Cada 8 de marzo y en realidad todos los
días me sigo preguntando si alguna vez las mujeres, con los mismos derechos
reconocidos que los hombres, tendrán las mismas oportunidades, en igualdad de
condiciones, en todos los ámbitos. ¿Cómo podemos contribuir para cambiar la
realidad que vivimos? Por dónde empezamos. Hay tanto por hacer, que se nubla la
vista.
Hace unos días leí que en España la
natalidad sigue descendiendo de forma drástica. El
envejecimiento de la población ya es un hecho. Si seguimos así en
treinta años tendremos un 40% menos de jóvenes que en la actualidad. España es
el segundo país más envejecido de Europa y ocupa el tercer puesto a nivel
mundial. Creo que esto es un enorme problema que no parece quitarles el sueño a
nuestros políticos.
A mí no me extraña que actualmente en
España ya haya cuatro veces más hogares con mascotas que con niños. Ya estoy
concienciada de que probablemente cuidaré de un perro/gato nieto. Porque ser
madre hoy en día ya se puede considerar deporte de riesgo, una complicación de
vida extraordinaria. Y si por casualidad me convierto en abuela cuidadora de
nietos humanos los días laborales, evidentemente no dispondré de la ayuda extra
a la pensión que al parecer van a empezar a aplicar en Suecia a las abuelas, por
su inestimable labor, y para fomentar que más mujeres en edad activa de trabajo
se incorporen al mercado laboral.
En nuestro país una de cada cuatro
abuelas dedica una media de siete horas diarias a cuidar de los nietos para que
sus familiares puedan trabajar. Además, los pensionistas están sosteniendo la
complicada coyuntura económica que siguen atravesando muchos hogares. Por tanto
cada vez que escucho a algún representante político hablar de igualdad de
oportunidades, conciliación familiar y ayudas a la natalidad, se me enciende la
sangre. Cómo pueden ser tan cínicos.
La teoría ya existe, está escrita en
papel, y la conocemos muy bien. Tenemos leyes ¡divinas! La Ley de conciliación
de la vida familiar y laboral. La Ley orgánica para la igualdad efectiva de
mujeres y hombres. Ley orgánica de medidas de protección integral contra la
violencia de género y la Ley sobre medidas para incorporar la valoración del
impacto de género en las disposiciones normativas que elabore el gobierno.
También disponemos de políticas,
organismos y entidades específicas para fomentar la igualdad efectiva entre
mujeres y hombres. Y de acciones para promover la igualdad de oportunidades
entre mujeres y hombres desde los organismos internacionales. Y medidas
legislativas y recursos de información, ayuda y asistencia para las víctimas de
violencia de género. Pero por desgracia, en la aplicación real y efectiva de
todo esto se cumple un refrán muy conocido “del dicho al hecho hay un trecho”.
Recomendaría al sector político y a los
que opinan que las mujeres nos quejamos demasiado, que tampoco nos va tan mal
comparándonos con otros países, que se
inscriban en la 8ª Edición de la Escuela Virtual de Igualdad y realicen el
curso de “Sensibilización en Igualdad de Oportunidades”, organizado por el
Instituto de la Mujer.
Descubrirán, entre otras cosas, que la
tasa de paro femenino es casi el doble que la masculina, que la incorporación
de las mujeres al mercado laboral es mayoritariamente a través del empleo por
cuenta ajena. Que tres de cada cuatro personas que trabajan a tiempo parcial
son mujeres. Que el salario de las mujeres sigue siendo inferior al de los
hombres. Que solo el 31% de los puestos de dirección están ocupados por
mujeres, tanto en el ámbito empresarial, como en la Administración Pública. Y
que el reparto de las tareas domésticas y responsabilidades familiares sigue
siendo desigual entre mujeres y hombres. Y ya de acoso laboral, abusos y
violencia de género no hablamos porque da para otro artículo.
Cambiar la realidad de millones de
mujeres está en manos del sector político, prometiendo menos y cumpliendo más.
Y en el sector ciudadano, desmantelando la base patriarcal y machista de
nuestra sociedad. Educando en igualdad, equidad y corresponsabilidad. Desde la
reflexión, la toma de conciencia y la voluntad personal y constante todo cambio
es posible.
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