El jueves asistí a
la charla titulada “Prevención del suicidio” impartida por la psiquiatra Blanca
Pérez Molina. Organizada por la Asociación de Salud Mental del Altiplano,
AFEMY, con la colaboración del Ayuntamiento de Yecla. Con motivo del Día Nacional
y Mundial para la Prevención del Suicidio que se celebra cada 10 de septiembre
desde el año 2003. Este año el lema elegido es “Conectar, comunicar y cuidar”.
Blanca Pérez inició
su charla reconociendo la complejidad del tema y el gran sufrimiento que
genera. De todo cuanto dijo, que me resultó francamente interesante y por ello
considero necesario compartirlo, quizás destacaría lo siguiente.
“El suicidio se
puede prevenir. Pero para prevenir algo hay que conocerlo. No se puede tratar
lo que permanece en silencio. El suicidio sigue siendo un tema tabú y la
estigmación es la mayor barrera para la prevención. La persona que se suicida no
quiere morir, quiere dejar de sufrir. Su malestar, su dolor, es tan grande que
le resulta insoportable y no encuentra otra salida. Si se les ofrecieran
alternativas a su dolor quizás optarían por vivir. Pero a veces callan y
ocultan su sufrimiento. Es complicado.
Tenemos que aprender
a cuidar de nuestra salud mental. A contar lo que nos pasa, porque nadie puede
adivinar lo que pensamos. Hay que cultivar el bienestar, hacer cosas que nos gusten
y rodearnos de personas que nos aporten cosas positivas. Hay que erradicar el
sentimiento de secreto y vergüenza que conlleva el suicidio. Y estar muy atento
a la desesperanza, porque el 90% de los suicidas expresaron y mostraron
desesperanza antes de cometer el acto”.
Les invito a leer
esto porque creo que es necesario abrir mucho más nuestra mente y corazón.
“El suicidio es la
primera causa de muerte no natural en nuestro país, por delante de los
accidentes de tráfico. En 2014 se contabilizaron 3.910 fallecidos (2.938
hombres y 972 mujeres) unos 11 suicidios diarios”.
“Es necesario
hablar del suicidio de forma clara y directa. Es vital disipar errores y mitos.
Hay que erradicar el sentimiento de vergüenza, culpabilidad y secreto que rodea
el suicidio. Hay que aprender a comunicarse, a conectar. Las personas frágiles
y vulnerables necesitan ser escuchadas. Tenemos que aprender a afrontar
situaciones difíciles. Si alguien está pensado en suicidarse que lo diga, que
busque ayuda”.
“El suicidio es una
afección que requiere mucho más estudio y atención. Ni siquiera aparece
clasificado como trastorno mental. La población con mayor riesgo son los
adolescentes (15 a 24 años) y los ancianos”.
“Según el Instituto
Nacional de Estadística en los últimos cinco años los hombres consuman el
suicidio de forma mayoritaria, triplican al sexo femenino, aunque las mujeres les superan en grado de
tentativa”.
“Para prevenir el
suicidio hay que conocerlo. Y para conocerlo es preciso hablar de ello. Unos
factores de riesgo tienen más peso que otros, unos son modificables y otros no”.
“El primer factor
de riesgo es el trastorno mental. Se estima que de un 25% a un 50% de los pacientes
diagnosticados de esquizofrenia y psicosis podrán llegar a realizar alguna
tentativa de suicidio a lo largo de su vida. También la depresión, que no debe
confundirse con la tristeza, es un factor a tener en cuenta”.
“Factores de riesgo
son también el consumo de alcohol y drogas. Las personas en esta situación
tienen ocho veces más riesgo de intentarlo. También hay que prestar mucha
atención a los trastornos de conducta alimentaria. En anorexia el suicidio es
la segunda causa de muerte”.
“Sufrir una enfermedad
física o discapacidad, una pérdida de autonomía y capacidades, sufrir dolor o
recibir un pronóstico letal también
pueden desencadenarlo”.
“Mucha atención a
los adolescentes con antecedentes de abusos sexuales en la infancia. Y a las
víctimas de violencia de género. También a los homosexuales. Estas tres
situaciones generan mucho estrés y dolor, y siguen permaneciendo en silencio, vividas
dentro de las casas, ocultas, disimuladas”.
“Las alarmas se han
disparado también en torno al cyberbullyng y al acoso escolar. Mucha atención
frente a esto. Hay que trabajar desde todos los frentes para prevenirlo y erradicarlo”.
“Los eventos
vitales estresantes son otro factor de riesgo. Pérdida de empleo, estar
sometido a una situación de estrés laboral importante, un divorcio, la falta de
apoyo familiar, problemas legales o la pérdida de la pareja cuando existe una
gran dependencia emocional, entre otros. Respecto a los profesionales con mayor
riesgo figuran los médicos y los psiquiatras”.
“Las tentativas
previas, tras los primeros seis meses o un año, también es un factor de riesgo”.
“Hay que estar muy atento
y deben saltar todas las alarmas cuando aparece la desesperanza, el aislamiento, el desinterés,
la falta de ilusión. Sentimientos de ira o venganza. Los cambios anímicos muy
bruscos, y los trastornos de sueño tanto por defecto como por exceso. Cuando se
empieza a hablar de la muerte. Cuando uno se involucra en conductas de riesgo,
temerarias, peligrosas. Cuando la persona se desprende de posesiones, se despide
de amigos, hace testamento”.
“Erróneo también
creer que el que se suicida siempre es un enfermo mental. Es un factor de
riesgo pero no una condición. Cualquiera puede sufrir un cuadro depresivo.
Tampoco se hereda. Aunque sí se heredan estrategias de afrontamiento. El que se
suicida no es ni cobarde ni valiente. No es un rasgo de la personalidad, no es
una cualidad innata. Mucho cuidado con pensar que si se reta a un suicida no lo
intentará. Es una temeridad, una gran negligencia”.
“Falso también
creer que solo se suicidan las personas mayores. O que hablar de suicidio puede
incitar a cometerlo. Todo lo contrario. Si una persona habla de suicidio y le
hacemos callar, le rabiamos o nos ponemos a llorar, probablemente no volverá a
decirnos nada pero lo seguirá pensando. Yo siempre le digo a mis pacientes que
lo que no me cuentan yo no lo puedo adivinar. Los pensamientos no se adivinan”.
“Ante un momento de
crisis, y siempre, tenemos que construir un sistema de apoyo. Es clave tener
aliados. Alguien en quien confiar, con quien poder hablar de todo con libertad,
honestidad y sinceridad. Puede ser un familiar, un amigo, un compañero de
trabajo, un profesional. Y si se tienen varios mejor que uno solo. Aunque creas
que estas solo, en una nube negra, en un túnel oscuro ese estado nunca es
permanente, indefinido. Siempre hay alguien que estará dispuesto a ayudarte. Siempre
hay razones para vivir. La recuperación es posible. Hay que atender a las
señales de alarma. No dudes nunca en acudir a un centro de salud mental, o
llamar al Teléfono de la Esperanza (servicio de 24 horas, anónimo) o al 112”.
¿Cómo podemos
protegernos? Con habilidades en la resolución de conflictos y problemas. Fomentando
la confianza en uno mismo. Que mi bienestar dependa de mí, no de otros o de las
circunstancias que tengo alrededor. Habilidades para las relaciones sociales e
interpersonales. Hay que ser más asertivos. Manifestar lo que sentimos.
Practicar la empatía, poniéndonos en lugar del otro. Flexibilidad cognitiva. Potenciar
y promover el apoyo familiar y social de calidad. Y recibir cuando es necesario
un tratamiento adecuado e integral”.
“Tenemos que
aprender a no juzgar. A no minimizar las ideas o el dolor del otro. A mantener
la calma. Hay que saber ofrecer alternativas de solución. Brindar consuelo.
Mantener una actitud de escucha activa. Empatía. Debemos adquirir hábitos
saludables. Cultivar el pensamiento positivo”.
Finalizó su
exposición la psiquiatra Blanca Pérez mostrando el tráiler de un documental que nos
recomendó ver.
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