He
asistido a una de las proyecciones documentales sobre el consumo de pornografía
entre menores organizada desde la Concejalía de Igualdad y Mujer. Sole Puche
Díaz, pedagoga y coeducadora, nos mostró una realidad que no podemos obviar.
Los menores acceden a la pornografía entorno a los 9 años. A los 12 el 50% ya
ha visto porno, a los 15 el 90%. Por duro y crudo que nos parezca nuestros
adolescentes están utilizando la pornografía para aprender sobre sexualidad.
Cuando entré
al Salón de Actos de la Casa Municipal de Cultura me sorprendió no encontrarlo
repleto de padres y madres. Parece que no apetece, incomoda, hablar del tema. Desde
luego, complejo y delicado. Pero es necesario hacerlo porque tenemos un
problema que ya está generando consecuencias.
La
ponente nos comentó que cuando se pregunta de forma anónima a los adolescentes
si en casa se habla de sexo, el 90% contesta que no. Consultando con algunas
amigas del ámbito de la educación y la sanidad, me dicen que la Administración
va reduciendo la planificación y presupuesto de los talleres de educación
afectivo-sexual que se venían impartiendo en Secundaria porque generan
polémica, se echan atrás. Si esto es así, ante semejante vacío de orientación e
información desde un lado y otro, qué esperamos.
Os animo
a asistir el próximo miércoles 10 de abril a las 19:30 horas a una segunda
proyección y posterior debate. Comparto algunas de las cosas que escuchamos.
“Tus
hijos van a ver porno. Aunque no lo busquen les va a llegar, la industria del
porno les bombardea con fotos, vídeos, enlaces. La pornografía se está
convirtiendo en el modelo estandarizado de lo que es el sexo. Los adolescentes
no saben lo que están viendo, qué significa y cómo lo deben procesar. Por
tanto, hay que forjarles un pensamiento crítico, la capacidad de distinguir lo
que es real de lo que no”.
“Ya
podemos hablar de una generación de pornonativos. Cuando se integran los
estereotipos que la pornografía ofrece, lo habitual es que traten de
reproducirse”.
“Todos
los niños y niñas necesitan unos conocimientos básicos para entender que es la
sexualidad. Vivimos en un entorno hipersexual, en una sociedad donde la
pornografía está totalmente normalizada y generalizada. La pornografía que
hayas podido ver en tu juventud no tiene absolutamente nada que ver con la
pornografía online”.
“Los
chicos y chicas necesitan preguntar por lo que les interesa, hablar de las
ideas equivocadas, despejar dudas, romper mitos, establecer límites. Hay que
explicarles qué sucede en esta etapa, qué se experimenta, cómo me siento, cómo
funcionan mis afectos, mi cuerpo. Tienen que ser orientados por adultos sanos,
que escuchen, conversen, y sepan, que tengan criterio. La salud emocional y
mental está en juego”.
“Se
estima que existen unos 800 millones de webs porno, con 12 millones de vídeos en
cada una, multiplica. Páginas de acceso totalmente libre, sin filtros de
acceso, con categorías y secciones. El 88% de los vídeos contienen violencia explícita
hacia las mujeres”.
“Lo más
heavy, aberrante y bestia, que te puedas imaginar lo están viendo tus hijos. Sexo
sin consentimiento, en grupo, insatisfactorio por parte de la mujer, violencia
extrema, es lo habitual. Se legitima y banaliza el sometimiento y sufrimiento
de la mujer. Ella está siempre para satisfacer el deseo del hombre”.
“El
visionado porno equivale a una descarga desmedida de dopamina, puede llegar a
ser más adictivo que la cocaína, lo supera en placer. El cerebro de un
adolescente no está preparado para este tipo de estímulos. El cuerpo cada vez
va pidiendo más para obtener los mismos efectos. Lo extremo va produciendo
efectos más potentes en el cerebro”.
“El
futuro sexual y afectivo de una persona no es ninguna tontería. El consumo de
porno a edades tempranas ofrece, enseña, actitudes y comportamientos. Altera y
distorsiona la empatía, la compasión”.
“El
desarrollo de las zonas dorsales del cerebro involucradas en el control de la conducta
no se completan hasta los 25 años. Por eso antes de esa edad presentamos
conductas impulsivas”.
“Como
madre me siento desolada. Quiero pensar que esos vídeos son ficción, que son
siempre actores, que no son reales. Me muero de imaginar que mi hijo pueda llegar
a hacerle eso a una mujer. O que mis hijas crean que deben comportarse como si
fueran actrices porno, hacer y dejarse hacer”.
“La
primera vez que tuve un encuentro sexual, con 17 años, me sentí defraudado. Esperaba mucho
más, yo seguía como un guion. En el porno la chica lo hace todo, se lo pedí y
ella dijo que no”.