lunes, 6 de octubre de 2014

Un deseo


Si existieran genios dentro de lámparas mágicas, y me dieran la oportunidad de formular un deseo creo saber que pediría. Algo que no se intercambia, ni almacena, ni recupera. Un bien que no se hereda ni traspasa. Tampoco se puede adquirir o incrementar con dinero. Escapa de nuestras manos por mucho que pretendamos retenerlo, u obligarle a avanzar más lento o más rápido según nos convenga.

Mi deseo está dotado de infinitas posibilidades y expectativas, que a menudo no valoramos hasta que descubrimos que se nos agota. Intentamos medirlo, controlarlo, administrarlo y consumirlo, unas veces con más acierto y éxito que otras. Avanza sin cesar. No permanece estático. Es el valor, la posesión más importante que tenemos. Desperdiciarlo equivale a no saber gestionar y aprovechar nuestras vidas. Minuto consumido, minuto irrecuperable. En nuestro día a día generalmente utilizamos el reloj y el calendario como instrumentos para medirlo. Yo pediría: tiempo. 
Tiempo para disfrutar con intensidad los pequeños momentos, que a menudo son los que más dicha nos aportan, y los que menos valoramos. Tiempo para invertir y dedicar a la familia que nos tocó por azar, y de la que hemos elegido formar parte. Tiempo para saber escuchar y compartir emociones, éxitos y fracasos con las personas que apreciamos.

Necesitamos más tiempo para aprender a vivir, a ser mejores personas y a dejar un mundo más sensible y solidario. Y para ello, cada día tengo más claro, que deberíamos replantearnos seriamente la singularidad e irracionalidad de nuestros horarios laborales. Horarios que convendría modificar. Para que sean más flexibles y parecidos al resto de nuestros vecinos europeos. Así se favorecería y facilitaría la igualdad y la globalización. Si a ellos les funcionan, ¿Por qué no probarlo? ¿No seríamos capaces de producir lo mismo invirtiendo menos tiempo, como ellos?
Conciliar la vida familiar y laboral, más en unas que en otras profesiones, resulta muy complicado. Por mucho que te organices o delegues, sobre todo en el caso de las mujeres con hijos, solventarlo todo con éxito sin renunciar a nada, resulta tarea imposible.
Desgasta, deprime y frustra no disponer de tiempo para practicar y desarrollar las actividades, habilidades y talentos que nos hacen destacar, y sentirnos únicos, líderes. Que nos ayudan a desconectar de obligaciones, imposiciones y problemas. Nos regeneran, activan, fortalecen y cargan de ilusiones. Nos alegran, nos dan vida. A nosotros, y a los que tenemos cerca. 

Desde que conocí a la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles (ARHOE), una entidad sin ánimo de lucro cuyos fines son concienciar a la sociedad sobre el valor del tiempo, la importancia de su gestión, y promover medidas que faciliten una racionalización de los horarios en España, aprovecho siempre que tengo ocasión para difundir cuanto plantean y organizan. Creo que llevan mucha razón, y que antes o después lograrán lo que se proponen.

ARHOE celebrará su IX Congreso Nacional para Racionalizar los Horarios Españoles los próximos días 21 y 22 de Octubre, en Ciudad Real. Ojalá los medios de comunicación se hagan eco de todo cuanto se debata y acuerde. 
Promover y conseguir calidad de vida para todos, nos conviene y beneficia.

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