jueves, 1 de octubre de 2015

A favor de una muerte digna


No albergo la más mínima duda de que Antonio Lago y Estela Ordóñez han tomado la decisión más dura de su vida. No quieren que su hija, Andrea, que nació hace 12 años con una enfermedad neurodegenerativa irreversible y cuyo estado se ha agravado sin remisión, siga sufriendo. Estos padres piden para su hija una muerte digna. Pero el hospital de Santiago de Compostela donde la menor permanece ingresada se niega a retirarle el tratamiento. El servicio de pediatría afirma que “tal y como establece la normativa vigente y en el ejercicio de una buena práctica clínica, está actuando ante esta circunstancia según los principios más estrictos de la ética. Y que en su proceder hay un respeto total por la legislación vigente".

Apoyo por completo a estos padres y su decisión de desconectar a la niña. Y que acudan a la vía judicial porque no quieren prolongar la agonía de su hija, algo que es irreversible.

Somos capaces, por amor y compasión, de poner fin al sufrimiento de un animal cuando ya no hay esperanza ni solución posible, pero no actuamos igual con los seres humanos.
Respeto y entiendo a los que creen que es un ser superior el que debe fijar el día y la hora. Pero yo defiendo que sí debería existir una ley estatal de ámbito nacional que regule el derecho a una muerte digna. Y por qué no también de eutanasia.

Cuesta mucho hablar en España sobre la muerte.
Me sorprende que trece años después de que la Ley de Autonomía del Paciente regulase la expresión de las voluntades anticipadas, el uso de este derecho aún no haya cristalizado en la sociedad.
Las Voluntades Anticipadas o Testamento Vital, es decir, un documento, un texto, revocable en cualquier momento, en el que una persona puede especificar qué tratamientos y cuidados quiere o no recibir si llega una situación en la que no sea capaz de expresarlo personalmente, sigue siendo algo desconocido para la gran mayoría de los ciudadanos.

No es la primera vez ni será la última en que salga a la palestra el tema de la eutanasia. Y antes o después habrá que abordarlo. Legislar esa opción, en mi opinión, como en el caso del aborto no significa ni mucho menos predisponer, presionar, obligar o coaccionar a nadie a escoger esa alternativa. La cuestión no es imponer ni sentenciar ni penalizar, es contemplar distintas vías de actuación y que cada uno, en función de sus creencias, ética, moral, conciencia o sentimiento escoja siempre libremente.

Actualmente cinco países permiten la eutanasia; Holanda, Bélgica, Suiza, Luxemburgo y Colombia. Y otros como Alemania, Italia, Francia, Noruega, Dinamarca, Austria, Suecia, Hungría, Brasil, Uruguay y República Checa, además de los estados americanos de Washington, Oregón, Montana, Nuevo México y Vermont permiten la muerte digna, autorizan “el bien morir”.
 
Ojalá nunca me encuentre en la situación de Antonio y Estela, a los que mando un fuerte abrazo. Pero en lo que respecta a mi persona si alguna vez por enfermedad, accidente o vejez mi existencia se convirtiera en puro sufrimiento, y una mínima calidad de vida brillara por su ausencia, espero, deseo y ruego que aquellos que permanezcan a mi lado, y que realmente me quieran y valoren, por amor y por compasión, no consientan jamás en alargar mi vida, mi agonía innecesariamente.  

Vivimos en una continua campaña electoral. Por eso les pediría a todas las formaciones políticas, que no utilicen la dura situación de esta familia para fáciles promesas, que a la vista de lo sucedido en los últimos años, probablemente luego no cumplirán.

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