jueves, 6 de marzo de 2014

Trabajo, garantía de libertad para la mujer.



Celebramos el 8 de marzo Día Internacional de la Mujer Trabajadora, lamentando que en muchos países a las mujeres se les niegan derechos humanos fundamentales. Se fomente y perpetúe la violencia contra ellas. Se las trate como seres inferiores, inmaduros, infantiles y depravados. A diferencia de los hombres ellas no tienen derecho a voto, no pueden estudiar, heredar bienes ni elegir con quién y cuándo contraer matrimonio. Ni vestirse a su gusto ni conducir un vehículo. Se las vende como bienes y asesina en nombre del honor. En la actualidad la mujer sigue siendo discriminada en la cultura, la religión, en aspectos familiares, laborales y económicos. Aunque las leyes de algunos países hablen de igualdad, entre la teoría y la práctica suele haber un abismo.

En nuestro país celebramos esta fecha con elevadas cotas de paro, y debiendo encajar que continuamos entre los países europeos con mayor discriminación laboral hacia la mujer. Las comparaciones resultan siempre odiosas. Pero en esta cuestión sí nos convendría compararnos a otros países. Como Noruega, Finlandia, Dinamarca o Canadá que han sabido conciliar la vida laboral y familiar bastante mejor que nosotros.
Media vida llevo escuchando que hay que aplicar programas de formación, información y sensibilización para promover un cambio en nuestra sociedad. Que permita estrategias más flexibles en la organización del trabajo en las empresas, y un reparto de tareas domésticas más justo y equilibrado entre hombres y mujeres. Pero en este tema, como en otros, avanzamos  lamentablemente a pasitos de hormiga.
En España la mujer que se plantee ser madre y seguir en el mercado laboral lo tiene bastante crudo. Nuestras jornadas laborales son excesivamente rígidas y prolongadas. Y escasa, sino nula, la coordinación de estas con los horarios escolares. Y los sueldos, como toda la vida, siguen siendo inferiores al de los varones, aun desempeñando el mismo trabajo e invirtiendo la misma cantidad de horas.
  
Señalaba hace unos días la secretaria de la Organización Murciana de Mujeres Empresarias y Profesionales de la Región de Murcia (OMEP) que “una de las soluciones para que la mujer pueda conciliar su vida familiar y profesional sería la adaptación en nuestro país del horario de trabajo europeo”. No puedo estar más de acuerdo con ella. Nuestros horarios, comparándonos con nuestros vecinos europeos, siguen siendo irracionales. Hemos demostrado con creces, que por pasar más horas en el trabajo no somos más productivos y competitivos. Entonces ¿Por qué no los cambiamos? Por qué nos cuesta tanto admitir nuestros fallos, y poner en práctica lo que a otros sí les funciona.

Que nadie dude que las mujeres lo estamos haciendo francamente bien. Hemos conseguido derrocar por completo la expectativa que se nos inculcó desde que el mundo es mundo: casarse, tener hijos y atender su hogar. El rol femenino ha cambiado y todavía, unos más que otros, no se han acostumbrado del todo. Las mujeres, cada vez con mejor formación universitaria invaden los espacios del hombre. Un hombre del que ya no se espera lo mismo dentro del hogar y de la familia. A los que estamos pidiendo que en vez de ser nuestros rivales, nos apoyen y acompañen en este fantástico camino que es la vida.

“Mediante el trabajo ha sido como la mujer ha podido franquear la distancia que la separa del hombre. El trabajo es el único que puede garantizarle una libertad completa”. Simone de Beauvoir


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