No encuentro palabras, bueno sí las hallo pero creo que soy más educada, elegante y sensata que él, para calificar las formas y el saber estar del vicepresidente del Senado de Italia que recientemente comparó a la ministra Cécile Kyenge con un orangután. Por lo visto este político se saltó las clases de liderazgo y comunicación. No contento con semejante despropósito añadió que “hace bien en ser ministra pero lo debería hacer quizás en su país”.
Señor Roberto Calderoli como al parecer usted no conoce la diferencia entre broma e insulto, se lo aclaro con mucho gusto en un minuto.
Una broma usa el sentido del humor y no hace sentirse mal al receptor. Un insulto es una palabra que se utiliza con la intención de lastimar u ofender. Los insultos a menudo son cínicos e hirientes.
Acertada y brillante estuvo la ministra, que quitando hierro al asunto declaró ante los medios de comunicación que “el enfrentamiento político tiene que llevarse a cabo sobre el plano de los contenidos y no basarse en las ofensas. Creo que todas las fuerzas políticas tienen que reflexionar sobre el uso que hacen de la comunicación”.
Y tanto que deberían reflexionar señora Kyenge, nos ha dado un buen ejemplo de sentido común. Cómo diría un amigo mío profesional de Protocolo es usted toda una dama. No como otros que de caballeros tienen bien poco.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 recoge en su Art.19 el derecho a la libertad de opinión y de expresión. Pero resulta lamentable y decepcionante que algunas personas, entre ellas la clase política, utilicen algo tan precioso como la palabra para descalificar, menospreciar, humillar, ofender y provocar al rival.
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