Anoche Miguel Ángel Jiménez,
psicólogo especialista en psicología clínica, impartió la charla titulada “Micromachismo:
desigualdad del día a día”. Una actividad organizada por la Concejalía de la Mujer y el CAVI de
Yecla con motivo del Día Internacional de la Mujer.
“Nos
guste más o menos todos los hombres somos machistas. Y algunas mujeres también
lo son”.
“Aunque
no tiene que sonar a excusa, los hombres tenemos grabado el código de poder y
dominación. Nuestros ancestros machos salían a cazar arriesgando la vida. Y las
hembras cuidaban de la prole y el refugio. El macho era el dominante y ejercía
su poder sobre la hembra, que era más débil”.
“En
tiempo de nuestros abuelos y padres seguía sucediendo lo mismo que hace miles
de años. El machismo se percibía como normal. El hombre es el que aportaba el
dinero a la casa. Los roles domésticos y familiares correspondían a la mujer. Se
educaba a la mujer para satisfacer a su esposo. Todo se basa en el mito de la superioridad
masculina que seguimos manteniendo, y que la sociedad refuerza”.
“Pero,
¿qué factores contribuyen a la supervivencia del machismo?
Leyes
discriminatorias, educación y publicidad sexista y machista, procreación como
autorrealización, diferencias religiosas, división de trabajo etc”.
“El
machismo lo vemos hasta en la religión. Los curas pueden ir con túnica y con pantalones.
Pero, ¿alguien ha visto alguna vez a una monja en pantalones? En cualquier
religión prácticamente todos los grandes seres omnipotentes son varones”.
“Los
hombres siguen ocupando muchos más puestos directivos. Y la mujer gana un 24%
menos al año ejecutando el mismo trabajo que el hombre, en el mismo puesto”.
“Y,
¿qué pasa en la política? Pues que casi todos los candidatos, los presidentes, los
líderes, son hombres.
“Actualmente
presumimos todos los hombres de que ya no somos machistas. Pensamos que hemos
abandonado el machismo duro, que somos igualitarios y ya no somos dominantes. Porque
los hombres ayudan en las tareas domésticas y con los niños, porque dejan que sus
parejas trabajen fuera de casa y salgan con las amigas… Hacemos cosas que si
nuestra madre nos viera alucinaría. Pero esa percepción es falsa porque seguimos
queriendo mantener el poder en la relación. Pero ahora usamos formas menos agresivas
que antes, menos dañinas”.
“Estamos
tan acostumbrados al machismo, al micromachismo que a veces ni lo percibimos. Los
hombres dicen: si es que yo soy así, si yo me esfuerzo, he cambiado. La pareja
comenta: si el caso es que mi marido es buena persona, el es así, es lo que me
ha tocado, qué voy a hacer. Pero lo cierto es que las mujeres se siguen
irritando y con mucha razón”.
“Conviene aclarar que machismo no es lo mismo
que violencia de género. La violencia de género es toda acción que limita,
coacciona o restringe la libertad y la dignidad de la mujer. Puede ser física,
psíquica o sexual. Pero lo que sí está claro es que la causa de la violencia de
género es el machismo”.
“Cuando
hablamos de violencia de género, en la punta de la pirámide del iceberg están
las agresiones, los abusos, la violación, los asesinatos. Esto es lo que se ve,
lo que se denuncia a la policía. Pero antes de llegar a esto, a mitad de camino
están los insultos, las coacciones, la manipulación. La violencia psicológica es
mucho más difícil de demostrar, de denunciar. Y en la base de la pirámide, en
la planta baja, está el micromachismo.
¿Quiere
esto decir que todos los que usan el micromachismo ascenderán a la punta de la
pirámide? No, desde luego. Pero algunos sí llegarán a encumbrar el iceberg.
Ejemplos tenemos casi todas las semanas”.
“Define Luis Bonino el micromachismo como
prácticas sutiles de dominación masculina en la vida cotidiana. Son pequeños y
cotidianos controles, abusos e imposiciones de poder de los varones en la
relación de pareja”.
“Con
el micromachismo se intenta mantener el poder, la superioridad y el dominio
sobre la mujer. Buscamos la reafirmación de la identidad masculina, porque nos
creemos superiores. Algunos micromachismos no suponen mala voluntad o
planificación. Otros sí, son conscientes y voluntarios”.
“Pero,
¿por qué nos seguimos comportando así los hombres? ¿Por qué esa idea de
superioridad?
“Cuando
el micromachismo perdura se rompe la comunicación y el afecto, solo queda la
obediencia. Cuando la mujer reclama más igualdad el hombre la ve como adversaria.
Entonces recopila y activa sus armas para retener el poder”.
“Por
un micromachismo aislado esporádico no pasa nada. El problema surge cuando se
produce día a día. Cuando se somete a la mujer a que esté a nuestra disposición,
y esta trata de romper con su rol pierde energía y tiempo propio, y surgen las
depresiones, las bajas laborales etc. Entonces el hombre contraataca y aumenta
su control y poder. Esto hay que erradicarlo”.
“El
micromachismo llega a ser tan manipulativo y sutil, tan encubierto y efectivo
que
la mujer ni lo percibe. El hombre coarta los deseos de la pareja. Y al final se
hace lo que dice el hombre. Y cuando la mujer le argumenta es una maniática,
una histérica, una inconformista etc.”
“Si
nos paramos a observar el varón crea conductas de distancia, de aislamiento, de
privacidad, de posesión. Por ejemplo, tiene su sillón para ver la tele y
enseguida se adueña del mando a distancia”.
“La
mujer tiene que luchar por el equilibrio en la relación de pareja. No puede ni
debe ser sumisa, por muy enamorada que esté. Se debe sentir igual que el
hombre. Ella tiene que estar a la misma altura que el hombre. El hombre no es superior.
Y por supuesto no debe permitir jamás ningún tipo de agresión ni psicológica,
ni física. Y tener muy claro que un hombre agresivo, un maltratador no va a
cambiar”.
“Hay que conseguir la igualdad en el reparto
de las tareas domésticas. Hemos avanzado en ello pero más del 70% las siguen
asumiendo ellas. Tenemos que ser más igualitarios”.
¿No
os habéis cuestionado nunca por qué a un hombre le cuesta tanto aprender a
manejar la lavadora, pero el móvil lo domina?
“El hombre se hace el tonto, el olvidadizo con
las tareas domésticas. O incluso las
hace más lento o mal. La excusa del hombre es que ella lo hace mejor. Se
aprovecha del rol de cuidadora y la predisposición femenina. De su orgullo de
ser madre y darlo todo. Delega en ella. A él no le molesta el friegue sin
hacer, o la ropa sin planchar, a ella sí”.
“Hombres
y mujeres tienen que tomar conciencia y aprender a compartir. Hay que quitarse
de la cabeza la palabra, ayudar. La casa, los hijos son un proyecto en común”.
“La
mujer tiene que aprender a detectar el micromachismo e impedirlo. Tiene que reconocer
el lenguaje manipulativo. Debe conocer las tretas sutiles que utiliza el hombre
para retener el poder. No es que tenga que estar por encima del hombre sino a
su nivel”.
“Ejemplos
de micromachismo. Cientos. Los dos viendo la tele. Llora el bebe y el hombre le
dice a su mujer: tu hijo está llorando”.
“Habrá
hombres que no se planteen cambiar, pero por sus hijos tienen que fomentar y educar
en igualdad de género. Una hija puede aprender a colgar un cuadro y un hijo a
planchar. Me sigue sorprendiendo mucho que a estas alturas a algunos hombres no
les parezca bien que su hijo juegue con muñecas. Sales a pasear, y te cruzas
con un carrito de bebé y sin preguntar sabes el sexo de la criatura. Parece
increíble, pero seguimos vistiendo a las niñas de rosa y a los niños de azul. A
las nenas las disfrazamos de princesas y a los nenes de guerreros”.
“He
visto en mi consulta a chavalas de veinte años cuyo único objetivo en la vida
es casarse y tener hijos. Y chicos de quince años que controlan el teléfono de
su novia, que les dicen que ropa usar. Esto me alarma y mucho. Me dan ganas de
saltar del sillón”.
“Los
hombres tenemos que utilizar cada vez menos el micromachismo. Y tener claro que
lo que vale para mi vale para ella”.
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