domingo, 11 de abril de 2021

Desde el Rinconcito

 

A mediados de mayo cumpliré dos años en el departamento de archivos del hospital de la localidad donde resido. Por tener trabajo uno se debe sentir agradecido. Y muy afortunado si, además, compartes la jornada laboral con personas que te integran en su grupo, equipo, familia. Donde participas de relaciones y vivencias que superan lo estrictamente profesional.

 
Recordando los miedos e inseguridades que surgieron al inicio de esta nueva trayectoria laboral, que fui sorteando de la mano de este grupito de personas maravillosas, jamás se me pasó por la cabeza que alguna vez tendría que afrontar lo que ahora estamos viviendo, la muerte de un compañero.

Si a mí, una de las benjaminas del ‘rinconcito’, me ha llenado de tristeza y rabia que este maldito virus haya vencido a Javier, después de plantarle cara en la UCI durante casi 3 meses, cuánto más a mis compis que compartían con él desde hace años una relación de cariño, complicidad, intimidad, confianza, fraternidad y lealtad. Pensando en ellos, y también en su familia, me atrevo a compartir lo que pienso.

Nunca se está preparado ni nos han enseñado a afrontar la muerte, ni en el entorno personal, ni en el profesional. Recibes un bofetón de la vida que te descoloca y genera diversidad de emociones, reacciones y reflexiones. Pero por complicado e incómodo que resulte, nunca sabe uno qué decir, es necesario llorarlo, hablarlo, expresarlo y compartirlo apoyándose los unos en los otros.  Y eso hicimos desde el primer momento, y haremos en adelante para asumir y adaptarnos a este vacío, a su ausencia. Le necesitábamos y le esperábamos, planeando una gran celebración una vez que se hubiera recuperado.  

A Javier no le vamos a olvidar. Le vamos a tener presente cada día porque se ganó nuestro cariño, confianza y lealtad. Seguiremos expresando en voz alta y recordando momentos muy especiales, entrañables. Su experiencia, entrega y pasión por el trabajo, su voz, su sonrisa, su mirada, sus ocurrencias, bromas, sugerencias y correcciones nos seguirán acompañando y guiando.

Puede que ensalzar a la persona que ya no está entre nosotros suene a tópico, pero lo cierto es que a nuestro compañero le valoraba y apreciaba todo el personal del hospital que lo conoció y trató. Porque, además de un gran profesional, era una persona cercana, sincera, simpática, honesta, humilde, atenta, sencilla y servicial.

Dicen que de todo lo que nos pasa, de lo bueno y de lo malo, siempre se aprende algo. En mi caso, si hay algo de lo que me arrepiento, y me sirve de lección porque no es la primera vez que me sucede, es de las veces que tuve la oportunidad y no lo hice, por distintas circunstancias, de disfrutar con esta segunda familia del ámbito profesional de más momentos de encuentro y bienestar fuera del lugar de trabajo.  

 


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