jueves, 9 de enero de 2014

Realidad e indiferencia




¿Por qué escribes de cosas malas? Me recriminó hace unos días mi sobrina. “Mi mamá, a veces, cuando lee tu blog se pone triste. Y yo no quiero verla así”.
Como explicarle a una niña que es necesario e importante escribir, denunciar y divulgar especialmente, aquellos temas duros e injustos que algunos intentan disimular y ocultar. Que tremendo tener que contarle que en España, por exagerado o increíble que pueda parecernos, porque cuesta asumirlo y digerirlo, hay niños buscando comida en las papeleras de sus colegios porque no cenaron o desayunaron. Y maestros llevando alimentos a clase para llenarles un poco el estómago. Niños que no se asean lo suficiente porque carecen de agua caliente en sus hogares. Hogares donde hace tanto o más frío que en la mismísima calle. Colegios en los que además de libros y material escolar, falta ya hasta el papel higiénico, que se les pide a los padres.
No sé sí conseguí hacerla entender, que no escribo para hacer meditar y sufrir a su madre. Que lo que me gustaría es poder llegar al corazón, sí todavía lo tienen, revolverle las entrañas y estrujarles el alma a las personas poderosas. A los dueños y señores de este país que podrían hacer que la vida fuera más fácil, equilibrada y  justa para todos. Y sin embargo son incapaces de pensar, sólo un poco, en los demás. Nada ni nadie altera o perturba su sueño. Porque sus ansías de dinero y de poder, su codicia e indiferencia, sin límites, mató y sepultó hace tiempo su humanidad. Al parecer no lo hago muy bien, le dije a mi sobrina, porque sólo logro emocionar a algunas personas sencillas y humildes. Buena gente, con grandes y sólidos valores, pero con limitada capacidad para poner del revés y reorganizar este país de una vez por todas. Complicado acceder a los resortes del poder, pero que nadie olvide que la unión hace la fuerza.
Como me gustaría que, con palabras, acciones y gestos pacíficos, fuéramos capaces de romper la coraza, y desarmar de egoísmo, vanidad, envidia, codicia, hipocresía e indiferencia, y pongan ustedes el orden que más les plazca porque no se altera el producto, a nuestros banqueros, políticos, empresarios, sindicatos. A los dueños y señores del país, convirtiéndoles de nuevo en seres humanos. Pero qué tipo de sangre y de entrañas tienen, consintiendo que sus ciudadanos, que su gente, se hundan cada día un poco más en un pozo sin fondo. Como es posible que la miseria y la desesperación de muchos les generen a ellos beneficios.
Cómo provocar un poco de sensatez y honestidad en ellos. No lástima, ni piedad, ni caridad, sino buenos y auténticos sentimientos. Estos personajes viven en otro mundo. Ni oyen, ni escuchan, ni ven, ni miran a la gente. Ni sienten ni padecen por ellos. ¿A qué esperan? A que la gente pierda la cabeza y empiece a hacer locuras. A que llegue una epidemia, como en la Edad Media, y se lleve por delante a los más enfermos y débiles. A que todo el que pueda salga del país buscando mejores condiciones… Con sus declaraciones y acciones nos están demostrando, que no les importa que España acabe ingresando en la categoría de países de tercera fila.
Podían probar este fin de semana una nueva experiencia. Desconectar la calefacción. Ducharse con agua fría. Sustituir el croissant de la mañana por un trozo de pan de hace dos días. Irse a la cama sin cenar. Pasar el día con un caldito ligero de arroz, patatas o legumbres, leche y yogures caducados y algo de fruta o verdura excesivamente madura… Serían capaces de hacerse una ligera idea de las condiciones de vida que soportan ya miles de seres humanos en España.

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