Les propongo que descansen unos minutos. Lo
suficiente para valorar lo afortunados que somos por poder disfrutar de la
palabra escrita. Por poder celebrar cada 23 de Abril el Día Internacional del
Libro. ¿Se imaginan un mundo sin libros, sin literatura? Qué sería de nosotros,
si nuestros antecesores no hubieran podido dejar por escrito todo lo
experimentado y aprendido a lo largo de los siglos. ¿Se sienten capaces de
recrear un mundo sin recuerdos, sin memorias? Yo desde luego que no. Imaginen
un lugar en el que no se pudieran expresar y compartir emociones, sueños, vivencias.
Un mundo estéril, yermo, gris, vacío. Sin imaginación, ni creatividad. Sin historias,
sin lecturas llenas de amor, felicidad, tristeza, odio, drama. Capaces de
conmovernos, de hacernos reflexionar, vibrar y activarnos.
Los libros, la lectura es mucho más que un medio de
plasmar ideas y pensamientos. De abrir la mente, el corazón y la imaginación
hasta límites inimaginables. Un vehículo extraordinario para comunicar, enseñar
y aprender. La palabra escrita es una de las mejores herramientas de
comunicación que tenemos. Los libros nos hermanan, con ellos la vida se
entiende, se vive y se comparte mucho mejor.
Cierto es que todos tenemos obligaciones y responsabilidades,
que devoran gran parte de nuestro día a día. Pero pobre excusa resulta
escudarse en ellas para argumentar que no tienen tiempo para leer. ¿Consideran,
quizás, que enfrascarse en una novela, cuento, artículo, poema o ensayo significa
desperdiciar parte de su precioso tiempo? Qué equivocados están los que
pudiendo leer, renuncian a ello. Siempre se puede encontrar un rato para
deleitarse con un buen libro. Todo es
cuestión de elegir que nos compensa, nos nutre y satisface más. La lectura
debería situarse siempre en los primeros puestos frente a otras distracciones.
Señalaba Mario Vargas Llosa que “leer una novela es
uno de los más estimulantes y enriquecedores quehaceres del espíritu. Una
actividad irremplazable para individuos libres, y que, por lo mismo, debería
inculcarse en las familias desde la infancia y formar parte de los programas de
educación como una disciplina básica. Nada enseña mejor que las buenas novelas
a ver, en las diferencias étnicas y culturales, la riqueza del patrimonio
humano y a valorarlas como una manifestación de su múltiple creatividad”.
Estudiado y demostrado está, que una persona que no
lee o apenas lo hace podrá hablar mucho, pero siempre comunicará poco porque
dispondrá de un repertorio muy limitado de palabras para expresarse. Leyendo se
aprende a hablar con corrección, profundidad, rigor y sutileza. La lectura nos
enseña a dominar el lenguaje y a expresarnos con propiedad. Es un magnífico
vehículo que enriquece nuestro conocimiento, y amplia y diversifica nuestra
cultura. Del que no debemos ni podemos prescindir pues dejaríamos de sentir, de
aprender, de pensar. Sumergiéndote en un libro te diviertes, desconectas, vives
otra vida, otra realidad. Sueñas, eres libre. Y de forma directa e intensa a
través de la ficción, sin apenas esfuerzo ni conciencia, aprendes de los actos,
decisiones, dudas, aciertos y errores de cientos de personajes, de fantasmas
que te enfrentan a verdades contradictorias.
Lean tanto y tan variado en autores y temática como
puedan. Disfruten y sean dichosos de algo que está al alcance de todos
nosotros. Conviértanlo en un vicio. Sano, excitante y muy gratificante.
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