La semana pasada se
celebró el IV Centenario de la muerte de Cervantes y de Shakespeare. Desde Protocol
Bloggers Point #PBP propusieron sumarse
a esta efeméride con un reto. Buscando detalles de ceremonial, etiqueta y protocolo
en cualquier obra de Cervantes y/o de Shakespeare.
Quizás llego un poquito
tarde, pero yo también deseaba participar en este reto.
Me decidí por la obra de “Don
Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes. He escogido el capítulo que narra
la ceremonia tan peculiar que urdió Don Quijote para armarse caballero.
Explica Ricardo Krebs en
su libro “Historia de la Edad Media”, que
en el mundo medieval el ser armado caballero era además de un honor, una forma
de contribuir a hacer las costumbres menos rudas, desarrollando el sentimiento
del honor y de la cortesía.
“Los nobles enviaban a uno
de sus hijos a la corte de otro señor feudal para que éste lo armase caballero.
Aproximadamente de los 7 a los 13 años el Paje vive dentro del castillo. Aprende
historias y poemas que resaltan el ideal caballeresco. Desde los 14 a los 20
años el Escudero aprendía a manejar armas y a cabalgar. Acompañaba al señor en
sus viajes y debía defenderlo de los ataques que sufriera. En esta etapa, según
como actuó en las diversas circunstancias, radica la decisión de si será o no
armado caballero”.
“Primeramente el escudero ayunaba, lo que significaba
las privaciones que padecería en su vida. Al atardecer iniciaba una vigilia a sus armas en la iglesia
del castillo, lo cual da indicios de la fe que debe demostrar. Al día siguiente
el joven asiste a la eucaristía. Posteriormente los padrinos debían dar
testimonio de la idoneidad del escudero para ser admitido a la caballería.
El momento central de la ceremonia viene con el nombramiento del señor feudal, que invoca a la Trinidad, y por medio de ella el escudero ya es nombrado caballero en sí. Este momento culmina con el golpe de la hoja de la espada en la espalda del nuevo caballero, el "espaldarazo". Para finalizar los padrinos se acercan al caballero, le colocan las espuelas doradas y le entregan el yelmo y el escudo”.
El momento central de la ceremonia viene con el nombramiento del señor feudal, que invoca a la Trinidad, y por medio de ella el escudero ya es nombrado caballero en sí. Este momento culmina con el golpe de la hoja de la espada en la espalda del nuevo caballero, el "espaldarazo". Para finalizar los padrinos se acercan al caballero, le colocan las espuelas doradas y le entregan el yelmo y el escudo”.
En la novela de Cervantes,
Don Quijote llegó a una venta que creyó un castillo y solicitó al ventero que
le armara caballero.
“No me levantaré jamás de donde estoy, valeroso caballero, fasta que la
vuestra cortesía, me otorgue un don que pedirle quiero, el cual redundará en
alabanza vuestra y en pro del género humano…”
“El don
que os he pedido, y de vuestra liberalidad me ha sido otorgado, es que mañana,
en aquel día, me habéis de armar caballero, y esta noche en la capilla de este
vuestro castillo velaré las armas; y mañana, como tengo dicho, se cumplirá lo
que tanto deseo…”
“El
ventero, que como está dicho, era un poco socarrón, y ya tenía algunos
barruntos de la falta de juicio de su huésped, acabó de creerlo cuando acabó de
oír semejantes razones, y por tener que reír aquella noche, determinó seguirle
el humor; así le dijo que andaba muy acertado en lo que deseaba y pedía, y que
tal prosupuesto era propio y natural de los caballeros tan principales como él
parecía, y como su gallarda presencia mostraba…”
“Díjole
también que en aquel su castillo no había capilla alguna donde poder velar las
armas, porque estaba derribada para hacerla de nuevo; pero en caso de necesidad
él sabía que se podían velar donde quiera, y que aquella noche las podría velar
en un patio del castillo …”
“Se dio luego orden como velase las armas en un corral grande, que a un
lado de la venta estaba, y recogiéndolas don Quijote todas, las puso sobre una
pila que junto a un pozo estaba, y embrazando su adarga, asió de su lanza, y
con gentil continente se comenzó a pasear delante de la pila; y cuando comenzó
el paseo, comenzaba a cerrar la noche…”
"Contó el ventero a todos cuantos estaban en la venta la locura de su huésped, la vela de las armas y la armazón de caballería que esperaba. Admirándose de tan extraño género de locura, fuéronse a mirar desde lejos, y viero que, con sosegado ademán, unas veces se paseaba, otras arrimado a su lanza ponía los ojos en als armas sin quitarlos por un buen espadio de ellas..."
"Contó el ventero a todos cuantos estaban en la venta la locura de su huésped, la vela de las armas y la armazón de caballería que esperaba. Admirándose de tan extraño género de locura, fuéronse a mirar desde lejos, y viero que, con sosegado ademán, unas veces se paseaba, otras arrimado a su lanza ponía los ojos en als armas sin quitarlos por un buen espadio de ellas..."
“Antojósele en esto a uno de los arrieros que estaban en la venta ir a dar
agua a su recua, y fue menester quitar las armas de don Quijote, que estaban
sobre la pila, el cual, viéndole llegar, en voz alta le dijo: ¡Oh tú,
quienquiera que seas, atrevido caballero, que llegas a tocar las armas del más
valeroso andante que jamás se ciñó espada, mira lo que haces, y no las toques,
si no quieres dejar la vida en pago de tu atrevimiento!... Alzó la lanza a dos
manos y dio con ella tan gran golpe al arriero en la cabeza, que le derribó en
el suelo…”
“Llegó otro con la misma intención de dar agua a sus mulos; y llegando a
quitar las armas para desembarazar la pila, sin hablar don Quijote palabra, y
sin pedir favor a nadie, soltó otra vez la adarga, y alzó otra vez la lanza, y
sin hacerla pedazos hizo más de tres la cabeza del segundo arriero, porque se
la abrió por cuatro. Al ruido acudió toda la gente de la venta, y entre ellos
el ventero…”
“Los compañeros de los heridos que tales los vieron, comenzaron desde lejos
a llover piedras sobre don Quijote, el cual lo mejor que podía se reparaba con
su adarga y no se osaba apartar de la pila por no desamparar las armas. El
ventero daba voces que le dejasen, porque ya les había dicho como era loco, y
que por loco se libraría, aunque los matase a todos…”
“No le parecieron bien al ventero las burlas de su huésped, y determinó
abreviar y darle la negra orden de caballería luego, antes que otra desgracia
sucediese…”
“Trujo luego un libro donde asentaba la paja y cebada que daba a los
arrieros, y con un cabo de vela que le traía un muchacho, y con las dos ya dichas
doncellas, se vino a donde don Quijote estaba, al cual mandó hincar de
rodillas, y leyendo en su manual (como que decía alguna devota oración), en
mitad de la leyenda alzó la mano, y diole sobre el cuello un buen golpe, y tras
él con su misma espada un gentil espaldarazo (siempre murmurando entre dientes,
como que rezaba). Hecho esto, mandó a una de aquellas damas que le ciñese la
espada, la cual lo hizo con mucha desenvoltura y discreción, porque no fue
menester poca para no reventar de risa a cada punto de las ceremonias; pero las
proezas que ya habían visto del novel caballero les tenía la risa a raya. Al
ceñirle la espada dijo la buena señora: Dios haga a vuestra merced muy
venturoso caballero, y le dé ventura en lides.
Don Quijote le preguntó como se llamaba, porque él supiese de allí en adelante a quién quedaba obligado por la merced recibida, porque pensaba darle alguna parte de la honra que alcanzase por el valor de su brazo. Ella respondió con mucha humildad que se llamaba la Tolosa, y que era hija de un remendón, natural de Toledo, que vivía a las tendillas de Sancho Bienaya, y que donde quiera que ella estuviese le serviría y le tendría por señor. Don Quijote le replicó que por su amor le hiciese merced, que de allí en adelante se pusiese don, y se llamase doña Tolosa..."
Don Quijote le preguntó como se llamaba, porque él supiese de allí en adelante a quién quedaba obligado por la merced recibida, porque pensaba darle alguna parte de la honra que alcanzase por el valor de su brazo. Ella respondió con mucha humildad que se llamaba la Tolosa, y que era hija de un remendón, natural de Toledo, que vivía a las tendillas de Sancho Bienaya, y que donde quiera que ella estuviese le serviría y le tendría por señor. Don Quijote le replicó que por su amor le hiciese merced, que de allí en adelante se pusiese don, y se llamase doña Tolosa..."
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