martes, 8 de enero de 2019

¿Hasta cuándo?


Acaba de comenzar 2019 y mientras la mayoría ha elaborado su lista de propósitos, retos e ilusiones para los próximos 365 días, ya tenemos a varias familias para las que el año ha comenzado de la peor forma posible. Unos conmocionados por la primera víctima mortal de violencia de género del año, y otros porque han descubierto que sus hijos varones decidieron celebrar la salida y entrada del año violando a una mujer. En seis días de 2019, son dos las agresiones sexuales en grupo investigadas en nuestro país.

Publica el periódico El Español comentarios de vecinos y conocidos de los cuatro detenidos ya en prisión, de 19 a 24 años, en Callosa d’En Sarrià, Alicante. Vienen a decir que nadie se esperaba algo así porque “los padres de los agresores son buenas personas. No entienden los vecinos cómo les han podido salir unos hijos así. Y aunque algo se sabía, alardeaban de ello los detenidos, de que habían acabado montándoselo con alguna chavala en grupo, no creían sus conocidos que fuese de verdad”. Fue la hermana de uno de los detenidos quién avisó a la Policía de lo que estaba sucediendo.

Ante esto, violaciones en grupo o individuales, evidentemente a todos se nos revuelven las entrañas. Y claro que nos apetecería colgarles por los mismísimos, y unas cuantas cosas más. Pero como el asunto es tan serio, complejo, y puede ir a más hay que abordarlo a fondo. Aquí no hay que hacer distinciones entre  nacionalidades, edades, creencias religiosas, ideologías y estatus social de los violadores. Si verdaderamente somos sensatos hay que hacer mucho más que exigir que se endurezcan las penas, y no se permita salir a la calle a los que está demostrado por los propios profesionales que los tratan y conviven con ellos dentro de las prisiones, que nunca se van a reinsertar, que no tienen solución, y que son un verdadero peligro para el resto de los ciudadanos.

Contraproducente y peligrosa puede resultar la simplificación que muchas veces realizan los medios de comunicación, la falta de reflexión y los fenómenos de masas. Porque responsables de lo que acontece en mayor o menor medida somos todos. Psicólogos, trabajadores y educadores sociales nos llevan tiempo advirtiendo de lo mal que está educando la sociedad a sus niños y adolescentes. La deshumanización, entre otras cosas, ayuda a generar monstruos. Qué futuro nos espera si a unos cuantos menores se les educa sin normas, restricciones, obligaciones, permitiéndoles y dándoles todo, a su libre albedrío, sin conciencia  de que todo acto conlleva una consecuencia. Dejándoles hacer porque no se puede ya con ellos. Y a otros tantos sin proporcionarle lo más básico y fundamental, un hogar feliz, con afectos, atención y reconocimiento, un entorno seguro, equilibrado, sin violencias, sin maltrato, sin abandono, que les acompañe en sus necesidades madurativas y emocionales.


Hace unos días otro periódico, El Mundo, publicaba que “al menos veinte agresiones sexuales múltiples han sido investigadas en 2018… Sin conocerse aún datos del pasado año, las cifras arrojan 1.517 hombres detenidos e investigados en 2017 por agresiones con y sin penetración”. Desde luego que la cifra, impresiona.

Resultaría ridículo, absurdo, poner en duda que la mayoría de los hombres son buenos. Me consta  que al igual que nosotras, las mujeres, están preocupados. Porque evidentemente, para empezar, todos los hombres tienen madres y la mayoría hermanas y pareja, y muchos más además hijas, sobrinas y nietas. Y dudo que ninguno de ellos quiera que los suyos puedan vivir algo así.  

Yo no quiero bandos de mujeres y hombres porque todos formamos parte de esta sociedad, de esta cultura, del sistema patriarcal, de los estereotipos y micromachismos, que nada bueno aportan. En nuestras manos está cambiar conciencias, ideas, actitudes, estilos y modos de vida.
Lo que sí quiero y exijo es que reflexionemos todos sobre qué modelos de relaciones y sexualidad están sirviendo de ejemplo, de guía, a nuestros adolescentes. También deberíamos tener muy claro que cuando se detecta una conducta inapropiada, que escapa a nuestro control, que puede ocasionar daño a terceros no se puede mirar hacia otro lado. Hay que buscar ayuda profesional para erradicar, reconducir, dicha conducta. Y ante cualquier abuso, agresión, ante cualquier tipo de violencia siempre hay que intervenir, hay que denunciar.

Las hijas, las mujeres, me parece que ya nos sabemos de sobra la lección. Y a los hijos varones, hasta cuándo vamos a esperar para enseñarles, desde bien pequeños, que la violación no es un acto sexual, no es una opción, no es un juego, un reto. No es algo a imitar, no es ejemplo de nada. Y que jamás se puede minimizar el daño que genera en el otro o responsabilizar a la víctima. La violación es una agresión relacionada con la voluntad de ganar, de someter, de poder, donde las mujeres o los hombres no son más que objetos sexuales a disposición del que la ejerce, practica y obtiene placer con ello. Que nadie se engañe pensando que la violación procede de un instinto sexual básico masculino que no se puede reprimir. Es algo mucho más social que biológico.
Creo que no me equivoco al pensar que la mayoría de los padres y madres probablemente hablan muy poco de sexo con sus hijos. Esta cuestión, como otras, se ha derivado, delegado, a la escuela. Pues visto lo visto conviene hacerlo, y en profundidad sin tapujos ni vergüenzas y bien documentados. Si con los hijos somos capaces de abordar e insistir en temas como el alcohol, el tabaco, las drogas, las ludopatías, por qué no les hablamos sobre la pornografía, la prostitución, la trata de blancas etc.
A estas alturas, por el bien de todos, espero que nadie siga creyendo que el hablar de estos temas con los menores es incitarles a probarlo. Si queremos que nuestra sociedad no se trastorne y enferme más de lo que ya está  y  mujeres, niños, personas mayores, personas con discapacidad y el colectivo LGTB se conviertan en el blanco de los monstruos que la propia sociedad genera…actuemos, y de forma contundente.