domingo, 3 de diciembre de 2017

A vivir sin juicios




Ayer asistí al café tertulia “Vivir sin juicios” organizada por AMITES YECLA, O.N.G. Durante la charla el ponente, Cristóbal Altamayo Sánchez, nos animó a dejar de emitir juicios negativos sobre nosotros mismos y los demás. Nos invitó a dejar de castigarnos y machacarnos para convertirnos en nuestro mejor amigo. Solo aceptándonos plenamente podremos sentir paz interior y estaremos en disposición de desarrollar todo nuestro potencial, para dar lo mejor de mí en todas las circunstancias que la vida nos presente. Liberándonos de la queja, la culpa y el victimismo podremos cambiar lo que se pueda, sin instalarnos en el dolor y el sufrimiento crónico.  

“Nos juzgamos continuamente. Somos expertos en machacarnos y esto nos acarrea mucho sufrimiento”.

“Poseemos una tremenda habilidad para juzgar todo aquello que no nos sale bien, como yo quiero. Lo  hemos aprendido de forma inconsciente desde niños en la familia, en la escuela. Nos hemos creído lo que nos decían, las etiquetas que nos iban colocando. Y nos hemos identificado con ellas”.

“Me condeno a mí mismo y sufro inútilmente. Esta actitud nos encorseta, nos limita. Nos impide crecer como personas. Cuando me libero del juicio a mí mismo, me permito ser yo mismo y me pongo en disposición de desarrollar todo mi potencial”.

“Tenemos que cambiar nuestro diálogo interno. Convertirnos en nuestro mejor amigo. Hablarnos en voz alta con cariño, tolerancia, paciencia. Debemos aceptarnos incondicionalmente. Así nos liberaremos del juicio negativo. No me tengo que exigir ser perfecto, ni compararme con nadie”.

¿Por qué nos cuesta tanto perdonarnos? Tenemos que aceptar nuestros errores y aprender de ellos. Tenemos que centrarnos en lo que soy, en lo que sí he conseguido. Vivir el presente con mayor plenitud y libertad.

“Tenemos que saber que cada uno de nosotros es muy valioso. Nuestra esencia es preciosa pero somos como una cebolla. Nos hemos ido colocando capa tras capa. Miedos, heridas sin sanar, creencias, etiquetas, juicios, culpas… Que nos impiden ver lo maravillosos que somos. Somos amor, bondad, ternura, sensibilidad…”

“Juzgar a los demás es un deporte nacional. Todos tenemos una habilidad extraordinaria en criticar, censurar y etiquetar al otro. Ver sus sombras y no su luz. Cuando criticamos nuestro ego se crece, nos sentimos superiores. Y no nos damos cuenta que en realidad estamos hablando mucho de nosotros mismos. De nuestra falta de empatía, tolerancia, respeto, asertividad, sensibilidad, comprensión, compasión. Y me refiero por compasión a comprender, a sentir y a acompañar al otro”.

“Aceptar y respetar al otro no quiere decir que comparta su forma de ser y de actuar. Pero si hablo con él cara a cara le daré la oportunidad de mejorar. Crezco yo y crece él”.

“Cuando en un grupo están despellejando a alguien que no está allí, qué hago yo. Alejarme, no intervenir. Unirme a la crítica. Pedir que no hablen de quién no está presente. O resaltar lo positivo de esa persona para desmontar ese juicio”.

“A veces no nos comportamos como realmente somos por miedo al juicio, a la crítica de los demás. Si actúo así mi salud emocional la coloco en manos del otro. Una crítica es solo una opinión. Y por qué me la tengo que creer. No me resta ni un ápice de mi valía personal”.

“Si pierdo los papeles ante una crítica, si reacciono, si me afecta el otro irá a por mí, a machacarme. Si le quito importancia al juicio del otro me doy permiso para ser yo mismo. Lo que digan de mí solo será una opinión. Me libero de todas las etiquetas tanto positivas como negativas que me han puesto los demás”.

“Debemos ser asertivos. Decir sí, cuando quiero decir sí; y no, cuando quiero decir no. Hay que decir lo que realmente pensamos en el momento adecuado, con tacto, sin arrollar, sin herir”.

“Las etiquetas positivas tampoco son buenas. Resultan agradables pero si nos apegamos demasiado a ellas, si nos las creemos, nos exigirán siempre ser por ejemplo generosos, trabajadores, amables. Y puede que no siempre nos apetezca o podamos serlo. Nos pueden chantajear, manejar”.

“No elegimos una enfermedad, ni un despido, ni una ruptura de pareja o la pérdida de un ser querido. Pero sí puedo elegir entre hundirme o adoptar una actitud positiva frente a las circunstancias que la vida me presenta, para intentar mejorar la situación. Hay que aceptar la vida tal y como nos va llegando y centrarnos siempre en el presente. Cada día es un regalo”.

“La vida duele, el dolor es inevitable. Hay que ser capaz de aceptar lo que nos pasa, de sacarlo, de expresarlo, de compartirlo, de llorarlo. Hay que saber vivir el duelo. Otra cosa bien distinta es el sufrimiento. Es decir, elegir quedarme enganchado en ese dolor de forma crónica. De mí depende. Yo decido, yo escojo”.

“Os animo a decidir vivir sin juicios. A vivir siempre en el presente. A liberarse de la culpa, a ser tú mismo, a conectar con tu esencia y con la del otro. Así seremos mucho más felices”.