sábado, 14 de noviembre de 2015

Estremecidos por París

Imagen de conectanoti.com


Ya tenemos lamentablemente otra fecha para recordar, hasta dónde es capaz de llegar el ser humano cuando el fanatismo religioso, la maldad y el odio corroen mente y corazón. Y la persona deja de ser persona para convertirse en un demonio, de carne y hueso capaz de asesinar de la forma más violenta y despiadada a todo el que se cruce en su camino. Poderosa arma la del terror. Qué bien lo saben estos monstruos.

Con el estómago encogido, nos acostábamos todos cuantos conocimos casi de inmediato lo que estaba sucediendo en el centro de París. Y así nos hemos despertado la gente de bien. Sobrecogidos, desconcertados, conmocionados, confusos, con mucha tristeza y con miedo.

Miedo porque como señala José Manuel Velasco “en cualquier rincón del mundo somos vulnerables a la acción salvaje del terrorismo. Nuestra vida depende de cómo la respeten los demás, cómo la protejan los valores del sistema, cómo se administre la justicia, cómo se eduque para la convivencia y cómo se gestionen las creencias, entre ellas las que tienen que ver con la libertad".

Según vamos conociendo más detalles y testimonios de los que han vivido esta masacre, esta barbarie inhumana sin sentido ni justificación alguna, más preocupación e incertidumbre nos ronda sobre qué va a suceder ahora. Y más fácil nos resulta ponernos en la piel de los familiares de las víctimas y de los heridos. Ellos son ahora los que más ayuda, consuelo y apoyo precisan. Porque se van a preguntar el resto de sus vidas, por qué.

Yo no quiero que se liberen los odios y se intoxiquen los corazones de resentimiento y de ansias de venganza, pero esto no tiene perdón. No se puede eximir a los yihadistas de sus acciones. Y nos tienen que doler por igual estos asesinatos como los que están llevando a cabo los mismos autores en otras partes del mundo.

Hay que acabar con ellos y urge hacerlo. Tienen que cortar de raíz la financiación económica que perciben. Tienen que erradicar a los que están sumando y movilizando a cientos de personas desgraciadas y vulnerables, convirtiéndoles en autómatas sin piedad ni compasión para su causa. Entrenándoles para asesinar sin cuestionarse absolutamente nada. Consiguiendo que la meta de su vida sea matar a cuantos más mejor. Tienen que fulminar, porque por duro que suene no hay otra manera, a las cabezas que están orquestando todo esto.

Gobiernos, especialistas en terrorismo y cuerpos de élite de las fuerzas de seguridad tienen que actuar de forma conjunta, para combatir y prevenir el terrorismo yihadista. 
Pero si algo debemos tener muy claro siempre y exigirnos todos, aun en los momentos más duros y desconcertantes, es no confundir jamás ser árabe, ser musulmán con ser yihadista.

No seamos simplistas ante esta movilización yihadista sin precedentes. Señala Fernando Reinares que “muchos de los descendientes de inmigrantes musulmanes en Europa Occidental, a menudo atrapados entre dos culturas, no muestran afecto hacia la nación en que han nacido o donde han crecido, pero tampoco apego hacia la nación de la que son originarios sus padres. Los gobiernos tienen un serio problema con el acomodo de los musulmanes de segunda generación en el seno de nuestras sociedades plurales y pluralistas”.


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