miércoles, 20 de abril de 2022

Y por qué leer

 

 

Cada 23 de abril se celebra el Día Internacional del Libro. No me parece mala idea dedicar un día a concienciar, a dar visibilidad a un fin concreto, en este caso, a promover e incentivar el hábito de la lectura. Pero para lograr que un objetivo tenga éxito, convenza y sume a muchos, conviene ser constante y trabajar en ello cada día.

Desde la infancia, a unos más a otros menos, nos han inculcado el hábito de la lectura. Mi madre nos leía cuentos y nos recitaba poesías, y yo disfrutaba muchísimo con ello. De niña siempre estaba enferma de la garganta. Entonces los pediatras recetaban antibiótico, casi siempre a través de inyecciones.  Recuerdo perfectamente suplicar, llorar, al médico para que me mandara el jarabe de sabor más asqueroso o la pastilla más difícil de tragar con tal de evitar el suplicio de los pinchazos en el trasero. Una vez, nos ha contado muchas veces mi madre, siendo yo muy pequeña tuve una ocurrencia que le provocó un gran apuro. Siempre acudíamos a la consulta de un practicante muy próximo al edificio donde residíamos. El señor ya tenía una edad, poco le faltaba para jubilarse. A los ojos de una niña ya era bastante mayor. Un día le pregunté, cuándo se iba a morir… ¡Bendita inocencia! Mi madre se sonrojó e incomodó bastante conmigo, él ante semejante salida soltó una sonora carcajada y no permitió que mi madre me regañara.

Por supuesto que a mi madre le daba mucha pena que yo estuviera siempre con la dichosa garganta. Para compensar el trance de las inyecciones cuando terminaba el tratamiento me llevaba a una librería, y me compraba el cuento que yo escogía. Nunca me faltaron libretas y colores para escribir e ilustrar mis propias historias. Ya de mayor tuve la inmensa fortuna de tener excepcionales profesoras de lenguaje y literatura, que impulsaron mi afición por leer y escribir. Y después, siempre estuve y estoy rodeada de amigas con las que comparto la maravillosa adicción a la lectura. Ni ellas ni yo concebimos vivir sin leer.

Cuando leemos, señalan los expertos en la materia y ha quedado científicamente demostrado, ejercitamos nuestro cerebro. Leer previene el declive cognitivo, incrementa la concentración, la memoria. Desarrolla y enriquece nuestro vocabulario, mejora la expresión oral y escrita. La lectura aumenta el conocimiento y estimula el intercambio de información. Leer nos permite pensar con reflexión y estar más activos. Reduce los niveles de estrés, el ritmo cardíaco y la tensión muscular. Alimenta la imaginación y la empatía. En mi opinión leer nos hace más libres, nos equilibra, enriquece y sana.

En la vida vamos todos acelerados, siempre corriendo, con poco tiempo para hacer realmente lo que nos gusta y apetece. Al ir tan limitados probablemente el rato que dediquemos a una actividad nos hará renunciar a otra. No seré yo quien juzgue o critique en qué y cómo invierte cada uno su tiempo de descanso, ocio y relax. Pero creo que conviene buscar, reservar, sustituir, un ratito de nuestro tiempo para leer. Tampoco vale de excusa no poder invertir dinero en libros porque disponemos de buenas bibliotecas, muy actualizadas, que nos prestan cuantos ejemplares escojamos. Y en el mundo virtual podemos acceder, de forma bastante asequible, a mucho material.

En otras cosas me equivocaré, pero en esta me parece que no. Nos conviene y mucho practicar la lectura. Resulta una adicción muy saludable, todo son ventajas. Si no hemos generado el hábito desde la infancia o lo perdimos, a tiempo estamos siempre de recuperarlo. ¡A leer!

 


 

lunes, 18 de abril de 2022

El pintor de almas

 

 

La última novela de Ildefonso Falcones, como las anteriores, resulta una interesante propuesta, no defrauda. Te engancha desde el primer momento, manteniendo la expectación del lector de principio a fin.

La acción se desarrolla en Barcelona a principios del siglo XX. Una época de enorme agitación social, de lucha entre la clase obrera que vivía en unas condiciones durísimas, empobrecida y explotada, y la burguesía que alardeaba y competía en lujos y suntuosidad. La novela describe muy bien los acontecimientos históricos con unos personajes que viven todo tipo de vicisitudes y contrariedades. Amor, política, religión, miseria, tragedia, guerra… Son muchos los palos que toca el libro.

He disfrutado mucho con esta novela y sin duda, la recomiendo. Es densa, larga (casi 700 páginas) pero se lee de forma amena y rápida. Quiero destacar algunos párrafos del final del libro, de la nota del autor.

“He pretendido, de la mano del Dalmau, mostrar al lector una visión amplia de un movimiento tan creativo e imaginativo como fue el modernismo, que evolucionó a lo largo de tres decenios, con grandes arquitectos y artesanos que fueron artífices de lo que hoy admiramos. Sin embargo, al lado de esa magnificencia en la construcción de edificios y hasta en la forma de pensar de una parte considerable de la burguesía barcelonesa, coexistía la miseria característica de la Revolución Industrial”.

“Resulta sorprendente el papel que desempeñaron en esa lucha obrera las mujeres. Unas mujeres, como Emma, cuyos derechos distaban mucho de los de los hombres. Portando a sus hijos pequeños encabezaban las manifestaciones para impedir los disparos y las cargas policiales contra sus esposos, hermanos y padres”.

“El gran poeta catalán Joan Maragall calificó a las clases dirigentes de Barcelona de cobardes y egoístas, instó a la Iglesia a acercarse más a los obreros y a colaborar en la creación de una sociedad más justa”.

 

lunes, 11 de abril de 2022

Transbordo en Moscú

 

 

Eduardo Mendoza comparte con el lector a través de sus personajes, a ratos con un sentido del humor ácido e irónico que te provoca una carcajada, pero que también te hace sentir cierta nostalgia, derrotismo y amargura, sus opiniones sobre un amplio abanico de temas. La novela amena y de lectura rápida analiza muchas cuestiones actuales desde distintos ángulos.

 

Las andanzas del protagonista, Rufo Batalla, nos permiten viajar por todo el mundo y también trasladarse en el tiempo a finales del siglo XX. Nos encontramos con la caída del muro de Berlín, la transición política y la prosperidad económica española, los últimos coletazos de la Guerra Fría, el espionaje tras el Telón de Acero, donde nadie se fiaba de nadie, las ideologías del fascismo y el comunismo, entre otros temas.

 

‘Transbordo en Moscú’ es la tercera y última entrega de la trilogía protagonizada por Rufo Batalla. ‘El rey recibe’ y ‘El negociado del yin y el yang’. Aunque se pueden leer de forma independiente quizás debí leer antes las anteriores, ya veremos si lo hago.

 

Comentaba el autor sobre su novela que “hay cosas que nunca cambiarán su curso y el paso de los años, lejos de hacer que soplen vientos de progreso, solo contribuye a afianzar nuestra primera impresión. El mundo continuará siendo desconfiado, parasitario e interesado y nosotros nos tornaremos egoístas, mezquinos e inflexibles”.

 

En la novela de Mendoza la lectura y los viajes cobran gran importancia.

“Leer es indispensable para forjar nuestro propio criterio sobre lo que nos rodea y así desmantelar los puntos de vista vacíos de fundamento. Solo leyendo podremos desentrañar la verdad que se esconde detrás de tantas palabras sonoras y rimbombantes. Viajar, por otro lado, nos permitirá apreciar con nuestros propios ojos lo que hasta entonces solo habíamos aprendido en un trozo de papel”.

 

Sinopsis

 

La vida de familia y la de agente secreto no son fáciles de compaginar. Las aventuras de Rufo Batalla parecen terminar tras casarse con Carol, una rica heredera. Pero siempre por razones ajenas a su voluntad Rufo viajará a Londres, Nueva York, Viena o Moscú y se enfrentará a situaciones insólitas, obligado a desempeñar papeles que nunca habría elegido. Asiste el lector a los fenómenos sociales de la etapa final del siglo XX a través de la impagable mirada de un Rufo Batalla dividido entre una plácida existencia y su compromiso con el pretendiente a un trono de opereta. Nada de cuanto le sucede, sin embargo, le hace perder la compostura. El fin de siglo presagia cambios irreversibles.