domingo, 13 de noviembre de 2016

Más princesas, no


Poco falta para el 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Tenemos que reflexionar mucho más, y cada día, porque queda mucho camino por recorrer para que ninguna mujer, ni los menores que  conviven con ellas, permanezcan invisibles en la amenaza, la anulación y el terror. Una sociedad avanzada, plural, civilizada, no puede apartar la vista ante un problema tan grave del que muchos consideran que solo se conoce una parte del iceberg. Esta pesadilla, este horror doméstico le puede tocar a cualquiera. Y como ha quedado demostrado, lo mismo da una u otra posición social, nacionalidad, cultura y formación, valores o creencias religiosas.

A mujeres y hombres nos han educado durante siglos en roles sexistas y en desigualdades. Hemos nacido y crecido, y así seguimos conviviendo, en una sociedad donde imperan los micromachismos. Donde muchos varones siguen creyendo estar por encima de la mujer. No son locos, ni monstruos, son plenamente conscientes de lo que hacen. Se sienten superiores machacando a quienes tienen al lado. Esto no va ni de buenos ni de malos. No resulta tan sencillo. Hay que modificar y suplantar muchas ideas, conceptos, criterios y prácticas. Mientras no se cambie la base de la pirámide seguiremos sumando víctimas por violencia de género.

A veces pienso en los hombres que optaron por asesinar a las mujeres que decidieron emprender una nueva historia, rehacer sus maltrechas vidas, tras huir de la jaula donde fueron manipuladas, dominadas y aterrorizadas de manera impredecible, alternada con periodos de arrepentimiento y buenos propósitos. Mujeres que un día se enamoraron de ellos y les escogieron creyendo encontrar un igual, un amigo, un compañero, un amor con quien compartir un proyecto de vida. Me pregunto cuántos de esos hombres pensarán en la aberración que han cometido, en cómo les han destrozado la vida a sus propios hijos y familiares, a los seres humanos que se supone más debían querer, valorar y cuidar.  Y podrán seguir mirándose a los ojos. Y serán capaces de dormir de tirón sin escuchar gritos y súplicas. No les alterará el sueño la visión de moratones, heridas y cicatrices, que con tanto ímpetu y constancia grabaron en cuerpos y mentes.

Cuando observo a niñas y adolescentes con tantas ilusiones y retos por conseguir, un escalofrío me recorre y paraliza al pensar que cualquiera de ellas pudiera acabar en los brazos de un hombre, capaz de ejercer un machismo sutil, silencioso, enfermizo, dañino, corrosivo y tan peligroso que la vida arrebata.

Pues resulta que ese escalofrío deberíamos estar sintiéndolo todos, porque aunque parezca increíble están aumentando los casos de violencia machista entre jóvenes.
Y yo que pensaba que estábamos consiguiendo dotar a las chicas de suficientes herramientas para no tener que depender de nadie, ni emocional ni económicamente. Para ser hábiles y capaces de alejarse de los indeseables y de cortar por la sano toda relación tóxica y peligrosa. Qué estábamos consiguiendo educar a los chicos para que nunca vean y traten a la mujer como una propiedad, un objeto de deseo, un ser inferior.

Pero entonces ¿en qué estamos fallando? Cómo es posible, por ejemplo, que una chica ante la exigencia de su novio ceda el control de su móvil y redes sociales, cambie su forma de vestir, sus hobbies, deje de ver a sus amigas y se relacione solo con quien él apruebe.

Qué errores estamos cometiendo con los jóvenes que siguen idealizando la relación chico malo, golfo con chica dulce y sumisa.  Están perpetuando roles sexistas en lugar de tener más claro que nunca que el pilar de toda relación se basa en el respeto, la igualdad, el cariño, la confianza y el amor.

Les invito a una reflexión. A mí me lo propusieron y quedé sorprendida. Andamos muy despistados porque estamos consintiendo que en novelas, series, películas, canciones y publicidad se promocionen roles sexistas y micromachismos. Paren un momento y piensen en los cuentos de príncipes y princesas. Cuentos e historias ahora mucho más modernos, actualizados, pero con idéntico mensaje. El príncipe es un valiente, resolutivo y capaz de cualquier cosa para conquistar a la princesa. Princesa sensible, delicada, vulnerable, que dedica mucho tiempo a su imagen, enamoradísima de su amado al que espera en palacio, con paciencia infinita, para entregarse a él sin reservas.

Y de qué se quejan tanto las mujeres, he escuchado alguna vez. Si tienen los mismos derechos y deberes que los hombres. Claro que somos afortunadas si contrastamos nuestra realidad con la de otras, a años luz de alcanzarnos. Pero mientras que una sola mujer reciba en nuestro país daño emocional, físico y/o pueda morir por el machismo que practica su pareja, hay que seguir trabajando a conciencia y desde todos los frentes para cambiar de verdad esta sociedad hipócrita hasta las trancas, anestesiada e inmunizada con la tragedia ajena.


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