Dos gigantes de la
literatura Miguel de Cervantes y Willian Shakespeare fallecieron, respectivamente, el 22 y el 23
de abril de 1616.
Por ello se decidió
celebrar el 23 de abril el Día Internacional del Libro. Con el propósito de
fomentar la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad
intelectual por medio del derecho de autor. Dicen que los
primeros que leyeron con avidez fueron los griegos. Y los romanos quienes
acuñaron el “nulla dies sine línea” (ni un día sin leer una línea) Quizás les
parezca exagerado, pero creo que si me prohibieran leer y escribir
enloquecería.
Mi pasión por los
libros surgió desde pequeña. Quizás lo heredé de mi abuelo materno, que adoraba
leer y escribir poesía. De niña muy a menudo estaba con anginas. Y el médico a
pesar de mis ruegos y lloros, siempre me recetaba inyecciones. Acudir con mi
madre al practicante al salir del colegio, durante toda una semana, resultaba
traumático. Un castigo.
En una ocasión a
los cinco años, cuenta mi progenitora que la puse en gran aprieto. Al
preguntarle al señor practicante, ya entradito en años, si tenía previsto
morirse a corto plazo. Cuando por fin
acababa el calvario de las dichosas inyecciones, mi madre me llevaba a la librería
del barrio y me compraba el cuento que yo escogía. Después una profesora, una monja,
siguió introduciéndome en el apasionante mundo de la literatura. Y me ayudó a
mejorar mis relatos. Leí tantas vidas de santos, entre otras lecturas, que
soñaba con viajar a Sudamérica o África y convertirme en misionera.
No podría negarles
que mis mejores regalos siempre han sido los libros. Y una máquina Olivetti. Cuantas
redacciones y comentarios literarios, bajo un módico precio, realicé para mis
compañeros de clase con ella.
A los que leen este
post no tengo que convencerles. Pero son tantos los que todavía no han
sucumbido al emocionante y maravilloso mundo de la lectura.
No seré yo tan
atrevida en aportarles razones, pero sí los que a continuación nombro, que
podrían ser muchos más.
Dijo Cicerón que “a
hablar no se aprende hablando sino leyendo”.
Defiende Stanislas
Dehaene que “la actividad de leer, que el cerebro lleva a cabo con tanta
naturalidad, tiene repercusiones en el desarrollo intelectual. La capacidad
lectora modifica el cerebro”.
Comenta Nicholas
Carr que “Aunque la lectura sea un proceso forzado, la mente recrea cada
palabra activando numerosas vibraciones intelectuales”.
Ha demostrado Alexandre
Castro-Caldas que “hay más materia gris en la cabeza de una persona lectora y
más neuronas en los cerebros que leen”.
Asegura
Martínez-Lage que “para disponer de una buena reserva cognitiva es importante
tener una vida intelectualmente activa. Quienes se mantienen mentalmente en
forma a lo largo de su vida, corren menos riesgos de padecer Alzheimer, Parkinson
o enfermedades cardiovasculares”.
“La lectura ayuda a
mejorar algunas habilidades sociales, como la empatía. Un ávido lector aprende
rápido a identificarse con los personajes de las historias que lee. Está más
dispuesto a abrirse a otras vidas. La lectura es el único instrumento que tiene
el cerebro para progresar. Ejercitar la mente mediante la lectura favorece la
concentración” sostiene Emili Teixidor.
Y concluyo con
Ángel Gabilondo que defiende que “las personas lectoras desarrollan más sus
habilidades comunicativas. Al enriquecer el vocabulario y mejorar la sintaxis y
la gramática; aprendemos a hablar adecuada y justamente. No hay que refugiarse
en la lectura, sino emplear su capacidad de modificar el estado de las cosas.
Hay que utilizar el poder de la lectura para transformar la sociedad”.
Sí ustedes
disfrutan leyendo, estimulen y animen a los que tienen a su alrededor. Es mucho
lo que se pierden. Ganaran en salud, optimismo, creatividad y felicidad.