domingo, 8 de noviembre de 2020

El virus que todo perturba


 

Me despierto demasiado temprano, sin necesidad alguna de madrugar porque hoy es domingo. No puedo volver a conciliar el sueño y me siento frente al ordenador. Desde hace meses me enfrento a la página en blanco, me reto a escribir una y otra vez y no lo consigo. No es la primera vez que afronto la angustiosa sensación de sentir que igual ya he perdido ese pequeño y quizás único talento que tengo. También siento que estoy incumpliendo la promesa que le hice a una profesora de literatura. “Nunca dejes de escribir”, me dijo cogiéndome de las manos, tras finalizar el evento donde otra de mis mejores profesoras de literatura recibió un merecidísimo reconocimiento.

Pues precisamente pensando en ellas, que dejaron ya de pasearse por este mundo, siento que dentro de mi cabeza una débil vocecita me dicta, me provoca y anima a sacar cuanto llevo dentro. Y lo que llevo dentro es seguro lo mismo que todos vosotros. Una pelota de incertidumbre, desasosiego, sorpresa, inestabilidad, inseguridad, decepción, zozobra y miedo, que unas veces mengua y otras crece por la situación que estamos viviendo.

Un microorganismo compuesto de material genético, microscópico, que solo puede reproducirse dentro de las células de otros organismos, además de hacernos enfermar en mayor o menor grado, dejar secuelas, y provocar o acelerar la muerte, está consiguiendo desestabilizar, desmontar, confrontar y poner del revés a nivel político, económico y social el barco en el que todos viajamos.  

Qué etapa tan difícil, tan desequilibrada y variable, tan de película, de ciencia ficción, nos está tocando gestionar, vivir, sin manual de instrucciones. No, no voy a caer tal vez en lo más fácil en estos momentos, en juzgar, en criticar, en buscar responsables y culpables de la situación en la que estamos. Pero sí me atrevo a decir que nuestros principales líderes políticos, y los incluyo a todos en el lote, me están decepcionando y demostrando, como otras veces, que no están a la altura, que piensan mucho más en sí mismos, en mantenerse en el cargo que ocupan, a costa de lo que sea, que en proteger y sacar adelante a toda una nación.

A estas alturas ponerme a investigar de dónde, cómo y por qué ha surgido este virus ya no me aporta, no me interesa. Hay tantas elucubraciones y versiones que uno se pierde, se desconcierta y agota. Ahora lo que realmente me preocupa e importa, y pido, es que confíen, permitan y sigan las indicaciones, obedezcan, a los investigadores especializados en virología, a los que estudian y saben cómo un virus infecta, invade y provoca una determinada respuesta inmunológica causando diferentes tipos de daños en su huésped.

A ver si somos todos capaces, de una maldita vez, de remar en la misma dirección. Seamos sensatos, por favor, lo que estamos viviendo sólo se puede combatir con responsabilidad individual y comunitaria, con solidaridad y civismo, desde todas las áreas y frentes. Y por supuesto conociendo en todo momento la realidad de la situación, sin manipulaciones, sin empequeñecer ni magnificar el problema.

Si algo parece que tienen y tenemos claro frente al virus que nos ataca es que se ceba con las personas de edad avanzada, y con los organismos más debilitados y sensibles, enfermos, por convivir con patologías varias. Ante una sociedad que sólo nos mide por lo que producimos y consumimos, por el ‘tanto tienes tanto vales’, a menudo me pregunto qué intenciones tenemos con todos ellos, hasta dónde seríamos capaces de llegar. Cada vez que alguien expresa alegremente que le da igual que los ancianos se mueran, incluso que casi conviene y todo que esto suceda, me remuevo por dentro.  

Por supuesto que todos moriremos, nadie es inmortal. Y tengo muy claro que prolongar la vida cuando ya no existe posibilidad de remontar a veces causa más dolor, deterioro, frustración, culpabilidad y desconsuelo que otra cosa. Pero no usemos esto de excusa ante una realidad que ya se conocía pero que ahora, con el Covid, ha visto mucho más la luz, el maltrato y abandono de personas ancianas.

Y tampoco utilicemos esto, el Covid, el miedo, la desinformación, el patio revuelto, los intereses económicos encubiertos, para bajar la guardia, como ya está sucediendo, con el diagnostico, el seguimiento, los tratamientos, y la investigación de otras patologías y enfermedades, como por ejemplo el cáncer, capaces de causar mortalidad a edades muy tempranas.

Creo que todo ser humano es único, válido, irrepetible. Y tiene que ser tratado, con o sin enfermedad, con menor o mayor edad, sea una u otra su capacidad económica, con la máxima humanidad, respeto y atención hasta el final de sus días.  

Ya para terminar os invito a reflexionar con las palabras de Mary Beard, historiadora inglesa, Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales en 2016.

“Como historiadora, creo que en unos cientos de años verán nuestro tratamiento al anciano del siglo XXI como una gran mancha en la cultura. Algo así como los manicomios del siglo XVIII. Habrá muchos libros y tesis doctorales sobre cómo y por qué lo hicimos tan mal”.

 

jueves, 19 de marzo de 2020

Calma, higiene y poca vida social



Cuando empecé a oír hablar sobre el coronavirus pensé que China estaba muy lejos y que esa situación no nos podía afectar. Quizás en las relaciones y transacciones económicas sí, pero no a nivel social, físico, sanitario y emocional. Ahora, en este preciso momento, ponernos a discutir si se tomaron o no las medidas adecuadas para que este virus no penetrara y se expandiera por nuestro territorio de poco nos sirven. Está campando a sus anchas por Europa y por el resto del mundo, y para malgastar energías no estamos.

Desde hace semanas nos están bombardeando desde muchos frentes con toda clase de informaciones, confabulaciones, predicciones y supuestos que en la mayoría de los casos nos está provocando mucho miedo, angustia, ansiedad, desconfianza y alarmismo. O dejamos de hacer caso y de compartir por redes sociales todo aquello que no provenga de una fuente oficial, es decir, de los que realmente entienden de la materia, de nuestro sistema sanitario, nuestros médicos, científicos e investigadores o vamos a terminar, como ya está sucediendo, comportándonos masivamente de forma irracional, inadecuada y contraproducente.

Por favor vamos a calmarnos todos, no nos dejemos llevar por la histeria, porque nuestros expertos sanitarios nos están diciendo que aunque resulta muy contagioso el 85% de las personas que lleguen a padecerlo simplemente pasarán unos días un poco pachuchos en casa, más o menos como si de una gripe se tratara.  Es verdad que en algunos casos si se precisará de un ingreso hospitalario, pero aun así la mayoría lo superará sin grandes complicaciones.

Quienes sí pueden tener problemas muy serios, y morir, no nos lo están ocultando, son las personas de mayor edad, nuestros abuelitos, y todos aquellos que padecen distintas enfermedades o afecciones crónicas. Por eso precisamente para proteger a los más vulnerables, resulta vital, urgente, parar la cadena de contagios. Y como ya hemos podido comprobar con los chinos la forma más rápida de hacerlo es aislarse socialmente, porque el virus se pasa de una a otra persona.

Por favor seamos sensatos, solidarios, responsables y afrontemos esto de una vez con cordura, orden, tranquilidad, calma y paciencia. No permitamos que el miedo, el pánico, se apodere de nosotros. Contamos con información suficiente para hacer lo posible para prevenir contagiarnos, podemos consultar cuantas dudas se nos presenten. Obedezcamos, salgamos solo de casa para lo realmente necesario. Vamos a confiar en nuestro sistema sanitario, tenemos que ayudarles, apoyarles, liberarles de una sobrecarga, de un colapso, para que consigan que este virus se lleve por delante a la menor cantidad de personas posibles.

Por tus padres, por los míos, nuestros abuelos, tíos, suegros, familiares y amigos cuya salud es más delicada, más endeble que la tuya o la mía, dejemos de comportarnos como imbéciles, seamos solidarios, caminemos unidos para que esta pesadilla que tantas repercusiones económicas nos va a dejar acabe cuanto antes.

Cuídate y cuida de los tuyos. Hagamos uso de nuestro maravilloso humor e ingenio, de nuestra creatividad. Tenemos muchos recursos, opciones e ideas para hacer llevadero nuestro confinamiento en casa. Vivimos una situación nueva, excepcional y temporal. La vida nos está dando una gran lección en muchos sentidos.

Unidos somos mucho más fuertes de lo que imaginamos. Vamos a poder con esto y con más. Tenemos la ocasión de comportarnos como seres humanos extraordinarios o vulgares y mezquinos. Tú, qué eliges.

jueves, 5 de marzo de 2020

Reto a los hombres a que entren en el mundo de las mujeres


Hace unos días me ofrecieron escribir sobre el 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, y a punto estuve de rechazar la propuesta. Y qué voy a decir yo, pensé, qué puedo aportar, qué necesidad de exponerme públicamente, de intentar ser creativa, original, cuando todos sabemos perfectamente cómo deberíamos comportarnos y actuar para que la igualdad entre mujeres y hombres, en todos los ámbitos de la vida, fuera ya de una vez real y efectiva.

Dudando en sí aceptar o no este reto les comenté por whatsapp a algunas mujeres de mi entorno, y también en mi lugar de trabajo, la propuesta que me habían hecho y les pedí colaboración, que compartieran conmigo sus ideas, reivindicaciones y sugerencias. Reaccionaron de forma tan rápida y enriquecedora que me siento un poco abrumada, porque resulta imposible plasmarlo todo en tan poco espacio. ¡Qué gran responsabilidad escribir ahora!

Aunque algunas se sientan más o menos identificadas o representadas con los actos, celebraciones, concentraciones y manifiestos del 8M, todas coinciden en que hay que acabar con el machismo, con la desigualdad estructural entre hombres y mujeres. Pero sin formar dos bandos, sin culpabilizar a los hombres ni victimizar a las mujeres, sino forjando otra realidad, otros modelos mucho más igualitarios, equitativos, libres y sanos tanto para unas y otros.

Y para llegar a esto hay que terminar con los roles y estereotipos de género,  con los conceptos, actitudes y comportamientos que encasillan, determinan y condicionan tanto a mujeres como a hombres. Que limitan expectativas y metas provocando desigualdad y discriminación. Y esto, que seguimos inculcando y transmitiendo todos de manera inconsciente, solamente puede ser desmontado y corregido con una potente herramienta, la educación.

Hay que educar en igualdad, en valores, desde todos los frentes, todos a una,  familia, escuela y sociedad. Y también en relaciones de pareja, en sexualidad. Hay que enseñar a querer, a amar desde la libertad, el respeto y el diálogo, porque a edades cada vez más tempranas ya están practicando ellos y sufriendo ellas violencia de género. Y no hay mayor fracaso y catástrofe en una sociedad que los más inocentes y vulnerables, los menores, sufran abuso y violencia por nuestra incompetencia y terquedad a la hora de sustituir modelos caducos y dañinos. Permitamos que la escuela ayude a las familias a prevenir y romper los modelos de convivencia tóxica basados en unos roles de género sexistas. Cuidemos en casa, en nuestras relaciones de pareja, nuestros gestos, formas y palabras porque los menores son esponjitas, espejos que imitan y reflejan lo que ven.

Afrontemos también de una vez, eduquemos en ello, que las responsabilidades domésticas, el cuidado y la educación de los hijos, la atención a las personas mayores y enfermos tienen que asumirse y repartirse de forma equitativa. Porque ese sobreesfuerzo, esa doble jornada, ese rol de cuidadora que en la mayoría de los casos asume en un elevado tanto por ciento la mujer trabajadora, parece que nos viene impuesta de fábrica, genera agotamiento físico y emocional, y mucha frustración. Que la mujer se sienta la ‘mula de carga’ conlleva un incremento de las tensiones en la vida familiar y antes o después acaba pasando factura, rompiendo parejas. 


El eterno rol de ‘cuidadoras’ también nos perjudica a nivel laboral. Me comentó una vez un empresario que no contrataba a más mujeres no porque no hicieran bien su trabajo, sino porque cuando no eran los hijos, eran los padres los que las reclamaban debiendo pedir permisos y reducciones de horario para atenderles.

Todos coincidimos en que se han producido muchos avances, pero la mujer todavía no ha alcanzado la igualdad en el ámbito laboral respecto a oportunidades, trato y resultados. Con la misma formación, capacidades y habilidades muchas mujeres realizando el mismo trabajo siguen ganando menos que sus compañeros hombres. ¿Por qué? Además, las mujeres tienen mayores tasas de paro, empleos más precarios, y menos oportunidades de progresar y ascender en su trayectoria laboral. Y la maternidad sigue condicionando e impidiendo la contratación de mujeres, y continúa siendo un motivo de no renovación de contrato y de despidos, muy bien camuflados. Si sumamos a esto las dificultades que tienen las mujeres con discapacidad para acceder al trabajo, o para reincorporarse las que sufren secuelas por haber superado un cáncer, o la invisibilidad que se ha impuesto a las mayores de cincuenta años, el panorama es desalentador y tan, tan injusto. ¡Cuánto potencial, talento y experiencia desperdiciados!

Preguntémonos cada día qué tipo de sociedad queremos para nuestras hijas e hijos y actuemos en consecuencia. Las mujeres, nuestras antecesoras, fueron capaces de plantar cara, batallaron, rompieron moldes para ser libres, para poder  elegir y tomar las riendas de su vida, siendo mucho más que esposas y madres. Nosotras hemos entrado en el mundo de los hombres, y ahora les toca a ellos hacerlo en el de las mujeres.

Queremos hombres, compañeros de viaje, que nos acompañen, sientan, vean y traten como a iguales. Que no vayan ni por delante ni detrás sino a nuestro lado. Hombres empáticos, sensibles, auténticos, que expresen y compartan sus emociones, que se escuchen y conecten consigo mismo, que abandonen esos roles machistas que tanto les exigen y perjudican.
 


domingo, 23 de febrero de 2020

No me quieras tanto, quiéreme mejor


El 18 de febrero asistí a la conferencia ‘No me quieras tanto, quiéreme mejor’ impartida por Carmen Ruiz Repullo, doctora en Sociología y licenciada en Ciencias Políticas. Premio Meridiana 2017 por la labor en materia de coeducación y prevención de la violencia de género en jóvenes.

Carmen Ruiz imparte formación en materia de género y prevención de la violencia de género a profesorado, alumnado, familias y personal técnico de administraciones públicas. Para mostrar a los adolescentes de qué manera se accede al peligroso círculo de las relaciones tóxicas y violentas, y detectar posibles situaciones de maltrato al verse reflejados en ellas creó ‘La historia Pepa y Pepe’.La socióloga representa la violencia de género en una escalera que ambos protagonistas, adolescentes que acaban de comenzar una relación, van subiendo peldaños. En cada escalón, Pepe controla un poco más a Pepa. Esta historia con la que lleva trabajando más de quince años está basada en hechos reales, en lo que las jóvenes le contaban en sus charlas y talleres.  

Durante la charla, organizada por el Centro de Atención Especializada para Mujeres Víctimas de Violencia, CAVI, la ponente habló de los mitos y creencias en torno al amor.
Comparto a continuación algunas de las cosas que escuchamos.

“Los mitos del amor nos hacen creer que cuando más duele el amor más felicidad. Este mito genera una consecuencia: el amor no se encuentra presente en la tranquilidad afectiva”.

“Hay muchos tipos de amor, muchos mitos.  El amor platónico inculca la idea de la idealización. Te enamoras del ideal, de lo que crees que es. Luego, la realidad es bien distinta. En el amor pasional (se da mucho en las telenovelas) se lanza la idea de que hay que sufrir por amor, que algo cambiará y que algún día llegará todo lo bueno. En el amor romántico, el amor para siempre, prima la idealización y la división de roles. Mujer: entrega, subordinación, renuncia y sacrificio. Hombre: protección, seguridad y sexualidad. Por amor la mujer se da por entero, renuncia a todo. Si la historia sale mal, marca, deja huella, hace mucho daño”.

“El mito de la pasión eterna es la creencia que sostiene que la pasión amorosa del principio debe durar para siempre en la relación. Las investigaciones sobre este tema, como la de Fisher (2004), ya advierten de la ‘fecha de caducidad’ de la pasión vivida en un principio. El enamoramiento dentro de la relación se va ajustando con el tiempo dando lugar a otras formas pasionales, otras formas de pasión que se van gestando en la relación a lo largo del tiempo”.

“El mito de la media naranja expresa la idea de que las personas estamos predestinadas. Está basada en el ideal de complemento. La felicidad de mi vida está basada en el encuentro con otra persona, mi pareja.”


“El mito del emparejamiento es la idea que sostiene que la pareja, al igual que la monogamia, son algo universal y natural en todas las culturas. Esa creencia deja fuera de lo ‘normativo’ a aquellas personas que no cumplen con el ‘esperado fin’ de tener pareja, y menos heterosexual”.

“Los cuentos tradiciones ofrecen distintos tipos de mujer. Los podemos clasificar como, mujer blanca: pura, buena, guapa, limpia, reservada. Mujer roja: rebelde, amante, libre, atractiva, luchadora. Y mujer negra: sola, solterona, amargada, fea y bruja. Desde pequeñas nos dicen que debemos ser mujer blanca”.

“Cuando trabajo con el alumnado muchos creen que un poco de celos en la pareja es bueno. Y cuánto es un poco o un mucho les digo en los talleres que hago con ello. Usamos el ‘celómetro’. Primero se empieza con las bromas (esa faldita no me mola, por qué has saludado a ese etc.) luego los enfados, el careto, las peleas. Los celos nunca se pueden entender como una forma de pasión. Si tu pareja te quiere no te controla, no te aísla, no te limita, te respeta”.

“Para los padres que piensen que no hay que hablar de relaciones de pareja, de educación sexual a los niños pequeños, deciros que muchas criaturas están teniendo relaciones sin la información ni formación adecuadas. Alucinaríais si os cuento lo que me dicen y preguntan en Educación Primaria. Hay que abrir los ojos a la realidad porque hay niñas de 12 años saliendo con chicos de 16, y de 15 con chicos de 20, que ya están sufriendo violencia de género. Solo se denuncia un 20%”.

“A las niñas se las hipersexualiza desde muy pequeñas, ojo con esto. Luego, a los quince años no le digas a tu hija que así vestida no sale a la calle. Es lo mismo que con los móviles, si le das a un niño de dos años el móvil, la tablet para que te deje tranquilo, no pretenderás negárselo a los doce”.

“Mucha atención también con dividir a las chicas, a las mujeres, como decentes o guarras. En el segundo caso las estás poniendo en riesgo. Como ella no se respeta a sí misma, pues yo tampoco. Si sufre una agresión sexual, ella se lo ha buscado”.

“No nos han enseñado a querer, educación en el amor. Aprender a quererse a sí mismo. El alumnado con el que trabajo me pregunta, y cómo saber cuándo alguien te quiere. Te quiere cuando te respeta, dialoga, comparte, conversa. Cuando tienes libertad para quedarte o para irte”.

“El verdadero amor es el que se da entre personas libres e iguales. Tu pareja no tiene que ser el pilar de tu vida, no puedes depender en todo constantemente de él/ella. No puedes centrar todo tu tiempo, tu existencia en el otro. Hay cosas que son innegociables. Si no hay libertad para estar y para irse, si te limita, si no te aporta, dale puerta”.
 

“La escalera cíclica de la violencia de género en la adolescencia se sube peldaño a peldaño. Los peldaños se agrupan en tres tramos. El primer tramo es el que más rápido se sube.

Primer tramo.
1º peldaño, control de ubicación, amistades, estético, redes sociales y móvil.
2º peldaño, aislamiento de amistades, hobbies y familia.  
3º peldaño, chantaje y culpabilización.
4º peldaño, agresión sexual bajo falso consentimiento. ¿Se mantienen siempre relaciones cuando realmente se quiere?
Segundo tramo.
5º peldaño, desvalorizaciones, humillación, insulto, minando la autoestima.
6º peldaño, intimidación (lanza una patada a la papelera, un puñetazo a la pared. Te avisa de que el próximo golpe irá hacia ti)
7º peldaño, amenazas, cultura del miedo.
8º peldaño, agresiones físicas iniciales (empujones, etirones de pelo etc.)
Tercer tramo.
9º peldaño, agresión sexual con fuerza.
10º peldaño, violencia y agresión física severa”.

“Se tiende a culpabilizar a la víctima por subir los escalones, yo les digo esto a los adolescentes. Si intentas meter a una rana viva en una olla de agua muy caliente, el animal huirá al instante. Si la metes con el agua a temperatura ambiente y vas calentando poco a poco, la rana estará demasiado débil para huir cuando el agua empiece a hervir. Hay que apoyar a Pepa, poner la mano para que salte, o agarrarla y sacarla. El único culpable es el que agrede, jamás la víctima. Para que una chica pueda salir de esa escalera tiene que estar toda la sociedad apoyando”.

“Si no me quieren no me voy a matar para que me quieran. Me tengo que querer yo.  Cuando una pareja deja de quererse no pasa nada, no hay que vivirlo como un fracaso. No podemos caer en el mito de que el amor todo lo puede, y que a este lo cambio yo, tengo el poder de salvarlo. Ni tampoco en el mito de la media naranja, pensar que la soledad se acaba cuando estás en pareja. Ni en el amor romántico, me perteneces y mando en ti”.

“Qué nos transmite lo que conocemos como amor romántico. Entrega total, hacer de la otra persona lo más importante de mi vida. Vivir experiencias de felicidad y sufrimiento. Perdonar y justificar todo en nombre del amor. Estar todo el tiempo con la otra persona. Desesperar ante la idea de una ruptura. Pensar todo el tiempo en la otra persona. Idealizar a la otra persona.  Hacer todo juntos. Todo esto no es sano”.

“Los medios de comunicación muestran modelos de pareja basados en unos roles de género sexistas tanto para chicas como para chicos”.

“El machismo, el pilar del patriarcado, es una semilla muy bien sembrada y regada. El machismo, privilegios a costa de las mujeres, es social y cultural y lo practican tanto hombres como mujeres. Os animo a los hombres a ser diferentes, a acabar con esto, porque también os perjudica”. 

“Qué potencia y defiende la masculinidad hegemónica. No ser mujer, no ser homosexual, ser fuerte, tener paciencia, ser competitivo, no expresar debilidad ni sentimientos. La masculinidad hegemónica conlleva ciertos riesgos, causa absentismo y abandono escolar, accidentes de tráfico, suicidios, consumo de drogas y prisión. Ser hombre no es un punto de llegada sino un proceso de demostración continua. La masculinidad siempre está en duda y depende de pasar cada una de las pruebas”.

“Con educación y pedagogía se puede transformar, generar un cambio social. La ciudadanía tiene un poder enorme. La escuela tiene la obligación de educar en igualdad, porque en algunos hogares no se hace. Sin igualdad no hay democracia”.

“La tecnología, las redes sociales, el móvil es un espacio más, un vehículo, un instrumento en nuestras vidas. El que tiene valores, el que es buena persona, lo es en Instagram y en la cafetería. Las nuevas tecnologías no son responsables de un modelo de amor”. 


https://www.youtube.com/watch?v=IpaabDdQNO8