jueves, 2 de junio de 2016

Aprender a vivir sin un ser querido


Anoche Miguel Ángel Jiménez, psicólogo especialista en psicología clínica, impartió la charla titulada "Aprender a vivir sin un ser querido". 
La verdad es que no me apetecía mucho ir. Pero decidí asistir porque aunque nos cuesta e incomoda mucho hablar de la muerte, creo que es necesario conocer cómo reacciona mente y cuerpo ante una situación natural e inevitable, pero tremendamente dolorosa e indeseable. 
Yo le pediría a todo el mundo, especialmente en esta situación, que deje de juzgar a los demás y de ejercer la hipocresía. Y que aprenda a mirar, a escuchar y a acompañar desde el corazón.
Le dedico este resumen a los que ahora viven lo que es un duelo. Porque se van a convertir en mejores personas, y porque tienen todo el derecho del mundo a recomponer su vida y volver a ser felices.

“El duelo es un proceso, una situación que todos experimentaremos antes o después. El cerebro no está preparado para asumir una muerte. Es un proceso doloroso y lento. Hay que expresar el dolor, es fundamental. Hay que sacar emociones para que el corazón no se rompa. Puede parecer insoportable pero supone maduración y crecimiento personal”

“Superamos el duelo cuando dejo de centrarme en el pasado. Cuando recuerdo al ser querido sin dolor, con amor y de forma entrañable. Cuando vuelvo a orientar mi vida hacia el presente y el futuro”

“El primer año del duelo es el más duro. No se puede generalizar respecto a la intensidad y duración del mismo. Hay tantos duelos como personas. Depende de muchos factores. La edad y causa del fallecido, el vínculo y la relación que manteníamos con esa persona etc.”

“A nivel físico se puede sufrir ansiedad, dolor o presión en el pecho, palpitaciones, sensación de falta de aire. Tensión, inquietud, insomnio. Pesadillas, fatiga, debilidad. Todas estas sensaciones irán disminuyendo con el paso de los días”

“A nivel emocional influyen mucho las circunstancias personales, familiares y laborales. Cualquier sentimiento o conducta es normal. La principal emoción suele ser la confusión acompañada de tristeza, abandono, enfado, rabia, ira. Vacío, soledad, ansiedad, miedo, culpa. Fracaso, impotencia y desesperanza”

“A nivel de conducta podemos disminuir o aumentar nuestra actividad. Se puede perder el apetito y tener pocas ganas de estar con otros, de hablar. Se siente mayor irritabilidad y susceptibilidad”

“A nivel cognitivo sufrimos un embotamiento mental. Confusión, olvidos y dificultad de concentración. Nos preguntamos continuamente por qué. Podemos llegar a cuestionar nuestras creencias religiosas y el sentido de la vida”

“Al principio todos nuestros pensamientos y emociones se centran en la persona perdida. Con el paso del tiempo irán apareciendo recuerdos entrañables que nos reconfortarán. Y aunque ya nada será igual empezaremos a ilusionarnos con nuevas cosas. Iniciaremos el camino de la aceptación, que no significa olvidar”

“El duelo como la persona es único. No todos pasamos por las mismas etapas ni en el mismo orden. Habrá avances y retrocesos. En fechas señaladas podremos volver a cualquier etapa. Pero con el tiempo la intensidad y el sufrimiento emocional irá disminuyendo”

“La primera fase es de shock, de negación, paralización, desconcierto y silencio. Sufrimos embotamiento y  anestesia emocional. Algunos pueden actuar como si nada hubiera pasado, con sentimiento de irrealidad”

“En la segunda fase aparece la ira y la rabia. Se busca a un supuesto culpable. Culpar a alguien o a nosotros mismos, o al fallecido es una doble carga emocional que no tiene ningún sentido. Sentimos que lo que nos ha sucedido es injusto e inmerecido. Sentimos culpa y mucha inseguridad. Disminuye nuestra concentración y memoria”

“En la tercera fase del duelo empezamos a tener conciencia de la pérdida. No volverá. Sentimos profunda tristeza, sensibilidad, apatía, desinterés. Se puede llegar a sentir la presencia del ser querido. A veces podemos sentir el impulso de llevar a cabo cambios muy radicales. En esta etapa es mejor no tomar decisiones importantes”

“En la cuarta etapa empezamos, poco a poco, a afrontar la pérdida, a reorganizar nuestra vida. Empezaremos a estar preparados para tomar nuevas decisiones. Esta fase requiere de un esfuerzo personal para avanzar. Para que el sentir y la emoción pase de ser dolorosa a reparadora. Para no caer o instalarse en la depresión”.

“No se puede determinar un tiempo concreto, pero transcurridos más de 18 meses un duelo se puede complicar. Si nos quedamos atrapados en sentimientos como la culpa, la rabia, la injustica y la tristeza intensa. También si se ha contenido y reprimido este proceso”

“El ser querido deja huella. Al principio podemos tener la sensación de oírlo, de sentir que nos toca, que nos mira, que está presente, incluso llegar a verlo. Es normal, no nos estamos volviendo locos, y no hay por qué asustarse. También podemos tener la necesidad de ir a los sitios que íbamos, de tener cerca sus cosas, o todo lo contrario”

“Hay que superar muchos retos. Hay que darse tiempo. Hay que aceptar que está muerto y no volverá. Experimentar dolor y pena sin reprimir ni bloquear esos sentimientos. Hay que confiar en nosotros mismos. Hay que rehacer la vida sin el ser querido siguiendo con nuestras tareas, obligaciones, gestiones, relaciones, decisiones e ilusiones. Apoyándonos en quienes nos quieren y aprecian”

“Superar no es olvidar. Es tener un lugar para el recuerdo de lo felices que fuimos o de lo que quisimos y compartimos con esa persona. Es pensar que  tengo los recuerdos más bonitos del mundo, que mi vida sigue hacia adelante, que tengo que volver a ser feliz”

“Debemos permitirnos estar tristes pero hay que esforzarse para no abandonarse. Conviene salir a la calle, relacionarse con los demás. No hay que sufrir el duelo en soledad. Hay que volver a la actividad aunque no se tengan ganas. Como sucedía antes, que ibas al supermercado sin ganas o quedabas con el cuñado sin ganas. Primero afrontar tareas sencillas, luego más complejas. Si te apetece hablar de tu pérdida, dar explicaciones hazlo. O no. Tú decides. Déjalo claro y los demás lo entenderán”

¿Cómo podemos ayudar a la persona que está viviendo el duelo?
No limitando el duelo, ni sus fases. Estando disponible, respondiendo con afecto. Empatizando. Sin imponer ni juzgar ni cuestionar. No dando ánimos elaborados. Respetando su actitud o necesidad. Hay que normalizar cualquier emoción, sea la que sea. Alentando a expresar sentimientos. Sin miedo a nombrar o hablar de la persona que se ha ido. Sin miedo a emocionarnos juntos, a reír o llorar. Evitando las frases hechas tipo: el tiempo lo cura todo, es ley de vida, a todos nos va a llegar, se van los mejores, no somos nadie, tú ya no deberías sentirte así etc. Hay que estar pendiente de la persona que sufre, provocando situaciones de comunicación y encuentro, durante un buen tiempo”.

“Comunicar y compartir con un niño una pérdida es muy duro. Somos su principal fuente de apoyo y no le podemos abandonar. Por muy mal o triste que yo esté, tengo que estar con el niño. Y puedo llorar, y no pasa nada, no hay que disimular sentimientos. Hay que compartir con ellos los positivos y los negativos”.

“El familiar más cercano y con mejor relación afectiva, no necesariamente los propios padres, es el que debe darle la noticia. En un lugar familiar, tranquilo, de su entorno. Hay que ser sincero, claro y directo, evitando eufemismos como que se ha ido de viaje, se ha quedado dormido etc. Hay que dejarle al niño claro que no va a volver, que ya no estará con nosotros. Cuando pregunte por qué se le puede decir que es algo natural, que nos pasará a todos. Hay que estimularle para que hable de esa persona, y que a su manera exprese sus sentimientos”

“Hasta los 2 o 3 años los niños no saben qué es la muerte. No hay porque decírselo. Pero sí notan los cambios que les pueden generar incomprensión y angustia. Por tanto hay que explicarles qué vamos a ir haciendo y modificando, porque su entorno será ahora distinto, diferente.
De 3 a 6 años perciben la muerte como algo temporal y reversible. Suelen preguntar ¿cuándo volverá?
De 6 a 9 años distinguen vida y muerte, y proceso natural e irreversible.
A partir de los 9 años, como los adultos tienen plena conciencia de la muerte”.


Esta charla fue organizada por la Concejalía de Familia y Mujer del Ayuntamiento de Yecla.


No hay comentarios:

Publicar un comentario