Autor: Carol Bellver Fotografia
Este relato ha obtenido el 1º Premio del I Concurso
de Relato Breve organizado por el CAVI-Yecla dependiente de la Concejalía de
Juventud, Infancia y Mujer
del Ayuntamiento de Yecla.
Desde hacía semanas
Pablo intuía que el anuncio de la separación de sus padres era inminente. Poco
o nada parecía poder hacer aquel chiquillo, para anular aquel cambio que tanto
modificaría su vida y la de su hermana. Una adolescente pija y egoísta, que en
opinión de Pablo, hubiera podido contribuir a mejorar la relación entre sus
padres, en lugar de enfrentarles una y otra vez por sus caprichos y ansia de
libertad.
A Pablo su abuela,
la persona con la que más tiempo pasaba cada tarde y que mejor le comprendía, le
había explicado que podría seguir viendo a su padre siempre que lo deseara, aunque
no convivieran bajo el mismo techo. Sin embargo el niño se negaba a rendirse. Algo
se podría hacer para evitar aquella catástrofe.
Una tarde,
simulando realizar los deberes, Pablo escuchó una conversación entre su madre y
abuela, que de inmediato le provocó una gran sonrisa.
¡Por fin había
encontrado una solución! Al parecer el cansancio, los cambios de humor y los
llantos mal disimulados de su madre, se debían en gran parte porque era ella
quién cargaba con todo el trabajo de casa. Trabajo no valorado ni recompensado
por parte de su padre, que sí disponía de tiempo libre para hacer cuanto le
apetecía.
Pablo tomo una
decisión. Era preciso intervenir y rápido. Habló con su hermana e idearon todo
un plan. Entre los dos se repartirían tantas tareas de casa como les fuera
posible realizar a escondidas. La idea era que su madre creyera que era su
esposo el que las llevaba a cabo. Los chiquillos se esforzaron en coordinarse y
trabajar en equipo.
La madre no daba
crédito al cambio tan radical, que de un día para otro, había experimentado su
marido. Que también estaba desconcertado por el afecto y la complicidad que
volvía a mostrarle su mujer.
Todo parecía
funcionar de maravilla. Hasta que la abuela les descubrió, y sentó a ambos
adultos para explicarles lo que sus hijos estaban haciendo por ellos. Un mar de
lágrimas recorrieron las mejillas de ambos que se fundieron en un intenso y
largo abrazo.
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