Cuando observo
a mi sobrina, tan feliz, jugando con sus Monster High se me rompe el corazón al
pensar que millones de niñas de su edad, nueve años, se convertirán según
apunta el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) en niñas-novias.
Cuántas de
ellas acabarán en un hospital o incluso perderán la vida tras sufrir en su
noche de bodas desgarros y hemorragias vaginales, producidas por maridos que en
ocasiones les quintuplican la edad. Cuantas intentarán y optarán por suicidarse
para escapar de una vida que no han elegido, que les ha venido impuesta por una
sociedad pobre, atrasada, tribal, patriarcal y machista. Lo que me sorprende y
enerva es que en algunos países como Yemen, se aprobó en 2009 una ley que
establecía la edad mínima para el matrimonio en 17 años, pero fue revocada
porque algunos diputados
ultraconservadores la consideraron antiislámica.
Vamos a ver ¿Quienes
son realmente los salvajes responsables de tanto sufrimiento, de tantas niñas
convertidas en juguetes rotos? Los padres (que casan a sus niñas), las madres
(que quizás deberían escapar son sus hijas para salvarlas de esta atrocidad), los
mariditos (que realmente son pederastas amparados por la religión que
practican), los legisladores (que revocan leyes de sentido común), los
islamistas (que tienen una visión del mundo bastante obtusa e inaceptable), los
imanes (que consienten y celebran enlaces de esta índole) los ciudadanos yemenís
(que callan), los intelectuales (que no arremeten contra los legisladores
islamistas), los que leemos y sabemos de estas noticias (que miramos hacia otro
lado o como mucho decidimos no ir a Yemen de turismo…)
Desde luego,
lamentablemente, el malo de la historia no es únicamente el marido pederasta
sino todo un gobierno, toda una sociedad. Por ello acabar con esta terrible costumbre
me temo que va a ser muy complicado y prolongado en el tiempo.
Según un
estudio elaborado recientemente por la ONU entre un 75 y el 95 por ciento de
hombres de lugares como Bangladesh, Camboya, China, Indonesia, Sri Lanka, entre
otros, han reconocido haber cometido una violación quedando impune. Es por lo
que todavía más me descorazona y derrota el tema.
Que cuatro de
los acusados de violar a una estudiante en Nueva Delhi, en diciembre de 2012,
hecho que originó una oleada de protestas en India y un debate sobre la
situación de las mujeres en el país asiático, hayan sido estos días condenados
a morir en la horca poco o nada soluciona todo esto.
Ya
comenté en Enero en mi blog, cuando escribí sobre la violación múltiple de
aquella estudiante, que no era la primera vez ni será la última, que no pueda
contenerme y necesite escribir y abordar este tema.
Dicen los
expertos en la materia que la educación y la prevención es crucial para
erradicar la cultura que degrada a la mujer. Cultura que convierte a los
hombres en animales, que creen tener derecho a mantener relaciones sexuales con
una mujer, independientemente de si esta da o no su consentimiento.
No me queda
más que pedir a las autoridades de Pakistán que detengan a los responsables de
la violación de Sumbal Iqbal, una niña de cinco años que jugaba el pasado
viernes 13 de septiembre en las calles del barrio lahorí de Sauwadi. Sus agresores
tuvieron el detalle de abandonarla a las puertas del hospital Ganga Ram de la
metrópolis paquistaní. Podrán vivir sin remordimientos. Si no caen en manos de
la justicia volverán a repetir experiencia.
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