lunes, 23 de marzo de 2015

Venciendo miedos y gritando al mundo ¡basta ya!




En cuanto vi esta imagen sentí ganas de aplaudir, de vitorear a estas mujeres y de compartir su historia. Porque lo que no trasciende, lo que no se comparte y difunde permanece en el limbo, en tierra de nadie, como si no existiera, como si no aconteciera realmente. Muestran las protagonistas de la imagen un coraje una valentía inusual rompiendo con la tradición, mostrando lo nunca visto. Atreviéndose a portar el ataúd de una mujer. Respaldadas, apoyadas por hombres, a los que también aplaudo, que formaron una cadena entre ellos, cogiéndose de las manos, para protegerlas.

En Kabul, Afganistán, jamás se había producido algo similar. Un acto de protesta tan multitudinario y tan emotivo por la muerte de una mujer. Las apoyo y me siento orgullosa de ellas pero no puedo alegrarme, pues el motivo que generó tal reacción es tremendamente despiadado. Decenas de mujeres vencieron sus miedos, reaccionaron así por el asesinato de Farkhuna una joven de 27 años que fue salvajemente golpeada, lanzada al cauce de un río seco y quemada, ante decenas de personas, incluida la policía afgana que no hizo absolutamente nada para evitar esto. Porque supuestamente la víctima, luego descubrieron que no, había prendido fuego a un ejemplar del Corán.

No puedo dejar de plantearme que aunque esa mujer hubiera llegado a lastimar ese Corán, semejante afrenta, aberración, agravio, falta, o delito, o cómo ellos quieran calificarlo ¿No hubiera sido más que suficiente sancionarla económicamente, o imponerle una pena de trabajo social en beneficio a la comunidad, o un arresto domiciliario, o incluso obligarla a pedir disculpas públicamente a través de los medios de comunicación, o todo incluido?
No defienden todas las religiones que sus profetas y/o dioses, son seres extraordinarios, perfectos, misericordiosos, divinos. Pues entonces, cómo pueden llegar a producirse este tipo de actos. Quienes y por qué pueden generar tanto odio hacia otro ser humano.

Ahora señala el gobierno afgano que se han detenido a varias personas implicadas en este linchamiento, y reconocen que la policía actuó “demasiado tarde”. Demasiado es lo que están aguantando millones de mujeres. Multitudes que medirán cada palabra, cada gesto, cada paso, su propia sombra y suspiros para evitar verse en una situación similar. Portando este féretro estas mujeres han roto su silencio, han desafiado al miedo, han puesto caras a tanta injusticia y anulación de derechos. Pero ellas solas poco pueden cambiar. Ahora más que nunca precisan de esos hombres que formaron una cadena para protegerlas. Ellos tienen que dar la cara por ellas, por sus mujeres. Si realmente las quieren, aunque sea un poquitín, si no quieren verse en la tesitura de tener que enterrar a una esposa, hija, madre, sobrina o nieta tendrán que plantarse de una vez por todas y acabar con semejante radicalismo, fanatismo y salvajismo. Y tienen que empezar educando a sus descendientes, sobre todo a los varones, de otro modo. Rompiendo con esos cánones, estereotipos, con ese legado perverso y envenenado.

Nos centramos todos últimamente mucho en lo que supone, promueve y podría generar el yihadismo y no deberíamos olvidar que en otras partes del mundo, por ejemplo en Latinoamérica, también se producen salvajadas semejantes hacia las mujeres.
Por mucho que avance la ciencia y la tecnología si existen comunidades capaces de aplicar castigos y venganzas propias de la Edad Media ¿Qué adelanto es este?
Aunque todos los días siga descubriendo decenas de miserias, desgracias y atrocidades no pienso acostumbrarme a sentirme indiferente. No pienso callar, silenciar o mirar hacia otro lado, o pensar que el mundo es así y que no tiene solución.
Si ni siquiera fuéramos capaces de escribir, conversar, opinar, criticar y denunciar este tipo de cosas, mostrando a nuestros hijos, las mujeres y hombres del mañana, los grandes errores de esta sociedad ¿Qué tipo de personas, de seres humanos seríamos?

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