sábado, 24 de enero de 2015

Cualquier doctrina que llame a matar no es religión.




Si algo voy teniendo claro, con el paso de los años, es que a las personas no se las puede clasificar ni por razas, ni por religiones. Toda cultura y forma de vida es igualmente válida. No existe una verdad absoluta. Todo es cuestionable. Hay cientos de matices. Nadie tiene derecho a juzgar la conducta y las opiniones de otro, siempre y cuando respeten y cumplan los derechos humanos. Nos unen más similitudes que diferencias. Me niego a pensar que con suficiente sabiduría, lucidez y moderación resultemos tan incompatibles como para segregar odio, xenofobia, enfrentamiento y muerte.

Creo que la única clasificación coherente y válida sería dividir a la humanidad en personas buenas y personas malas. Y entre esas personas malas, ni lo duden, existen los demonios. Demonios que tergiversando e interpretando a su antojo sus creencias y legado, pretenden apoderarse de la riqueza y el poder de sus países de origen, y  del resto del mundo si encuentran la suficiente confusión, desequilibrio, desencanto y división como para penetrar por una rendija y extenderse como la hiedra.

Que nadie se confunda nunca. Cualquier doctrina, venga de donde venga, que coaccione y fuerce, que aterrorice, que se imponga por la fuerza, que someta a sus fieles a un pensamiento único, y llame a matar a quien no crea en ella, en nombre de un profeta, de un dios, o de una fuerza sobrenatural, lo mismo me da, eso nunca es religión, eso es otra cosa.

Si nos tomamos la molestia de comparar lo que unas y otras religiones proponen no existen grandes diferencias. El cristianismo, el islam, el judaísmo hablan en sus textos de vivir en paz consigo mismo y con su prójimo, de hacer el bien, de practicar la bondad, el perdón y la misericordia. Otra cosa, bien distinta y muy peligrosa, es la interpretación de esas palabras recogidas en mandamientos, prohibiciones y obligaciones, tradiciones y costumbres que recogen la Biblia, el Corán y el Talmud, con intenciones y fines políticos y económicos muy alejados de la religión.  

Bebiendo de muchas fuentes, lo que tengo bastante claro es que en estos momentos no podemos caer en el error de juzgar a toda una comunidad musulmana, por las acciones de una serie de grupos radicales, integristas. Grupos terroristas que surgen en países con gobiernos inestables y corruptos, donde la pobreza, la violencia, la injusticia y el desequilibrio social campa a sus anchas. Radicales que amparándose erróneamente en la religión, matando a su propia gente, pretenden llegar al poder en su propio beneficio. Integristas que extienden ponzoña, lavan cerebros, programan para el insulto, la amenaza y el odio. Fanáticos que con el terror quieren anclarse en la Edad Media, en lo primitivo, en la opresión, la dictadura, la ignorancia.

No soy especialista ni en religión, ni en política, ni en relaciones internacionales pero me preocupa lo que acontece en países como Iraq, Siria y Nigeria. Todas las vidas de seres humanos deberían ser igual de valiosas, custodiadas y protegidas. Sin embargo no es así. A veces pienso que nadie interviene porque lo mismo da que se maten entre musulmanes. Porque son tantos y tan diversos los intereses económicos y políticos detrás de cada acción y conflicto.

No sé sí acertaré con mis palabras, quizás resulten simplonas o crueles, si planteo que habría que intervenir, actuar con eficacia, donde sea necesario, para eliminar y erradicar a todos los demonios. A todos los que practican la limitación de derechos humanos y  libertades. No podemos permitirnos que en algunos países venza y prevalezca la ignorancia, el oscurantismo, el miedo y el fanatismo religioso. En lugar de la tolerancia, el respeto, la diversidad, la aceptación y la integración. Pensar que solo se verán perjudicadas y sufrirán las sociedades de esos países es un gran error. Como nos ha demostrado la experiencia con algunos virus, me temo que blindar las fronteras contra la maldad y el salvajismo, a la larga, pueda resultar casi imposible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario