Celebramos el 8 de
marzo Día Internacional de la Mujer Trabajadora, lamentando que en muchos
países a las mujeres se les niegan derechos humanos fundamentales. Se fomente y
perpetúe la violencia contra ellas. Se las trate como seres inferiores,
inmaduros, infantiles y depravados. A diferencia de los hombres ellas no tienen
derecho a voto, no pueden estudiar, heredar bienes ni elegir con quién y cuándo
contraer matrimonio. Ni vestirse a su gusto ni conducir un vehículo. Se las
vende como bienes y asesina en nombre del honor. En la actualidad la mujer
sigue siendo discriminada en la cultura, la religión, en aspectos familiares, laborales
y económicos. Aunque las leyes de algunos países hablen de igualdad, entre la
teoría y la práctica suele haber un abismo.
En nuestro país celebramos
esta fecha con elevadas cotas de paro, y debiendo encajar que continuamos entre
los países europeos con mayor discriminación laboral hacia la mujer. Las
comparaciones resultan siempre odiosas. Pero en esta cuestión sí nos convendría
compararnos a otros países. Como Noruega, Finlandia, Dinamarca o Canadá que han
sabido conciliar la vida laboral y familiar bastante mejor que nosotros.
Media vida llevo
escuchando que hay que aplicar programas de formación, información y
sensibilización para promover un cambio en nuestra sociedad. Que permita
estrategias más flexibles en la organización del trabajo en las empresas, y un
reparto de tareas domésticas más justo y equilibrado entre hombres y mujeres.
Pero en este tema, como en otros, avanzamos
lamentablemente a pasitos de hormiga.
En España la mujer
que se plantee ser madre y seguir en el mercado laboral lo tiene bastante crudo.
Nuestras jornadas laborales son excesivamente rígidas y prolongadas. Y escasa,
sino nula, la coordinación de estas con los horarios escolares. Y los sueldos,
como toda la vida, siguen siendo inferiores al de los varones, aun desempeñando
el mismo trabajo e invirtiendo la misma cantidad de horas.
Señalaba hace unos
días la secretaria de la Organización Murciana de Mujeres Empresarias y
Profesionales de la Región de Murcia (OMEP) que “una de las soluciones para que
la mujer pueda conciliar su vida familiar y profesional sería la adaptación en
nuestro país del horario de trabajo europeo”. No puedo estar más
de acuerdo con ella. Nuestros horarios, comparándonos con nuestros vecinos
europeos, siguen siendo irracionales. Hemos demostrado con creces, que por pasar más horas en el trabajo
no somos más productivos y competitivos. Entonces ¿Por qué no los cambiamos?
Por qué nos cuesta tanto admitir nuestros fallos, y poner en práctica lo que a
otros sí les funciona.
Que nadie dude que
las mujeres lo estamos haciendo francamente bien. Hemos conseguido derrocar por
completo la expectativa que se nos inculcó desde
que el mundo es mundo: casarse, tener hijos y atender su hogar. El rol
femenino ha cambiado y todavía, unos más que otros, no se han acostumbrado del
todo. Las mujeres, cada vez con mejor formación universitaria invaden los
espacios del hombre. Un hombre del que ya no se espera lo mismo dentro del
hogar y de la familia. A los que estamos pidiendo que en vez de ser nuestros
rivales, nos apoyen y acompañen en este fantástico camino que es la vida.
“Mediante el
trabajo ha sido como la mujer ha podido franquear la distancia que la separa del
hombre. El trabajo es el único que puede garantizarle una libertad completa”.
Simone de Beauvoir
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