Escuchaba
hace unos días a Manuel Marín, catedrático de Psicología Social de la
Universidad de Sevilla, explicar que “el calor extremo, durante muchos días,
afecta a la conducta de las personas que lo sufren. El calor incrementa la
irritabilidad y la agresividad”.
Según
un artículo publicado en Psychiatric Services por el equipo de Antoni Bulbena, catedrático
de Psiquiatría de la Universidad de Barcelona, es conocido que “en la época del
año de mayor luminosidad empeoran los cuadros eufóricos y maníacos”.
No
puedo negar que el calor excesivo, al menos a mí, sí me genera mal humor y
agotamiento. Pero nunca me había planteado “que pudiera existir un vínculo
sustancial entre el clima y los conflictos” como aseguran investigadores de la
Universidad de Berkeley en California.
Sin
contradecir a estos señores, ni ser fatalista y/o exagerada quizás sería bueno
reflexionar sobre lo que está aconteciendo. Me resulta preocupante que en menos
de dos meses hayan sido asesinadas, por ex parejas y padres, trece personas
entre mujeres y niños. Pero qué está sucediendo este verano que parece haber
decidido no darnos tregua entre uno y otro acto cobarde, violento, salvaje,
imperdonable e injustificable. Si la temperatura media del planeta irá en
aumento como algunos pronostican, se multiplicarán también estos lamentables
sucesos, o solo es pura casualidad.
Leyendo un post de Beatriz García
Manso, que comparto por completo, queda claro que hay que seguir trabajando y
mucho porque “la violencia de género es un gravísimo problema social que nos afecta
y define como sociedad".
“Son muchas las mujeres que todavía entienden
como normales comportamientos que no lo son. Prefieren callar para no preocupar
a sus seres queridos. Y también hay bastantes familiares que lo ocultan por
vergüenza o porque creen que podrán arreglarlo de puertas para adentro. Antes,
durante y después de la denuncia, la víctima necesitará un apoyo incondicional
de todo su entorno”.
Para quien todavía tenga dudas, la
violencia de género está definida legalmente en el artículo 1º de la Ley
Orgánica 1/2004, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de
Género. Por esta Ley se establecen medidas de protección integral cuya
finalidad es prevenir, sancionar y erradicar esta violencia y prestar
asistencia a sus víctimas. Se considera violencia de género,
aquella que se ejerce por los hombres contra las mujeres, por parte de quienes sean o hayan
sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado unidos a ellas por
relaciones de análoga afectividad, aun sin convivencia en el momento de
producirse los hechos. Eres víctima de violencia de género
cuando seas objeto de actos de violencia física y/o psicológica,
incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o
la privación arbitraria de libertad.
Si de verdad queremos erradicar este
grave problema, problema que mata y destroza familias completas de por vida,
exijamos una y mil veces, que ni de broma o por despiste o descuido se toleren,
fomenten y mantengan actitudes machistas. Vengan de donde vengan. De la publicidad,
la televisión, el cine, la música, el arte, la moda o la literatura. Deben
realizarse más campañas de
sensibilización, y mejorar y prolongar la educación en igualdad y
convivencia cívica. También aumentar la formación especializada de todos los
profesionales que intervengan en casos de violencia de género.
No queda otra que batallar contra el
miedo, el silencio y la vergüenza, cómplices del maltratador. De los hombres
capaces de agredir y matar, cuando la persona con la que han convivido decide
plantar cara y no seguir soportando un trato que ni los animales merecen.