Ayer asistí al café tertulia “Vivir sin juicios” organizada
por AMITES YECLA, O.N.G. Durante la charla el ponente, Cristóbal Altamayo
Sánchez, nos animó a dejar de emitir juicios negativos sobre nosotros mismos y
los demás. Nos invitó a dejar de castigarnos y machacarnos para convertirnos en
nuestro mejor amigo. Solo aceptándonos plenamente podremos sentir paz interior
y estaremos en disposición de desarrollar todo nuestro potencial, para dar lo
mejor de mí en todas las circunstancias que la vida nos presente. Liberándonos
de la queja, la culpa y el victimismo podremos cambiar lo que se pueda, sin
instalarnos en el dolor y el sufrimiento crónico.
“Nos juzgamos continuamente. Somos expertos en
machacarnos y esto nos acarrea mucho sufrimiento”.
“Poseemos una tremenda habilidad para juzgar todo
aquello que no nos sale bien, como yo quiero. Lo hemos aprendido de forma inconsciente desde
niños en la familia, en la escuela. Nos hemos creído lo que nos decían, las
etiquetas que nos iban colocando. Y nos hemos identificado con ellas”.
“Me condeno a mí mismo y sufro inútilmente. Esta
actitud nos encorseta, nos limita. Nos impide crecer como personas. Cuando me
libero del juicio a mí mismo, me permito ser yo mismo y me pongo en disposición
de desarrollar todo mi potencial”.
“Tenemos que cambiar nuestro diálogo interno.
Convertirnos en nuestro mejor amigo. Hablarnos en voz alta con cariño,
tolerancia, paciencia. Debemos aceptarnos incondicionalmente. Así nos
liberaremos del juicio negativo. No me tengo que exigir ser perfecto, ni
compararme con nadie”.
¿Por qué nos cuesta tanto perdonarnos? Tenemos que
aceptar nuestros errores y aprender de ellos. Tenemos que centrarnos en lo que
soy, en lo que sí he conseguido. Vivir el presente con mayor plenitud y
libertad.
“Tenemos que saber que cada uno de nosotros es muy
valioso. Nuestra esencia es preciosa pero somos como una cebolla. Nos hemos ido
colocando capa tras capa. Miedos, heridas sin sanar, creencias, etiquetas,
juicios, culpas… Que nos impiden ver lo maravillosos que somos. Somos amor,
bondad, ternura, sensibilidad…”
“Juzgar a los demás es un deporte nacional. Todos
tenemos una habilidad extraordinaria en criticar, censurar y etiquetar al otro.
Ver sus sombras y no su luz. Cuando criticamos nuestro ego se crece, nos
sentimos superiores. Y no nos damos cuenta que en realidad estamos hablando mucho
de nosotros mismos. De nuestra falta de empatía, tolerancia, respeto, asertividad,
sensibilidad, comprensión, compasión. Y me refiero por compasión a comprender,
a sentir y a acompañar al otro”.
“Aceptar y respetar al otro no quiere decir que
comparta su forma de ser y de actuar. Pero si hablo con él cara a cara le daré
la oportunidad de mejorar. Crezco yo y crece él”.
“Cuando en un grupo están despellejando a alguien
que no está allí, qué hago yo. Alejarme, no intervenir. Unirme a la crítica.
Pedir que no hablen de quién no está presente. O resaltar lo positivo de esa
persona para desmontar ese juicio”.
“A veces no nos comportamos como realmente somos por
miedo al juicio, a la crítica de los demás. Si actúo así mi salud emocional la
coloco en manos del otro. Una crítica es solo una opinión. Y por qué me la
tengo que creer. No me resta ni un ápice de mi valía personal”.
“Si pierdo los papeles ante una crítica, si
reacciono, si me afecta el otro irá a por mí, a machacarme. Si le quito
importancia al juicio del otro me doy permiso para ser yo mismo. Lo que digan
de mí solo será una opinión. Me libero de todas las etiquetas tanto positivas
como negativas que me han puesto los demás”.
“Debemos ser asertivos. Decir sí, cuando quiero
decir sí; y no, cuando quiero decir no. Hay que decir lo que realmente pensamos
en el momento adecuado, con tacto, sin arrollar, sin herir”.
“Las etiquetas positivas tampoco son buenas.
Resultan agradables pero si nos apegamos demasiado a ellas, si nos las creemos,
nos exigirán siempre ser por ejemplo generosos, trabajadores, amables. Y puede
que no siempre nos apetezca o podamos serlo. Nos pueden chantajear, manejar”.
“No elegimos una enfermedad, ni un despido, ni una
ruptura de pareja o la pérdida de un ser querido. Pero sí puedo elegir entre
hundirme o adoptar una actitud positiva frente a las circunstancias que la vida
me presenta, para intentar mejorar la situación. Hay que aceptar la vida tal y
como nos va llegando y centrarnos siempre en el presente. Cada día es un
regalo”.
“La vida duele, el dolor es inevitable. Hay que ser
capaz de aceptar lo que nos pasa, de sacarlo, de expresarlo, de compartirlo, de
llorarlo. Hay que saber vivir el duelo. Otra cosa bien distinta es el
sufrimiento. Es decir, elegir quedarme enganchado en ese dolor de forma
crónica. De mí depende. Yo decido, yo escojo”.
“Os animo a decidir vivir sin juicios. A vivir siempre
en el presente. A liberarse de la culpa, a ser tú mismo, a conectar con tu esencia
y con la del otro. Así seremos mucho más felices”.
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