No es la primera
vez que encuentro en un periódico un anuncio similar a este. En la parte
superior te inducen a viajar mostrándote variadas ofertas, y en la inferior a
colaborar económicamente en algún proyecto o programa social y humanitario.
Siempre me surge la misma pregunta. Intencionado o casual. Irrelevante o
trascendental. O simplemente contradictorio, desequilibrado e injusto como la
vida misma. Singular resulta y desde luego se presta al análisis.
Si valoramos con
los ojos del corazón, desde la sensibilidad y las emociones que algunos parecen
haber restringido, el mensaje bien podría ser: si te puedes permitir uno de
estos viajes por qué no colaboras con ellos. También podría tomarse como una
llamada de atención, un inciso para valorar mucho mejor lo que tenemos. De qué
te quejas tú que hasta puedes viajar, cuando otros ni siquiera pueden cubrir
sus necesidades más básicas y elementales.
Por supuesto cada
cuál es libre de invertir o gastar su dinero como mejor le plazca. También de
decidir si ayuda o no a quienes viven una situación económica precaria,
complicada e indeseable.
Saludable y
enriquecedor resulta no juzgar ni cuestionar a los demás. Aunque ello no nos incapacita
de opinar y aconsejar. Si es posible es mejor hacerlo desde la propia experiencia,
por haber caminado con el mismo calzado que el otro, y por supuesto siempre
desde el máximo respeto, prudencia y sentido común. Y así con estas premisas me
atrevo a recomendar, incluso a solicitar, que la gente aprenda y se abstenga de
una vez de alardear, presumir y divulgar a los cuatro vientos lo mucho que
puede gastar en viajar, en ocio, caprichos o en incrementar su patrimonio.
No practico el
vicio de la envidia y me encanta comprobar que a la gente le va bien. Pero me
incomoda y escuece observar cómo algunos miran a los demás desde un pedestal,
con desprecio, presumiendo y regodeándose a todas horas de todo cuanto pueden
permitirse y poseen. Probablemente disfruten más tratando de fastidiar y avergonzar
al otro, que de la propia comilona en el restaurante de moda o de la habitación
de un hotel prohibitivo para una gran mayoría.
Pero si además
les escuchas justificar que algunos se han buscado ellos solos o no hacen lo
suficiente por superar su precaria situación, la verdad es que te dan ganas de
como decía mi abuela "soltarles una fresca". Quizás a veces sí
convendría ser menos sensato o cobardica y no callar lo que de verdad se
piensa. A nadie se le desea el mal, pero no me negarán que a algunos les
sentaría muy bien un buen trago de la realidad que viven a diario personas que
jamás pensaron que podrían verse así.
Pues lo dicho
señores, quién más y quien menos ya anda calculando y pensando cómo podrá
disfrutar de sus vacaciones. Yo no digo que uno tenga que avergonzarse o
esconder lo que puede permitirse, y sin duda se ha ganado y merece. Pero
tampoco hay por qué ir dando detalles y mostrando reiteradamente, con descaro y
alevosía, lo mucho que comparando con otros nos podemos permitir.
Cuando dudemos en
si podemos dañar con nuestras palabras o gestos al que tenemos al lado, nunca
falla el consejo de actuar tal y como te gustaría que hicieran contigo.
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