jueves, 3 de enero de 2013

Carta a los Reyes Magos





Hace unos días mi sobrina, con gran desparpajo y salero, trató de sonsacarme qué pensaba pedirles a los Reyes Magos. Le contesté que lo que sus Majestades quisieran. Como yo me temía, la genética pocas veces falla, no se dió por satisfecha. Entonces para contentarla le aseguré que me conformaba con recibir el trofeo y diploma de “tía favorita del mes”.
En realidad si existiera la posibilidad de poder formular un deseo, sé muy bien lo que pediría. Algo que no se puede adquirir con dinero. Que no se intercambia, ni almacena, ni recupera. Que no se hereda ni traspasa. Que intentamos medir, controlar, administrar y consumir, unas veces con más éxito que otras. Un regalo que a menudo no valoramos ni recompensamos. Y que muchas veces lo apreciamos y deseamos cuando ya es demasiado tarde.
Yo les pido a sus Majestades: TIEMPO.
Tiempo para disfrutar de la familia que nos tocó por azar y de la que hemos elegido formar.
Tiempo para poder deleitarme con cada párrafo de la última novela que ha llegado a mis manos. Para sumergirme e implicarme en la historia, convirtiéndome en un personaje más que comparte aventuras y desventuras con el protagonista.
Tiempo para redactar correos y mensajes a las personas que aprecio y valoro. Compartiendo emociones, temores, dudas, alegrías y penas. Para crear  artículos e historias que sugieren, exponen y reivindican que necesitamos y podemos conseguir un mundo bastante mejor del que hemos heredado.
Tiempo para escuchar, sonreír y abrazar a la amiga con la que voy posponiendo encontrarme, porque siempre surge algo aparentemente más importante, más urgente.
Tiempo para convertir el cocinar en una excitante y placentera aventura, y no en una obligación monótona y reiterativa ¡Qué lujo dejarse atrapar y seducir por los cinco sentidos! Atreviéndose a experimentar, a crear nuevas composiciones.
Tiempo para caminar por la calle, de ida o regreso del trabajo, a un ritmo medio que permite observar cada detalle. E incluso, por qué no, consumir unos minutos conversando con personas conocidas a las que tantas veces nos limitamos a decir un simple “hola” o “adiós”.
Tiempo para que el hecho de alimentarse sea algo más que una necesidad básica. Que comer sea un motivo de satisfacción, de goce, de encuentro con la pareja o la familia.  Masticando despacito, saboreando cada textura. Y no una carrera en la que engulles e intentas terminar y recogerlo todo lo antes posible para continuar con otro asunto.
Tiempo en definitiva, para disfrutar plenamente de los pequeños momentos, que son los que más felicidad nos aportan, y los que menos valoramos.
Necesitamos tiempo queridos Reyes Magos para aprender a vivir, a ser mejores personas, y a dejar un mundo más humano.



2 comentarios:

  1. ¿Y conseguiste que tu sobrina te comprendiera? Tal vez ella esté todavía en una edad en que el tiempo nos sobraba y no sabíamos muchas veces en qué emplearlo. ¿Te acuerdas? Todos fuimos niños un día. ¡Qué tiempos aquellos!

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  2. Comparto ese mismo deseo. Excelente artículo, me ha encantado.

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