viernes, 12 de abril de 2013

Comprando placer



Desde el mes de julio negociar servicios sexuales en espacios públicos en la ciudad de Murcia, podrá ser penalizado hasta con 3.000 € de multa. Las sanciones se aplicarán tanto a prostitutas como a clientes. En opinión de Francisco Martínez Escribano, Decano del Colegio de Abogados de Murcia, “Este tema no se puede abordar sólo desde la óptica policial o de orden público, es algo mucho más complejo”.
Tan complejo que ningún gobierno se atreve a enfrentarse al mismo y empezar a tomar decisiones. Legalizar, regularizar, prohibir... Esta situación alegal les ha venido de maravilla a proxenetas sin escrúpulos, que han convertido el oficio más antiguo del mundo en un negocio espectacular.

No voy a juzgar al hombre que compra sexo y mucho menos a la mujer que lo vende. No pretendo analizar por qué lo demanda o necesita él, ni por qué no busca ella otros medios para obtener ingresos. Ingresos para afrontar sus adicciones, deudas, las necesidades de sus hijos, sus caprichos...
Cualquier persona  tendría que buscar y compartir sexo sólo por pura atracción y deseo, sin transacción económica alguna de por medio.
Cuanta hipocresía y doble moral existe respecto a este tema. Que alguien me explique por qué miramos con desprecio a la mujer que vende su cuerpo, y no al hombre que paga por el. Probablemente porque ellos no tienen la necesidad de exhibirse, no dan la cara.

Hablemos claro. Mayorcitos ya somos todos.
Si existe la prostitución es porque hay demanda, y mucha. Y cada vez más en menores. Y además se ha convertido, junto al tráfico de drogas y de órganos, en uno de los negocios que más capital mueve en el mundo. Pero no es un negocio como otro cualquiera. Porque está liderado por indeseables, por monstruos que convierten a la mujer en una simple mercancía. En un objeto al que se esclaviza y explota hasta límites insospechados.
Miles de mujeres son engañadas para que abandonen sus países de origen y viajen a otros con la promesa de un trabajo. Pero nada ocurre por casualidad. Resulta todo tan perverso, oscuro y malvado. A estas mujeres se las estudia y selecciona, porque tienen que dar el perfil perfecto, reunir una serie de cualidades y circunstancias, para poder obligarlas a prostituirse, atraparlas, someterlas y traficar posteriormente con ellas.

Yo no sé cuál es la solución a este problema. Evidentemente preferiría que ninguna mujer ejerciera. Pero quizás sí lo decide libremente, sin manipulación, coacciones ni chantajes, si opta por convertir esto en un trabajo debería regularizarse su situación. Y como cualquier otro trabajador, por cuenta propia o ajena, tener unos deberes y derechos, en impuestos y prestaciones sociales.
Sin embargo leyendo e investigando sobre el tema,  descubres que por ejemplo en Alemania se ha regularizado la prostitución, y la trata de blancas ha aumentado. Porque la policía no puede hacer redadas tan fácilmente porque los club son legales.
Dándole vueltas al tema al final llego a la siguiente conclusión. Probablemente una de las armas para luchar contra todo esto sea la educación. Una sólida y buena educación en valores, que nos permita tratar siempre a los demás como iguales. 

Les pediría a los hombres que cuando paguen a una mujer, piensen que podría haber detrás, investiguen, tengan la plena seguridad de que ejerce con libertad.
Si yo decidiera, por ejemplo, alguna vez pagar a un hombre, creo que necesitaría pensar que nadie le esta coaccionando. Que nadie le ha dado una paliza, o tiene amenazada a su familia. Que no vive aterrorizado por lo que le pueda suceder. Que hace esto por propia voluntad. Y que el dinero que le voy a entregar será para él, no para un intermediario. 
Piensen también los hombres que cualquiera de sus hijas podría caer en la droga, y probablemente tendría que prostituirse para poder adquirir su dosis diaria. Y antes o después acabaría atrapada en la trata de blancas, de la que resulta muy difícil escapar.

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