientador familiar. Organizada por Voces Amigas de Esperanza Yecla, Voades.

Salvador Vizcaíno nos hizo reflexionar y reír a carcajadas con ejemplos de situaciones a las que todos nos hemos enfrentado alguna vez. Somos expertos en inventar, deformar, desfigurar, distorsionar y magnificar la realidad. Nos demostró con qué facilidad nuestra mente, nuestras emociones, nuestra actitud, son capaces de hacernos sufrir prácticamente por nada. Nos recomendó fomentar y practicar el sentido del humor. Porque el humor agudiza el ingenio, relativiza y desdramatiza todo.

“La salud emocional repercute en la salud física”.

“De qué sirve tenerlo todo en la vida si carecemos de salud emocional. Si nos pasamos rabiando veinticuatro horas al día”.

“Tenemos tendencia a juzgarlo todo por sus aspectos más desfavorables. Si nos descuidamos, somos una fuente inagotable de amargura”.

“Por qué sufrimos con tanta facilidad. Se nos escapa la vida. Vivimos en cárceles que nos privan de libertad y felicidad. Por qué repetimos conductas, costumbres, hábitos que nos hicieron y nos hacen sentirnos mal”.

“Todo contratiempo nos altera y obsesiona, nos dificulta buscar la salida. Al centrarnos en la parte negativa en vez de en la oportunidad que se nos brinda, almacenamos un sufrimiento inútil que nos agota”.

“Parece que el universo se confabula contra nosotros. Por supuesto que hay situaciones límite que producen mucho sufrimiento. Otra cosa es encerrarse en el sufrimiento inútil, ahogarse, no encontrar la salida, la solución”.

“Nos complicamos la vida mucho, demasiado. Repetimos periódicamente conductas negativas sin importarnos lo inadecuadas y perjudiciales que son”.

“Vemos los problemas como inevitables, causados por el destino y la mala suerte. En realidad podemos evitar mucho sufrimiento, depende de cada uno de nosotros”.

¿Por qué nos preocupamos? Un 40% por cosas que nunca van a ocurrir. Las imaginamos por la ansiedad que tenemos. Un 30% giran en torno a situaciones, consecuencias del pasado que ya no se pueden cambiar ni alterar. El pasado es irreversible, ese devaneo en la cabeza no sirve para nada. Un 10% por pensamientos sobre la salud y el estado de ánimo. Un 8% por problemas reales, diarios”.
  
“Vivimos en una sociedad muy neurotizada. Las personas sufrimos más por lo que imaginamos que puede acontecer, que por lo que realmente nos sucede. Ni pasado, ni futuro. Tenemos que centrarnos en el presente, este sí lo podemos modelar para vivir más felices”.

“No hay que perder la facultar de pensar, de reflexionar. Tenemos muchos miedos. Inventamos, deformamos, dramatizamos, desfiguramos nuestros pensamientos frente a la realidad. Magnificamos y distorsionamos”.

“La mayoría de la veces nada es tan terrible. No es lo que nos sucede lo que nos amarga sino la interpretación, la lectura que le damos, cómo lo procesamos en nuestro pensamiento. Ante el mismo acontecimiento una y otra persona tenemos distinta lectura”.

“Sufrimos por montarnos una película sin habernos sucedido nada y amargamos a todo bicho viviente”.

“Vives según sientes y sientes según piensas. Somos aquello que creemos que somos. Somos lo que pensamos”.

“Os suena eso de: Pepe me pone enferma, de los nervios, no lo soporto. No es Pepe, soy yo quien se pone de los nervios. Las ideas que tengo sobre Pepe me irritan. Todo depende del diálogo interno en mi cabeza, de cómo interpreto”.

“Nada tiene significado sino el que tu le des a través de tus pensamientos y diálogo interno. El infierno y la gloria están en el pensamiento”.

¿Qué pensamientos siembras en tú cabeza? Respóndete. Qué cosecharás.

“Todos podemos cambiar, todos. Dejar de ser un torbellino emocional depende de cada uno de nosotros. Transforma tu forma de pensar, tu diálogo interno. Y si por ti mismo no puedes pide ayuda profesional porque está en riesgo tú felicidad”.

“Te levantas, te miras al espejo, y se cuela un pensamiento que te perturba. Pues, retíralo. Sustituye esa creencia irracional por otra nueva, significativa. Esto cuesta trabajo pero con repetición se consigue. Un pensamiento positivo ayuda a encauzar lo negativo de forma positiva”.

“Aprende a despreocuparte. No te adelantes, no sufras antes de que suceda. Si vives con miedo al mañana, eliminas el presente. La preocupación produce pesimismo y este malestar físico. No te preocupes por aquello que escapa de tus manos, por lo que no puedes controlar. En vez de preocuparte, ocúpate”.

“Fomenta el sentido del humor. El humor nos pone en el camino de la curación, siempre nos ayuda, así relativizas todo. Agudiza el ingenio, te defiende del pesimismo, desdramatizas”.

“Haz tu camino más feliz, más transitable. Hay que gozar plenamente de la vida, para eso estamos aquí”.


jueves, 7 de marzo de 2019

Y si cambiamos los papeles


Mañana, 8 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Mujer. He llegado a dudar si escribir o no sobre el tema, porque llevo una semana leyendo y escuchando comentarios más cercanos al enfrentamiento y la descalificación, que a la unidad de criterios y propósitos en busca de conseguir lo que todos deberíamos perseguir. Una sociedad más igualitaria, más justa, donde la igualdad en derechos y oportunidades sea real y efectiva, donde mujeres y hombres caminen en la misma dirección, convivan, sin que ninguna de las partes tenga más privilegios por su género.

No sé qué acontecerá mañana pero desde luego esta semana campa a sus anchas el desquicie general. Todo está mediatizado, magnificado y desproporcionado, ni rastro de sentido común. Estoy de acuerdo con lo que publicaba anoche una amiga por redes sociales, “los partidos políticos españoles de todos los bandos están utilizando, como lobos hambrientos, esta fecha para sus fines partidistas”.

Yo solo deseo que mañana la ciudadanía decida participar o no en una u otra manifestación, concentración, acto o huelga lo haga desde el respeto, con la convicción de que desde el enganche, el insulto, la confrontación y el ‘tú más’ nada se consigue.

“Pensemos en igualdad, construyamos con inteligencia, innovemos para el cambio” es el lema del Día Internacional de la Mujer 2019.

Pues eso mismo propongo yo, que pensemos de una vez, todos a una, haciendo piña, en qué estamos fallando en España para que la ‘Ley de conciliación de la vida familiar y laboral’, la ‘Ley orgánica para la igualdad efectiva de mujeres y hombres’, la ‘Ley orgánica de medidas de protección integral contra la violencia de género’ y ‘La Ley sobre medidas para incorporar la valoración del impacto de género en las disposiciones normativas que elabore el gobierno’ no se estén aplicando y cumpliendo de forma real y efectiva.

Para cambiar la realidad que vivimos, para que las mujeres dejen de tener menos posibilidades de ser contratadas con la misma formación y estudios que un hombre, para que dejen de cobrar menos realizando el mismo trabajo, para que tengan menores tasas de parcialidad y temporalidad, para que no se vean obligadas a abandonar el trabajo al convertirse en madres, u optar en mayor proporción por las jornadas reducidas, o a renunciar a puestos de dirección para compaginar el trabajo con el cuidado a la familia las leyes antes mencionadas, y probablemente otras, habría que cumplirlas a rajatabla. 

Tenemos que educar en igualdad, equidad y responsabilidad. Hay que abrir mentalidades, potenciar nuevos modelos de masculinidad, eliminar roles de género, estereotipos y micromachismos. Si el objetivo es beneficiar a la humanidad en su conjunto, la mujer tiene que estar a la misma altura que el hombre, ni por encima ni por debajo, en derechos, oportunidades y deberes. Y para llegar a esto no queda otra que elegir el camino de la coherencia, el respeto, la suma, el acuerdo, el consenso, la escucha activa, la resiliencia y la empatía. 


Muchas veces nos preguntamos por qué las empresas prefieren contratar a un hombre antes que a una mujer. O por qué cuando esta anuncia que está embaraza ¡qué casualidad! resulta que no tocaba renovarle el contrato. Propongo empezar a poner lo siguiente en práctica, a ver qué sucede.  

Desde mañana que sean los hombres los que pidan permiso en el trabajo para llevar a sus hijos al pediatra, o para acudir a hablar con el tutor de los niños, o para quedarse en casa porque su hijo está enfermo y no tiene con quien dejarlo. Que pidan también permiso o reducción de horas para atender a sus padres, ya mayores, o a familiares hospitalizados, o con enfermedades graves, o dependientes.

Propongo que cuando se cumpla la baja de maternidad y el permiso de paternidad sean ellos quienes renuncien a seguir trabajando, y se queden en casa con los niños. O que tomen esa decisión, dejar de trabajar, para que su pareja sí pueda optar a ascender en su empresa. Desde mañana que todos los hombres cuando lleguen a casa dediquen exactamente las mismas horas, ni una más ni una menos, a comprar, cocinar, limpiar, planchar, a sentarse con los niños a hacer los deberes, bañarles, acostarles etc. Si ellas pueden con todo, teniendo la misma jornada laboral, la misma presión, exigencia y estrés en el trabajo, por qué no ellos. Hagamos un cambio de papeles, a ver cómo funciona la cosa.

Igual que mañana tendré muy presente a los grandes hitos que dieron un vuelco a la historia de la igualdad de derechos, que abrieron la puerta a las demás, que consiguieron cambiar las cosas dejando huella con sus actos, todos los días pienso en las mujeres que literalmente se están jugando la vida en muchos países, por conseguir las libertades que hoy damos por sentadas.

Cuántas mujeres siguen sin derecho al voto, a la educación, al trabajo, a un trato legal igualitario. Cuántas siguen supeditadas al permiso paterno o del marido para acciones tan simples y cotidianas como trabajar a cambio de un salario, abrir una cuenta corriente, sacarse el carné de conducir, disponer de sus bienes, emanciparse etc. Cuántas mujeres son vendidas, explotadas sexualmente, obligadas a casarse todavía siendo niñas, repudiadas por sus maridos sin derecho alguno sobre sus hijos, sometidas a la ablación, y al uso de la violación como estrategia militar para degradar y derrotar a toda una comunidad…

A ver si se deja de tergiversar y de confundir con lo que significa machismo y feminismo. Búsquenlo en el diccionario. Dejemos también, dentro del feminismo, de dividir, de radicalizar, de generar posturas ultra, de llegar a los extremismos,  porque esa actitud, esas acciones, no aportan nada bueno. Que ya nos lo ha demostrado la historia cientos de veces, ‘divide y vencerás’. Conseguir derechos, credibilidad, imagen, posicionamiento, prestigio y reconocimiento  cuesta mucho, perderlos muy poco.


Me da mucha pena, me inquieta y preocupa, he sido testigo y los he oído en charlas a adolescentes, que algunos chiquillos crean que “el feminismo es cosa de unas cuantas histéricas que aborrecen y odian a los hombres”. Y que las nenas asuman que hay que dejarse hacer y cambiar en cuanto le pidan para contentar al novio.

Hombres y mujeres tienen los mismos derechos, tenemos que ser iguales, no se pueden convertir en eternos rivales, en enemigos. Ambos tienen derecho a crecer, a mejorar, progresar, a alcanzar las metas que se propongan,  a convertir en realidad sus sueños, a vivir libres y felices. A dejar de ser víctimas o verdugos.