Lo que me hubiera
gustado no tener que escribir estas líneas pero quiero y necesito hacerlo.
Dentro de poco ya no me verán por Servicios Sociales porque dejaré de trabajar
allí. No he aprobado el segundo de tres exámenes de mis oposiciones y por tanto
me quedo sin trabajo. Así funciona la Administración Pública. Por mucho que te
hayas implicado en tu trabajo y tengas más o menos cualidades y habilidades, eso
no cuenta, no puntúa, si no apruebas vas fuera. Es duro y probablemente injusto
pero así está establecido. Así que los que piensan que en la Administración Pública
nos regalan el puesto ya ven que no. Me siento triste y cansada porque me he
esforzado muchísimo y no he conseguido lo que quería.
Durante estos años mi
trabajo me ha enseñado a conocer mucho mejor a las personas y también a valorar
lo que tengo. Y por ‘tengo’ no me refiero a lo material. La salud, la pareja,
los hijos, la familia, los amigos, esos son los pilares que nos sustentan y
nutren. Si fallan el edificio se hunde. Y
claro que lo material cuenta e importa, por supuesto. Porque todos necesitamos
unos mínimos ingresos para vivir dignamente.
Si algo tengo claro
es que siempre procuré tratar a todo el mundo, al teléfono y presencialmente,
como me hubiera gustado que me atendieran a mí. Pero por supuesto no soy
perfecta, y quizás alguna persona en algún momento no salió tan satisfecha y
bien atendida como merecía. Por ello aprovecho para pedirle disculpas.
En estos años he
vivido momentos de todo tipo. Algunos tensos y desagradables. Pero siempre
intenté pensar que el ataque verbal, la crítica, la amenaza, o la falta de
educación no iba hacia a mi persona o a la de mis compañeras, iba hacia el
mundo en general. Porque cuando se vive recibiendo un palo tras otro, cuando no
consigues lo que quieres o crees que te mereces la situación te desborda, te
supera y es muy difícil contenerse y no reventar
descargando tu rabia, tu indignación y desesperación
con el que te encuentras enfrente. Aunque tampoco se saca nada con esa actitud.
Ante situaciones límite a veces las personas se transforman en lo que realmente
no son. El ejemplo es que algunas de ellas vinieron después a pedirme
disculpas, y me agradecieron que hubiera sabido comprenderles. Esos gestos te
tocan mucho el corazón.
Pero yo me quiero
quedar con lo bueno, con lo positivo, con lo que aporta y suma. Con el afecto
que me han mostrado muchas personas que compartieron conmigo un trocito de su
vida. Situaciones tan difíciles e injustas que te las llevas a casa, y te hacen
reflexionar y cuestionarte muchas cosas. Ellos necesitaron desahogarse, compartir
lo que sentían, con una naturalidad, cercanía, sencillez y confianza que me
sorprendían. Yo les supe escuchar y sé que les ayudé, lo justito quizás, pero esa
experiencia me hizo sentirme tan bien. Cuantas lecciones de vida me han dado,
cuantos ejemplos de fortaleza, entereza y superación.
Y si yo les ayudé eso
no es nada comparado con el trabajo que realizan cada día mis compañeras. Son
un gran equipo, en continua formación, grandes profesionales y buenas personas.
Por favor que nadie lo cuestione o lo ponga en duda. Les aseguro que una parte
del trabajo que realizan afecta, implica y repercute emocionalmente y eso no se
paga con dinero.
Creo que la gente,
todos, buscamos y necesitamos que nos traten con un mínimo de afecto y
muchísimo respeto. Creo que por encima del trámite o la gestión administrativa,
o la queja o reclamación, o la prueba o el seguimiento médico y mil cosas más,
lo primero debería ser siempre la persona. Esto y otras muchas cosas he
aprendido en todos estos años de trabajo. Y eso es lo que me voy a llevar.