domingo, 15 de septiembre de 2013

Matrimonio o pederastia.




Cuando observo a mi sobrina, tan feliz, jugando con sus Monster High se me rompe el corazón al pensar que millones de niñas de su edad, nueve años, se convertirán según apunta el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) en niñas-novias.
Cuántas de ellas acabarán en un hospital o incluso perderán la vida tras sufrir en su noche de bodas desgarros y hemorragias vaginales, producidas por maridos que en ocasiones les quintuplican la edad. Cuantas intentarán y optarán por suicidarse para escapar de una vida que no han elegido, que les ha venido impuesta por una sociedad pobre, atrasada, tribal, patriarcal y machista. Lo que me sorprende y enerva es que en algunos países como Yemen, se aprobó en 2009 una ley que establecía la edad mínima para el matrimonio en 17 años, pero fue revocada porque algunos diputados  ultraconservadores la consideraron antiislámica.
Vamos a ver ¿Quienes son realmente los salvajes responsables de tanto sufrimiento, de tantas niñas convertidas en juguetes rotos? Los padres (que casan a sus niñas), las madres (que quizás deberían escapar son sus hijas para salvarlas de esta atrocidad), los mariditos (que realmente son pederastas amparados por la religión que practican), los legisladores (que revocan leyes de sentido común), los islamistas (que tienen una visión del mundo bastante obtusa e inaceptable), los imanes (que consienten y celebran enlaces de esta índole) los ciudadanos yemenís (que callan), los intelectuales (que no arremeten contra los legisladores islamistas), los que leemos y sabemos de estas noticias (que miramos hacia otro lado o como mucho decidimos no ir a Yemen de turismo…)
Desde luego, lamentablemente, el malo de la historia no es únicamente el marido pederasta sino todo un gobierno, toda una sociedad. Por ello acabar con esta terrible costumbre me temo que va a ser muy complicado y prolongado en el tiempo.
Según un estudio elaborado recientemente por la ONU entre un 75 y el 95 por ciento de hombres de lugares como Bangladesh, Camboya, China, Indonesia, Sri Lanka, entre otros, han reconocido haber cometido una violación quedando impune. Es por lo que todavía más me descorazona y derrota el tema.
Que cuatro de los acusados de violar a una estudiante en Nueva Delhi, en diciembre de 2012, hecho que originó una oleada de protestas en India y un debate sobre la situación de las mujeres en el país asiático, hayan sido estos días condenados a morir en la horca poco o nada soluciona todo esto.
Ya comenté en Enero en mi blog, cuando escribí sobre la violación múltiple de aquella estudiante, que no era la primera vez ni será la última, que no pueda contenerme y necesite escribir y abordar este tema.
Dicen los expertos en la materia que la educación y la prevención es crucial para erradicar la cultura que degrada a la mujer. Cultura que convierte a los hombres en animales, que creen tener derecho a mantener relaciones sexuales con una mujer, independientemente de si esta da o no su consentimiento.
No me queda más que pedir a las autoridades de Pakistán que detengan a los responsables de la violación de Sumbal Iqbal, una niña de cinco años que jugaba el pasado viernes 13 de septiembre en las calles del barrio lahorí de Sauwadi. Sus agresores tuvieron el detalle de abandonarla a las puertas del hospital Ganga Ram de la metrópolis paquistaní. Podrán vivir sin remordimientos. Si no caen en manos de la justicia volverán a repetir experiencia.

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