Qué gran
esfuerzo de prudencia, contención y sensatez he tenido que hacer hoy.
Mientras
esperaba mi turno para comprar pescado, he escuchado una conversación que me ha
trastornado e indignado. Si las miradas mataran les aseguro que una de las
señoras hubiera caído fulminada. No voy a perder el tiempo, no se lo merece,
reproduciendo la conversación. Pero al
llegar a casa, mientras hacía gimnasia, mi mente no dejaba de pensar. No puedo
reprimir la necesidad de compartir mis pensamientos. Lo que siento.
A esa señora,
a Rajoy y Rubalcaba, o Rubalcaba y Rajoy, lo mismo me da, a los banqueros, a
los especuladores, a todos los responsables en definitiva de provocar lo que
estamos viviendo, me los llevaría yo el próximo lunes a mi trabajo. A un Centro
de Servicios Sociales, o también a Cáritas o Cruz Roja. Les cedería gustosa mi
asiento y me limitaría a observar. Y luego les haría rotar por los despachos de
mis compañeras, Trabajadoras y Educadoras Sociales, Abogada, Psicóloga… Sí de
verdad son humanos, si les queda algo de corazón y no han perdido todavía su
alma, creo que iban a pasar uno de los peores días de su vida.
La experiencia
les vendría muy bien. Porque todavía andan en las nubes. No ponen los pies en
la tierra. Siguen culpándose, criticándose y jugando a quítate tú que me pongo
yo. Pero no actúan para levantar su país, nuestro país.
Qué fácil
resulta hablar de paro, de crisis, de desahucios desde un despacho, ante unos
micrófonos, junto a otros líderes de su misma condición. Pero cómo cambian las
cosas cuando a esos números, a esos casos, a esas situaciones se les pone cara
y voz.
Les aseguro
que emociona y duele, cuando ves entrar a gente que en su vida hubiera
imaginado tener que afrontar semejante situación. Que tienen que hacer un gran
esfuerzo, para vencer su vergüenza y pudor. Por gusto no van.
Familias como
la suya o la mía. Que a base de echar horas extras, de pasar media vida en la
fábrica, en el taller o el comercio, habían conseguido un pequeño patrimonio,
un nivel medio de vida y que ahora lo están perdiendo todo.
La gente es
buena y educada, demasiado diría yo. Aunque algunos días alguien pierda los
nervios y explote, y se desahogue, y arremeta verbalmente contra nosotras, y
luego nos pida perdón, porque de sobra sabe que en nuestras manos no está la
solución.
Que nadie me
diga a la cara que los empleados públicos no cumplen con su trabajo. Muchos de
ellos como mis compañeras sí lo hacen. Están trabajando “a destajo” echando
horas que no cobrarán. Llevándose
incluso trabajo a casa. Porque no pueden dormir sabiendo, que si el informe que
deben elaborar se queda sobre la mesa un día más, se producirá un corte de luz
o se alargará el tiempo para que una familia pueda cobrar una mínima ayuda.
Esto no puede
seguir así. Demasiadas familias han llegado a una situación precaria, límite. No
hagamos cómo con las escenas crudas y violentas, que a base de ver tantas en
televisión acabas acostumbrándote y ya no te afecta, confundes realidad con
ficción.
Lo que estamos
viviendo en España no es ficción.
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