Anoche Miguel Ángel Jiménez, psicólogo especialista en psicología clínica, impartió la charla titulada "Aprender a vivir sin un ser querido".
La verdad es que no me apetecía
mucho ir. Pero decidí asistir porque aunque nos cuesta e incomoda mucho hablar
de la muerte, creo que es necesario conocer cómo reacciona mente y cuerpo ante
una situación natural e inevitable, pero tremendamente dolorosa e indeseable.
Yo le pediría a todo el
mundo, especialmente en esta situación, que deje de juzgar a los demás y de
ejercer la hipocresía. Y que aprenda a mirar, a escuchar y a acompañar desde el
corazón.
Le dedico este resumen a los
que ahora viven lo que es un duelo. Porque se van a convertir en mejores
personas, y porque tienen todo el derecho del mundo a recomponer su vida y volver
a ser felices.
“El duelo es un
proceso, una situación que todos experimentaremos antes o después. El cerebro
no está preparado para asumir una muerte. Es un proceso doloroso y lento. Hay
que expresar el dolor, es fundamental. Hay que sacar emociones para que el
corazón no se rompa. Puede parecer insoportable pero supone maduración y
crecimiento personal”
“Superamos el duelo
cuando dejo de centrarme en el pasado. Cuando recuerdo al ser querido sin dolor,
con amor y de forma entrañable. Cuando vuelvo a orientar mi vida hacia el
presente y el futuro”
“El primer año del
duelo es el más duro. No se puede generalizar respecto a la intensidad y
duración del mismo. Hay tantos duelos como personas. Depende de muchos
factores. La edad y causa del fallecido, el vínculo y la relación que
manteníamos con esa persona etc.”
“A nivel físico se
puede sufrir ansiedad, dolor o presión en el pecho, palpitaciones, sensación de
falta de aire. Tensión, inquietud, insomnio. Pesadillas, fatiga, debilidad.
Todas estas sensaciones irán disminuyendo con el paso de los días”
“A nivel emocional
influyen mucho las circunstancias personales, familiares y laborales. Cualquier
sentimiento o conducta es normal. La principal emoción suele ser la confusión
acompañada de tristeza, abandono, enfado, rabia, ira. Vacío, soledad, ansiedad,
miedo, culpa. Fracaso, impotencia y desesperanza”
“A nivel de
conducta podemos disminuir o aumentar nuestra actividad. Se puede perder el
apetito y tener pocas ganas de estar con otros, de hablar. Se siente mayor
irritabilidad y susceptibilidad”
“A nivel cognitivo sufrimos un embotamiento mental.
Confusión, olvidos y dificultad de concentración. Nos preguntamos continuamente
por qué. Podemos llegar a cuestionar nuestras creencias religiosas y el sentido
de la vida”
“Al principio todos
nuestros pensamientos y emociones se centran en la persona perdida. Con el paso
del tiempo irán apareciendo recuerdos entrañables que nos reconfortarán. Y
aunque ya nada será igual empezaremos a ilusionarnos con nuevas cosas.
Iniciaremos el camino de la aceptación, que no significa olvidar”
“El duelo como la
persona es único. No todos pasamos por las mismas etapas ni en el mismo orden.
Habrá avances y retrocesos. En fechas señaladas podremos volver a cualquier
etapa. Pero con el tiempo la intensidad y el sufrimiento emocional irá
disminuyendo”
“La primera fase es
de shock, de negación, paralización, desconcierto y silencio. Sufrimos
embotamiento y anestesia emocional. Algunos
pueden actuar como si nada hubiera pasado, con sentimiento de irrealidad”
“En la segunda fase
aparece la ira y la rabia. Se busca a un supuesto culpable. Culpar a alguien o
a nosotros mismos, o al fallecido es una doble carga emocional que no tiene
ningún sentido. Sentimos que lo que nos ha sucedido es injusto e inmerecido.
Sentimos culpa y mucha inseguridad. Disminuye nuestra concentración y memoria”
“En la tercera fase
del duelo empezamos a tener conciencia de la pérdida. No volverá. Sentimos
profunda tristeza, sensibilidad, apatía, desinterés. Se puede llegar a sentir
la presencia del ser querido. A veces podemos sentir el impulso de llevar a
cabo cambios muy radicales. En esta etapa es mejor no tomar decisiones
importantes”
“En la cuarta etapa
empezamos, poco a poco, a afrontar la pérdida, a reorganizar nuestra vida. Empezaremos
a estar preparados para tomar nuevas decisiones. Esta fase requiere de un
esfuerzo personal para avanzar. Para que el sentir y la emoción pase de ser dolorosa
a reparadora. Para no caer o instalarse en la depresión”.
“No se puede
determinar un tiempo concreto, pero transcurridos más de 18 meses un duelo se
puede complicar. Si nos quedamos atrapados en sentimientos como la culpa, la
rabia, la injustica y la tristeza intensa. También si se ha contenido y
reprimido este proceso”
“El ser querido
deja huella. Al principio podemos tener la sensación de oírlo, de sentir que
nos toca, que nos mira, que está presente, incluso llegar a verlo. Es normal, no
nos estamos volviendo locos, y no hay por qué asustarse. También podemos tener
la necesidad de ir a los sitios que íbamos, de tener cerca sus cosas, o todo lo
contrario”
“Hay que superar
muchos retos. Hay que darse tiempo. Hay que aceptar que está muerto y no
volverá. Experimentar dolor y pena sin reprimir ni bloquear esos sentimientos. Hay
que confiar en nosotros mismos. Hay que rehacer la vida sin el ser querido
siguiendo con nuestras tareas, obligaciones, gestiones, relaciones, decisiones
e ilusiones. Apoyándonos en quienes nos quieren y aprecian”
“Superar no es
olvidar. Es tener un lugar para el recuerdo de lo felices que fuimos o de lo
que quisimos y compartimos con esa persona. Es pensar que tengo los recuerdos más bonitos del mundo, que
mi vida sigue hacia adelante, que tengo que volver a ser feliz”
“Debemos
permitirnos estar tristes pero hay que esforzarse para no abandonarse. Conviene
salir a la calle, relacionarse con los demás. No hay que sufrir el duelo en
soledad. Hay que volver a la actividad aunque no se tengan ganas. Como sucedía
antes, que ibas al supermercado sin ganas o quedabas con el cuñado sin ganas. Primero
afrontar tareas sencillas, luego más complejas. Si te apetece hablar de tu
pérdida, dar explicaciones hazlo. O no. Tú decides. Déjalo claro y los demás lo
entenderán”
¿Cómo podemos
ayudar a la persona que está viviendo el duelo?
No limitando el
duelo, ni sus fases. Estando disponible, respondiendo con afecto. Empatizando. Sin
imponer ni juzgar ni cuestionar. No dando ánimos elaborados. Respetando su
actitud o necesidad. Hay que normalizar cualquier emoción, sea la que sea.
Alentando a expresar sentimientos. Sin miedo a nombrar o hablar de la persona
que se ha ido. Sin miedo a emocionarnos juntos, a reír o llorar. Evitando las
frases hechas tipo: el tiempo lo cura todo, es ley de vida, a todos nos va a
llegar, se van los mejores, no somos nadie, tú ya no deberías sentirte así etc.
Hay que estar pendiente de la persona que sufre, provocando situaciones de
comunicación y encuentro, durante un buen tiempo”.
“Comunicar y
compartir con un niño una pérdida es muy duro. Somos su principal fuente de
apoyo y no le podemos abandonar. Por muy mal o triste que yo esté, tengo que estar
con el niño. Y puedo llorar, y no pasa nada, no hay que disimular sentimientos.
Hay que compartir con ellos los positivos y los negativos”.
“El familiar más
cercano y con mejor relación afectiva, no necesariamente los propios padres, es
el que debe darle la noticia. En un lugar familiar, tranquilo, de su entorno. Hay
que ser sincero, claro y directo, evitando eufemismos como que se ha ido de
viaje, se ha quedado dormido etc. Hay que dejarle al niño claro que no va a
volver, que ya no estará con nosotros. Cuando pregunte por qué se le puede
decir que es algo natural, que nos pasará a todos. Hay que estimularle para que
hable de esa persona, y que a su manera exprese sus sentimientos”
“Hasta los 2 o 3 años
los niños no saben qué es la muerte. No hay porque decírselo. Pero sí notan los
cambios que les pueden generar incomprensión y angustia. Por tanto hay que
explicarles qué vamos a ir haciendo y modificando, porque su entorno será ahora
distinto, diferente.
De 3 a 6 años
perciben la muerte como algo temporal y reversible. Suelen preguntar ¿cuándo volverá?
De 6 a 9 años
distinguen vida y muerte, y proceso natural e irreversible.
A partir de los 9
años, como los adultos tienen plena conciencia de la muerte”.
Esta charla fue organizada por la Concejalía de Familia y Mujer del Ayuntamiento de Yecla.
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