sábado, 30 de noviembre de 2013

Boicot a los medios de comunicación que convierten sufrimiento en espectáculo.



Anoche casi se me indigestó la cena, al ver que una cadena de televisión Antena 3, anunciaba a bombo y platillo para el próximo lunes una entrevista en exclusiva al único condenado, a 170 años de cárcel, por el triple crimen de Alcásser, Miguel Ricart, libre, en la calle, desde el pasado viernes. ¿Pero cómo se puede permitir esto? Que los medios de comunicación “el cuarto poder” utilicen y conviertan, una y otra vez, el sufrimiento en todo un espectáculo mediático, atendiendo sólo a criterios de audiencia. La audiencia no es sinónimo de calidad, pero por lo que se ve sí de ingresos económicos. De sobra nos lo están demostrando. Esto no es ético, ni moral, ni humano. Los medios de comunicación tienen la facultad y el poder de crear conciencia, de transmitir valores y sin embargo ¿Qué fomentan? Esto hay que pararlo de una vez. Y me da igual que venga de una empresa privada que de una pública. Porque lo mismo está haciendo Televisión Española cada tarde, regodeándose en el morbo, informando, dicen ellos, sobre el crimen de Asunta.
Responsables somos todos, cada vez que consumimos programas de este corte o perfil. No deberíamos consentir y fomentar que una tragedia se convierta en espectáculo.
Por si alguien no lo recuerda, y me duele tener que hacerlo, pero hay cosas que no se pueden ni deberían olvidar, porque no tienen perdón, porque el responsable debería estar cumpliendo cadena perpetua, y no me avergüenza decirlo, Miriam, Toñi y Desiré fueron violadas salvajemente, utilizando incluso objetos con filos cortantes, torturadas, golpeadas y vejadas con un ensañamiento tan brutal que incluso a los investigadores y expertos más curtidos les fue difícil de digerir. Asesinadas finalmente de un tiro en la cabeza.
Por mucho que lo intentemos, y no conviene sobre todo a las personas sensibles y con gran empatía, es imposible hacerse una idea de lo que padecieron estas criaturas. Pero ¿Y sus familias? Quién se ha preocupado o se interesa por ellas. Se les ha brindado algún apoyo o ayuda para afrontar la puesta en libertad del asesino de sus hijas, hermanas, sobrinas, primas y nietas.
Lo que está pasando en este país, en muchos sentidos, es tremendo, atroz. No tiene explicación. Señores, al menos uno de los responsables de aquella salvajada, está en la calle. Y es probable que acabe hasta ganando dinero concediendo entrevistas. ¿Se lo imaginan sentadito en un plató de televisión intentando convencernos de que es inocente? Que se preparen las familias, y todos, para la que se nos viene encima. Empieza un medio e imitan todos. Van a volver a recordárnoslo todo, sin escatimar en las imágenes más impactantes.
Pero en qué nos estamos convirtiendo. Es que no tenemos sangre en las venas sino horchata. O nos hemos deshumanizado, o somos conformistas y cobardes, sordos y ciegos hasta límites insospechados.
Siento gran curiosidad y me gustaría poder verles la cara, a todos aquellos que el lunes se sentarán delante de la televisión tan tranquilos, incluso ansiosos y expectantes para ver que les cuenta y transmite este monstruo.
No nos crucemos de brazos, y sí se puede evitar hagámoslo. Que nadie vea ese programa. Que nadie saque provecho económico del sufrimiento de otros.
Acaso no se lo merecen las familias de aquellos tres ángeles. Y otra cosa yo pido, exijo medidas urgentes de protección y revisión de los códigos penales.

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