Que
la violencia de género siga aumentando entre los jóvenes resulta mucho más que
preocupante. Me estremece saber que muchas parejas de adolescentes, críos/as de
13 o 14 años, asumen ya como una conducta normal que les revisen el móvil, que
controlen con quién hablan y a dónde van, cómo se visten. Que acepten la
manipulación psicológica, los insultos, amenazas y las primeras agresiones
físicas como parte del paquete de las relaciones. Asusta bastante pensar que un
montón de adolescentes han convertido ya la vida de sus novias en un auténtico
infierno. ¿Hasta dónde serán capaces de llegar si no se les reeduca antes de
llegar a adultos?
También
me supera y no puedo entender, porque darse se da, que algunos padres puedan
ver con malos ojos las charlas escolares de formación en valores de igualdad,
educación afectivo sexual y contra la homofobia y la discriminación por
orientación o identidad sexual. Nunca olvidaré la regañina que recibí hace años
de una madre a la puerta del colegio. La buena mujer me recriminó que hubiera
explicado tan bien a mis hijos que los niños no venían de París portados por cigüeñas.
Posponer
o evitar hablar abiertamente de sexo con los hijos me parece contraproducente.
¿Cómo van a preparar a sus vástagos frente al acoso, los abusos, la pedofilia,
la pornografía, la prostitución, la violencia de género? Por muy progres y
avanzados que nos creamos, en España las principales fuentes de información
sobre sexualidad para los adolescentes son las charlas en los centros
educativos, las amistades e internet.
A
los adultos que crean tener angelitos asexuados en casa les advierto que hoy en
día muchos adolescentes han visto más porno, y son más deshinbidos y promiscuos
de lo que puedan llegarse a imaginar. Entre los adolescentes el sexteo o sexting, enviar a través de los móviles
mensajes, fotos y vídeos eróticos o pornográficos para coquetear, entretenerse
o vengarse está a la orden del día. Advierten además los expertos en la materia
que un 20% de toda la pornografía en Internet contiene imágenes de niños.
La
cruda realidad, queramos o no hablar de ello abiertamente, es que nuestros
menores están teniendo acceso a la pornografía, y además con el sexting la producen y distribuyen ellos
mismos. A través del porno muchos infantes están recibiendo imágenes que
permanecerán en su cabeza y que antes o después tratarán de imitar. Reciben un
corrosivo y nefasto mensaje: la mujer es un simple objeto, un juguete sexual
para satisfacer todos sus deseos. Por conseguir más placer se puede cruzar toda
línea, fusionando sexo con humillación, abuso, agresión y violencia. Porque en
una sociedad machista y patriarcal la mujer, al fin y al cabo, está para
hacerle la vida fácil, cómoda y agradable al hombre. Y lo más triste, atroz, es que hoy
en día existan mujeres jóvenes, comenzando su vida de relaciones
"amorosas", que se lo sigan creyendo y lo acepten como
"normal" o irremediable. Es penoso...y un fracaso social, en mi
opinión.
Los
adultos que consumen pornografía, en principio, tienen claro que así no es la
sexualidad real. Pero los menores no están ni preparados ni formados para
distinguir y protegerse de esa realidad deformada, insana, donde se muestra
siempre a la mujer sometida al hombre, donde aparecen muchas expresiones de
violencia. Donde no hay un respeto mutuo, no existe igualdad, equidad,
honestidad, ni amistad, afecto, cariño. Y si todo esto no es suficiente para
alterar su percepción sobre el sexo, además los jóvenes al compararse con los
actores y actrices porno descubrirán que sus cuerpos están llenos de defectos,
y que sus habilidades distan mucho de ser como las de ellos. Menuda frustración
y trauma.
Tenemos
a una legión de adolescentes, que creen que ya lo saben todo, jugando a ser
adultos. Necesitan que se les hable y escuche con franqueza, porque mantener
relaciones sexuales forma parte de la vida. Y antes o después llegarán a ello y
no precisamente con el único fin de la reproducción.
La
familia, la escuela, la sociedad debe prepararles para que sean siempre dueños
y responsables de sus cuerpos. Necesitan aprender y tener muy claro cómo pedir
consentimiento y respetar la respuesta del otro.
Cuando
la pareja diga “sí” tendrán que asegurarse que es plenamente consciente de lo
que quiere. Que no está siendo presionada, forzada o coaccionada, ni está
alcoholizada o drogada como para hacer algo que realmente no busca o desea. Y cuando la respuesta sea no, es “no” aquí y
en la China y tendrán que respetar esa decisión. Porque si la incumplen se convertirán
en seres aberrantes y depravados que tendrán que pagar con la máxima pena
posible el daño que ocasionen.
Para
que nuestros niños y adolescentes puedan mantener relaciones saludables y
felices, y no acaben como víctimas o verdugos hay que implicarse mucho más. Y
abordar los problemas desde el principio, en equipo, con suficientes medios y
con contundencia. Visto lo visto está claro que hay que ponerse a frenar y a
modificar ya la perspectiva que los jóvenes tienen acerca del sexo.
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