Si
existieran genios dentro de lámparas mágicas, y me dieran la oportunidad de
formular un deseo creo saber que pediría. Algo que no se intercambia, ni
almacena, ni recupera. Un bien que no se hereda ni traspasa. Tampoco se puede
adquirir o incrementar con dinero. Escapa de nuestras manos por mucho que
pretendamos retenerlo, u obligarle a avanzar más lento o más rápido según nos
convenga.
Mi deseo
está dotado de infinitas posibilidades y expectativas, que a menudo no
valoramos hasta que descubrimos que se nos agota. Intentamos medirlo,
controlarlo, administrarlo y consumirlo, unas veces con más acierto y éxito que
otras. Avanza sin cesar. No permanece estático. Es el valor, la posesión más
importante que tenemos. Desperdiciarlo equivale a no saber gestionar y
aprovechar nuestras vidas. Minuto consumido, minuto irrecuperable. En nuestro
día a día generalmente utilizamos el reloj y el calendario como instrumentos para
medirlo. Yo pediría:
tiempo.
Tiempo para disfrutar con intensidad los pequeños momentos, que a menudo son los que más dicha nos aportan, y los que menos valoramos. Tiempo para invertir y dedicar a la familia que nos tocó por azar, y de la que hemos elegido formar parte. Tiempo para saber escuchar y compartir emociones, éxitos y fracasos con las personas que apreciamos.
Tiempo para disfrutar con intensidad los pequeños momentos, que a menudo son los que más dicha nos aportan, y los que menos valoramos. Tiempo para invertir y dedicar a la familia que nos tocó por azar, y de la que hemos elegido formar parte. Tiempo para saber escuchar y compartir emociones, éxitos y fracasos con las personas que apreciamos.
Necesitamos
más tiempo para aprender a vivir, a ser mejores personas y a dejar un mundo más
sensible y solidario. Y para ello, cada día tengo más claro, que deberíamos
replantearnos seriamente la singularidad e irracionalidad de nuestros horarios
laborales. Horarios que convendría modificar. Para que sean más flexibles y
parecidos al resto de nuestros vecinos europeos. Así se favorecería y
facilitaría la igualdad y la globalización. Si a ellos les funcionan, ¿Por qué no
probarlo? ¿No seríamos capaces de producir lo mismo invirtiendo menos tiempo,
como ellos?
Conciliar la
vida familiar y laboral, más en unas que en otras profesiones, resulta muy
complicado. Por mucho que te organices o delegues, sobre todo en el caso de las
mujeres con hijos, solventarlo todo con éxito sin renunciar a nada, resulta
tarea imposible.
Desgasta,
deprime y frustra no disponer de tiempo para practicar y desarrollar las
actividades, habilidades y talentos que nos hacen destacar, y sentirnos únicos,
líderes. Que nos ayudan a desconectar de obligaciones, imposiciones y
problemas. Nos regeneran, activan, fortalecen y cargan de ilusiones. Nos
alegran, nos dan vida. A nosotros, y a los que tenemos cerca.
Desde que conocí a la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles (ARHOE), una entidad sin ánimo de lucro cuyos fines son concienciar a la sociedad sobre el valor del tiempo, la importancia de su gestión, y promover medidas que faciliten una racionalización de los horarios en España, aprovecho siempre que tengo ocasión para difundir cuanto plantean y organizan. Creo que llevan mucha razón, y que antes o después lograrán lo que se proponen.
ARHOE
celebrará su IX Congreso Nacional para Racionalizar los Horarios
Españoles los próximos días 21 y 22 de Octubre, en Ciudad Real.
Ojalá los medios de comunicación se hagan eco de todo cuanto se debata y
acuerde.
Promover y conseguir calidad de vida para todos, nos conviene y beneficia.
Promover y conseguir calidad de vida para todos, nos conviene y beneficia.
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