Publicado en “Siete Días
Yecla”
“Transgénicos”
Hace
días leí en la prensa que a diferencia de España, diez países de la Unión Europea , ya han regulado
las medidas de coexistencia, que establecen las distancias mínimas de
aislamiento que tienen que separar a un cultivo transgénico de otro
convencional para reducir las posibilidades de contaminación genética.
Enseguida me vino a la cabeza la
conocida frase de Hipócrates “somos lo que comemos”. Pero ¿qué comemos? me
pregunté. Pocas veces me he planteado, no se ustedes, si disponemos de
suficiente información sobre como manipulan y transforman los alimentos que
ingerimos cada día. Si realmente está garantizado nuestro derecho de libre
elección como consumidores. Mucho me temo, por ejemplo, que el etiquetado de
los productos que usamos sea tan específico y fiable como debiera.
Con
la salud, señores, no se juega. Además de seguir la dieta mediterránea vamos a
tener que analizar mucho más lo que consumimos. Ya estamos pagando por los
errores y atropellos cometidos contra la naturaleza. Pero esto no es nada para
lo que se nos avecina.
No
hace demasiado tiempo he sabido que los transgénicos son organismos vivos
creados artificialmente a los que se
introducen genes de otro ser vivo. La industria de la biotecnología asegura,
que estas nuevas semillas mejoradas pueden resistir la acción de las plagas e
inclemencias del clima, se desarrollan en condiciones extremas, y según algunos
hasta podrían ser la solución para terminar con el hambre en el mundo. Pero
cuidado, no es oro todo lo que reluce. La comunidad científica y las
organizaciones ecologistas afirman que los transgénicos pueden generar alergias
y resistencia a los antibióticos. Y provocar la contaminación de plantas
silvestres con pólenes de organismos modificados lo que supondría la
desaparición de multitud de especies. La industria de la biotecnología sostiene
que no hay evidencia de daño pero resulta que no existen estudios toxicológicos
fiables. Los posibles riesgos para la salud, a medio o largo plazo, por ingerir
transgénicos, bien directamente o a través de los animales de los que nos
alimentamos, no están siendo evaluados y su alcance sigue siendo desconocido.
Tampoco se ha resuelto el problema de la coexistencia entre los cultivos
modificados genéticamente, los convencionales y los ecológicos.
El
tema es como para preocuparse. Y empezar a pedir explicaciones con urgencia.
Porque digo yo, lo primero que habría que debatir es la seguridad alimentaría y
la garantía de biodiversidad y en último lugar, hablar de beneficios económicos.
Que sinistro, imprudente y denunciable me parece este modo de actuar. Nos
tienen mal informados y engañados.
Llevamos
años perjudicando al medio ambiente, intoxicando la tierra con pesticidas,
plaguicidas y fertilizantes, entre otros. Ahora además tendremos que hacer
frente al cultivo de especies a las que se ha alterado su código genético.
La
biotecnología se ha convertido en un multimillonario negocio de unas cuantas
sociedades anónimas estadounidenses, que a través de la venta, fusión o absorción,
pueden aparecer o desaparecer convertidas en otras, eludiendo así posibles
responsabilidades de daños a medio o largo plazo. EEUU ha apostado abiertamente por el uso
generalizado de transgénicos y está presionando a Europa para que incremente la
superficie cultivada. En la UE se comercializan en torno a
una veintena de especies modificadas pero podrían incrementarse al doble en
menos tiempo de lo que imaginamos. Otra cosa a valorar es que los cultivos
transgénicos son plantas patentadas con derecho de propiedad intelectual. Por
tanto se prohíbe a los agricultores reproducir, intercambiar o almacenar
semillas de su propia cosecha. Lo de erradicar el hambre en el mundo, mucho me
temo que no va a poder ser. Más bien todo lo contrario.
Ahora
que tanto se habla de desarrollo sostenible y educación ambiental vamos a tener que espabilarnos y exigir a las
autoridades competentes que empiecen a contarnos la verdad.
~ Delfina Marco ~
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