En algunos
lugares del mundo nacer mujer es lo peor que le puede suceder a un ser humano.
En una treintena de países del continente africano, las mujeres como si no
tuvieran ya suficiente con enfrentarse al trabajo infantil, a los matrimonios
precoces, a la violencia doméstica, los abusos sexuales y violaciones que raramente se castigan, son
sometidas entre los 4 y 14 años a la ablación. Una salvaje práctica que les
causará daños irrecuperables.
Señala
Unicef que más de 70 millones de mujeres han sufrido la extirpación del
clítoris y los labios vaginales. Una tortura que se aplica sin anestesia y en
condiciones médicas pésimas, que causa un dolor insoportable, hemorragias,
cicatrices, problemas menstruales, infecciones e incontinencia crónicas,
pérdida del estímulo sexual, partos difíciles, incluso infertilidad. Y muchas
veces la muerte durante o poco tiempo después del crudo ritual.
Las
personas que practican la ablación son generalmente comadronas o parteras
profesionales. Un servicio valorado y bien remunerado económicamente, por lo
que es fácil deducir que el prestigio en la comunidad y los ingresos de estas
personas puedan estar directamente ligados a la práctica efectiva de la
intervención.
Como la
mayoría de las veces sucede la falta de educación, la ignorancia y la pobreza suponen
un gran obstáculo para acabar con tradiciones, tan salvajes y cuestionables,
que se vienen manteniendo desde hace siglos en la mayoría del continente
africano.
Erradicar
por completo la ablación va a resultar muy complicado. Dicen los expertos en el
tema que tendrá que pasar toda una generación. ¿Nos cruzaremos de brazos y
consentiremos que sigan aumentando el número de mujeres castradas? Me temo y
lamento que sí.
Pero parece
que algunos pasitos se van dando. Descubrir que mujeres de la de aldea Ngérigne, a una hora de Dakar, han
jurado no hacerles jamás la ablación a sus hijas, me reconforta y llena de
esperanza.
Felicito y
aplaudo públicamente a Agnes, una masai de Kenia, y a Oureye Sall y a todas las
mujeres que como ellas han iniciado con gran coraje y valentía una cruzada,
viajando de aldea en aldea, explicando y concienciando sobre las tremendas
consecuencias físicas y psicológicas que supone la ablación. Luchan para que ninguna
niña tenga que vivir aterrorizada esperando el momento en que mutilen su sexo
con cortes de navaja.
Gracias
al esfuerzo común entre gobierno, sociedad civil y Unicef en algunos países
como Senegal la ablación se prohibió por ley en 1999. Y en países como Kenia
empieza a cuestionarse esta práctica que ha descendido del 97% al 54%. Pero
todavía queda tanto por hacer. Porque en muchos otros países como Gambia,
Sierra Leona, Somalia, entre otros, sus mandatarios han declarado públicamente
que no aceptarán campañas de lucha contra la ablación. Allí la sociedad sigue
pensando, defendiendo y justificando que se practique la ablación, porque
consideran que los genitales femeninos son sucios y antiestéticos, también para
frenar el deseo sexual femenino y garantizar la honra y la fidelidad de la
mujer a su esposo. Y como rito de iniciación de las niñas a la edad adulta en
aras de la integración y mantenimiento social.
Le
preocupa a Unicef y bastante que la ablación esté traspasando fronteras. Informes
publicados en revistas médicas de prestigio han revelado que en Europa,
Australia, Canadá y los Estados Unidos se está produciendo un incremento de
este tipo de mutilación, realizada en estos casos por personal médico
capacitado, entre inmigrantes procedentes de África y Asia sudoccidental.
Por
qué tanta maldad y machismo desbocado. Vivimos en un mundo donde a muchos se
les están soltando las amarras del alma, y las tuercas que sostienen la razón.
Que peligroso puede llegar a ser no sentir cariño, compasión, empatía
aceptación e interés por aquellos que nos rodean.
TERRIBLE LO QUE NOS CUENTAS !!. NO TIENEN PERDÓN DE DIOS.....
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