El primer mundo debe hacer autocrítica. Sentirse culpable y pedir perdón por su insensibilidad y pasividad hacia África. También nuestro gobierno.
No voy a
juzgar, de poco sirve ya, si debieron o no repatriar a los misioneros españoles
infectados, desoyendo la recomendación de los profesionales que sí entienden
del tema. Ahora lo que me preocupa y quiero conocer son las medidas a tomar. No
me generan confianza los que carecen de valor y honestidad para asumir sus
errores actuando en consecuencia. No quiero a mi lado, y menos que me
representen, a los que culpabilizan y se escudan tras el último eslabón de la
cadena. Han fallado estrepitosamente, en muchos sentidos. Lo primero, aplicando
una comunicación nefasta, contraria a lo que establece el manual lógico de una
comunicación de crisis.
Explica
en su libro "Comunicación Empresarial e Institucional" el profesor Fernando Martín Martín, destacado experto en
comunicación, cómo actuar en situaciones de crisis.
Considera que desde el primer momento “se debe constituir un comité de crisis
para aplicar una política comunicativa interna y externa, concreta y constante.
Para centralizar la comunicación y eliminar los mensajes contradictorios. Para
adelantarse a los medios de comunicación, no permitiendo malas interpretaciones
por falta de información. Generando disponibilidad total y transparencia
informativa en todo momento. Con capacidad inmediata de reacción. No mintiendo.
Reconociendo errores con positivismo y credibilidad. Dando máxima información y
explicando cómo se van a solucionar. Con un análisis y control continuo de
acciones informativas. Evaluando los resultados, y con agradecimientos personales
a todos los públicos afectados e implicados”. Así trabajan los profesionales de
la comunicación, que son claves en la gestión de una crisis como la que
vivimos.
No puedo
decir que me alegre porque el virus del ébola haya traspasado las fronteras del
continente africano. Algo que era previsible. Sabían que iba a suceder antes o
después, por no actuar desde que se originó el brote aportando recursos, material
y personal altamente cualificado. Para contener y erradicar la epidemia lo
antes posible. Primero por ellos, porque aunque sean negros son personas, seres
humanos, aunque algunos no parecen tener muy claro esto. Y segundo por nuestro
propio interés y egoísmo descomunal. Si no quieres que el problema te alcance,
te afecte y te supere, invierte y actúa en su origen.
Pero que
falsos y malvados somos, no precisamente los ciudadanos de a pie, sino los que
nos gobiernan y lideran, la élite del mundo. Ha tenido que contagiar el ébola
al hombre blanco, para que saltaran todas las alarmas y surgiera el interés por
saber más sobre esta enfermedad. Ahora sí interesa y preocupa porque ya no solo
afecta a los africanos. Somos tremendamente cínicos. Estamos manipulados hasta
límites insospechados. Y vamos a tener ébola para rato, hasta que no erradiquen
el foco.
En
África mueren millones de personas por hambre. El hambre sí tiene cura y
tratamiento. No precisa de ningún suero mágico, que enriquezca a la industria farmacéutica,
para combatirlo. Si estuvieran
bien nutridos, dotados de infraestructura médica y sanitaria, como el primer
mundo, su sistema inmunológico habría reaccionado mejor contra el ébola. Y probablemente
la situación no hubiera degenerado en epidemia.
Lo peor
que podemos hacer es ponernos histéricos, generar confusión y permitir que
cunda el pánico. El caos puede llegar a ser descomunal. Las epidemias del miedo
siempre se crean con algún interés. Benefician a los que persiguen intereses
económicos y políticos. No nos dejemos manipular, exijamos información
rigurosa, eficiente y transparente. Mucha atención en creer que todo se
resuelve con un producto o vacuna milagrosa, experimental, creada rápidamente. El desarrollo de una vacuna es un
proceso largo y complejo que a menudo tarda de 10 a 15 años, e involucra la
participación combinada de organizaciones públicas y privadas. Aplicar una
vacuna sin plenas garantías, sin cumplir esos plazos, podría ocasionar muchos y
graves efectos secundarios.
El virus
del ébola no está flotando por ahí. Solo vive en la persona que lo tiene, y la
única forma en que se transmite es a través del contacto directo de secreciones
y fluidos corporales de la persona infectada. Hay que tener al paciente
ingresado desde que aparecen los primeros síntomas. Aplicándole un tratamiento
sintomático, y de apoyo intensivo para que su sistema inmunológico desarrolle
anticuerpos del virus. Dicen los expertos que con aislamiento y control,
dejando trabajar a los profesionales dotados del material y recursos apropiados,
y con el aprendizaje necesario para auto protegerse el ébola se vence. Cuanto
más unidos y solidarios trabajemos a nivel internacional antes solucionaremos
el problema.
Dos
preguntas me rondan en la cabeza, desde hace días. En el aire las dejo.
En
África desde los años 70 se han producido diversos brotes de ébola. Jamás se
había llegado a estas dimensiones. ¿Casualidad o intencionalidad?
Quizás
ha mutado el virus haciéndose más fuerte, y/o fallaron o se relajaron los
protocolos utilizados en ocasiones anteriores. Aunque evite entrar a debatir
sobre posibles conspiraciones y complots, la realidad es que no se ayuda a
África porque quizás a la élite le conviene diezmar a la población. Porque
África cuenta con unos recursos naturales extraordinarios, que a muchos les
gustaría poseer y gestionar.
Y la
segunda cuestión. Con mi mayor respeto y admiración hacia todos los misioneros.
¿Hubiera actuado igual nuestro gobierno si los infectados de ébola no hubieran
pertenecido a ninguna orden religiosa? ¿Volverán a repatriar a cualquier otro
español, pertenezca a cualquier ONG o asociación de voluntariado, o religiosa, que
pueda resultar infectado a corto o medio plazo?
Yo exijo
información, profesionalidad y mucho sentido común. Y las personas siempre por
encima de otros intereses. Máxima ayuda para África. Se están perdiendo vidas tan importantes, dignas y necesarias como las nuestras.