Me intrigan y asustan,
las personas que presumen y admiten tenerlo todo muy claro y decidido en la
vida. Porque cualquier asunto, cuestión o problema siempre se presenta lleno de
matices. Las acciones o decisiones nunca se pueden catalogar de color blanco o
negro. Me preocupa, y bastante, la obsesión de muchos por querer controlar y
someter a todos.
Inevitable resulta
estos días hablar sobre la reforma de la Ley del aborto. Tema polémico sin
duda. Quizás un poco arriesgado manifestarse sobre el mismo, pero me voy a lanzar a la piscina. Porque entre otras
cosas estoy harta de tanta hipocresía y doble moral. Estoy cansada y aburrida de
una gran afición que se practica a diario en nuestro país: juzgar a los demás.
Desde luego no me
voy a posicionar ni a favor ni en contra del aborto. Porque si algo me ha
enseñado la vida, es que hasta que uno no se encuentra en ciertas situaciones es
imposible saber que decidiría, cómo actuaría. Muchos son los que presumen, con excesiva
alegría y ligereza, de cómo resolverían sobre ellos mismos o sus hijos. Que vayan
con cuidado porque la vida da muchas sorpresas.
Nunca he tenido que
plantearme interrumpir o no un embarazo. Pero cuando pienso en ello no puedo asegurarle
a nadie que opción tomaría. Porque para bien o para mal cada uno de nosotros va
cambiando, evolucionando, transformándose. Ninguno de nosotros pensamos o somos
los mismos que hace cinco o diez años. Tenemos todo el derecho del mundo de
cambiar de opinión, de medir con otro rasero, de valorar las cosas desde otro
ángulo.
Desde luego pocas situaciones
se presentan en la vida, como es el caso de un embarazo, que puedan resultar lo
más maravilloso del mundo, si se busca y decide libremente, o lo más terrible y
complicado de afrontar cuando se presenta de forma inesperada. O el resultado
final no va a ser tan perfecto como se soñaba y esperaba.
Si una mujer decide
interrumpir su embarazo, quien soy yo o cualquiera de nosotros para juzgarla. Sus
motivos y razones tendrá. Por tanto que absurdo e inhumano me parece intentar
complicarle el camino. No tiene ningún sentido.
No comprendo qué
pretenden con esta reforma. Volver a la clandestinidad. A lo que sucedía en
otras épocas. Cuando las mujeres que tenían dinero viajaban a Londres y las que
no se arriesgaban, en algunos casos, a perder la vida.
No voy a extenderme
más en el tema. No es mi intención que la gente se posicione a uno u otro lado,
pero sí que analice la cuestión con la mente abierta, sin prejuicios. Varias cosas
sí que tengo muy claras.
Primero que afortunadamente,
hoy en día, disponemos de un amplio y variado catálogo de anticonceptivos que
debemos de usar para evitar los embarazos.
Segundo que no
estoy de acuerdo, en absoluto, y esto sí me parece reprochable, que algunas
mujeres utilicen el aborto como un método anticonceptivo. Recurriendo al mismo
varias veces a lo largo de su vida.
Y tercero que
evidentemente cuando una mujer se queda embarazada, sin desearlo, o sabiendo
que ese fruto llegará con graves y serias alteraciones, o temiendo perder su
vida en el intento, se debería valorar y analizar su situación, estudiar todas
las opciones, todos los recursos y ayudas disponibles, y después que sea ella
quien decida libremente.
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