martes, 25 de octubre de 2022

El cirujano de almas

 

 

La novela de Luis Zueco seduce y engancha desde el principio. Su lectura resulta fácil, ágil y entretenida. Junto al protagonista de la novela, Bruno Urdaneta, sobrino y aprendiz de un veterano cirujano, viajaremos por las ciudades donde surgieron los tres primeros colegios de cirugía de la España de finales del siglo XVIII. Barcelona, Madrid y Cádiz.

Los personajes están muy bien definidos y muy trabajadas las descripciones de los lugares por donde transcurre la vida del protagonista, que posee una pasión y un talento innatos para la cirugía. Y una valentía extraordinaria para afrontar todas las dificultades que le irá presentando la vida. Con este personaje Luis Zueco rinde un merecido homenaje a la profesión médica.

El autor nos va mostrando cómo iba avanzando la medicina y la cirugía. El protagonista de la novela obsesionado por las infecciones tras las intervenciones quirúrgicas fomentará los hábitos higiénicos, e investigará sobre la posibilidad de reducir o anular el dolor en los pacientes antes de operarles. 

Bruno se esforzará mucho para ampliar sus conocimientos de anatomía y dejar atrás las supersticiones y los remedios de curanderos, para tratar adecuadamente las enfermedades y lograr que más pacientes sobrevivan a las intervenciones. Se especializará en los partos,  porque quiere reducir el elevado número de fallecimientos de madres e hijos que se daban en aquella época. 

Asistiremos también a los profundos cambios ideológicos, sociales y económicos que llegaron con la invasión de Napoleón a España y la guerra de la Independencia. Todo un pueblo se convirtió en ejército porque tenían claro que la libertad es el bien más preciado de un ser humano.



 

 

miércoles, 19 de octubre de 2022

Todo eso te daré

 

 

La novela de Dolores Redondo me ha resultado muy interesante y adictiva. Mantiene la intriga de principio a fin. Resulta imposible no empatizar con los personajes porque son auténticos, sinceros y potentes. La amistad, sincera y duradera, a la que llegan tres hombres con ideas y convicciones muy distintas entre ellos (Manuel, Lucas y Nogueira) emociona, conmueve. También la historia de amor entre Álvaro y Manuel, dos personajes que no te dejan indiferente. Merece la pena conocerlos, descubrir qué ocurrió y cómo. Su pasado, su presente y su futuro.

 La novela está ambientada en Galicia, en Lugo. La autora, de forma magistral, consigue que te sientas allí, disfrutando de un paisaje precioso, deslumbrante, conociendo el carácter de sus gentes.

Me ha gustado mucho como Dolores Redondo trata la pérdida, la ausencia, de un familiar. Y lo que puede llegar a doler descubrir ciertos hechos pasados desconocidos hasta el momento. Manuel sentirá pena, angustia, desilusión y muchas dudas sobre quién era realmente su compañero de vida. Y sobre todo le costará entender por qué su marido no quiso compartir todo cuanto vivió. Pero al final sentirá mucha paz, y un amor incondicional hacia su marido.

 

Sipnosis

En el escenario majestuoso de la Ribeira Sacra, Álvaro sufre un accidente que acabará con su vida. Cuando Manuel, su marido, llega a Galicia para reconocer el cadáver, descubre que la investigación sobre el caso se ha cerrado con demasiada rapidez.

El rechazo de su poderosa familia política, los Muñiz de Dávila, le impulsa a huir pero le retiene el alegato contra la impunidad que Nogueira, un guardia civil jubilado, esgrime contra la familia de Álvaro, nobles mecidos en sus privilegios, y la sospecha de que ésa no es la primera muerte de su entorno que se ha enmascarado como accidental. Lucas, un sacerdote amigo de la infancia de Álvaro, se une a Manuel y a Nogueira en la reconstrucción de la vida secreta de quien creían conocer bien.

La inesperada amistad de estos tres hombres sin ninguna afinidad aparente ayuda a Manuel a navegar entre el amor por quien fue su marido y el tormento de haber vivido de espaldas a la realidad, blindado tras la quimera de su mundo de escritor. Empezará así la búsqueda de la verdad, en un lugar de fuertes creencias y arraigadas costumbres en el que la lógica nunca termina de atar todos los cabos.

 

sábado, 15 de octubre de 2022

I Jornada del Día Mundial del Duelo Perinatal

 

Ayer, viernes 14 de octubre, se celebró en Yecla la I Jornada del Día Mundial del Duelo Perinatal. En un acto que resultó muy emotivo y sanador, se presentó un grupo de duelo a nivel local impulsado por la joven yeclana Noelia García, y por Jorge Serrano, matrón del Hospital Virgen del Castillo.

El objetivo de este grupo de duelo perinatal, es ayudar a las parejas que han perdido a su bebé durante el embarazo o en los momentos previos o posteriores al parto a pasar por este trance, por este proceso tan duro. La intención del grupo, comentó Noelia García, “es reunirse periódicamente para apoyarse las unas a las otras en un proceso de sanación más que necesario. Ofrecer acompañamiento, oídos para escuchar lo que cada una siente. Para recordar a esos angelitos, para encontrarse, ver cómo va evolucionando nuestro duelo y vida. También para ayudar a los hombres, a los padres, que a veces son los grandes olvidados. Ellos también se derrumban, sufren y lloran muchas veces a escondidas”.

Noelia García, Carmen Algarra y Blanca Polo compartieron con nosotros cómo vivieron la pérdida de sus bebes. La mesa redonda estuvo moderada por la presidenta de la Asociación de Matronas de la Región de Murcia, María José Caravaca. También intervinieron las matronas Francisca Sánchez y Noelia Puche, y el pediatra de neonatología Joaquín García. Después, en el turno de preguntas intervino otra mamá que también compartió su pérdida, y yo misma, la autora de este texto, que como ellas también viví un proceso muy doloroso que compartiré al final.

Las matronas y el pediatra nos contaron como desde el año 2011 se está produciendo un gran cambio en la forma de entender y afrontar el duelo perinatal. “La muerte fetal es mucho más frecuente de lo que imaginamos, pero siempre ha sido un tema tabú. El duelo perinatal parece invisible para la sociedad porque no hay un cuerpo al que llorar. Se suele restar importancia, es negado, reprimido, desautorizado, se pretende que pase rápido. Pero el bebé ha existido y es necesario visibilizarlo, porque el dolor que se produce es profundo y de larga duración. Hay que hablar de ello, expresar y compartir lo que se siente. Por suerte las cosas están cambiando, y ahora los profesionales sanitarios sí contamos con formación y un protocolo adecuado para acompañar a las parejas en este duro trance. Queda mucho por hacer, iremos mejorando”.

En la actualidad, nos explicaron las matronas y el pediatra, “se les pregunta a los padres qué quieren hacer, se les acompaña y ayuda. Se les permite vivir esto como ellos necesiten. Si lo desean pueden coger al bebé, vestirlo, sostenerlo en sus brazos, hacerse fotos, despedirse. También se elabora una caja de recuerdo donde se puede colocar un mechón de pelo, una huella, ecografías, un trocito del cordón umbilical etc. A veces en este momento tan tremendo y doloroso algunos padres no quieren llevársela, pero al cabo de un tiempo vuelven al hospital a por ella. Necesitan un recuerdo físico para mantener una conexión con su hija o hijo. Algo que también recomendamos porque ayuda mucho es la Cuentoterapia. A través de cuentos con poco texto y muchas imágenes se fomenta y trabaja la inteligencia emocional. Son mágicos, sanadores, aportan luz”.

Para mi asistir a la I Jornada del Día Mundial del Duelo Perinatal resultó muy especial, me aportó serenidad, una paz interior inmensa. La creación de este grupo, y así se lo manifesté al acabar a Noelia García y al equipo de profesionales sanitarios, me parece maravilloso, muy necesario. Y tenemos que darle difusión porque a muchas mujeres les tocará vivir esto.   

La pérdida de un bebé, os lo aseguro, no se olvida nunca. Yo recuerdo cada instante, cada gesto, comentario, todo cuanto viví junto a mi marido ese día y los posteriores, como si fuera una película. Fue una experiencia durísima que no le deseo a nadie. Sufrimos mucho todos. Nosotros, mis padres, mi suegro, mis abuelos, mis hermanas que tenían hijos muy pequeños, mis tías, toda una familia. 

Al principio no tienes consuelo, el hueco que deja tu bebé no lo llena nada ni nadie. Estás en shock, sobrepasada. Sientes negación, rabia, culpa. Los que te rodean no saben qué decirte, cómo tratarte. No permitas que nadie le reste importancia, no bloquees tus emociones, permítete expresar tu dolor. No intentes seguir como si nada hubiera pasado. Necesitas tiempo para asumir, aceptar y remontar.  

Han pasado muchos años y me sigue costando, me duele, hablar de ello. Como Noelia, Carmen y Blanca fueron tan valientes me animé a compartir mi experiencia, y nos hizo mucho bien.

Mi primer embarazo lo perdí en el primer trimestre de gestación. El segundo, en el séptimo mes. La hija que nunca llegué a tener en mis brazos nos salvó la vida. Mi marido y yo sobrevivimos a una intoxicación de monóxido de carbono, porque mi cuerpo reaccionó para tratar de salvar a la criatura.

Un vecino dejó su vehículo en marcha toda la noche en el garaje, y el gas se filtró a nuestro dormitorio. De madrugada me sentí mal, vomité, pensé que me había sentado mal la cena. Y seguí durmiendo. Cuando desperté a primera hora de la mañana mi marido estaba inconsciente, no reaccionaba. Con mucha dificultad logré llegar hasta el teléfono y llamé a la policía, sin saber qué nos estaba sucediendo. Ellos avisaron a las ambulancias, investigaron qué sucedía y contactaron con nuestros familiares.

En el Hospital Virgen del Castillo se armó mucho revuelo. Se portaron con sensibilidad y humanidad ese día, y una semana después cuando yo les pedí no esperar más y me provocaron el parto. Cuando pasó el peligro, llegaron a temer por mi vida, el neumólogo junto a mi madre y abuela, las dejaron entrar unos minutos, me contaron que nos había sucedido. Y que mi marido, por el que yo llevaba tiempo preguntando, estaba bien, recuperándose, luego vendría a verme.

Ellas ya sabían lo del bebé, pero no debían decir nada. Al ingresar, enseguida me hicieron una ecografía, con la habitación llena de personal. El ginecólogo se llevó la mano a la cara, haciendo el gesto de silencio. Todos estaban muy serios, pero en ese momento yo no supe interpretar qué pasaba. Me sentía débil, se me cerraban los ojos, me dolía mucho la cabeza, respiraba con la mascarilla de oxígeno, mi corazón palpitaba con una fuerza y velocidad descomunal. No me dejaban sola mucho rato, iban entrando unos y otros. Perdí la noción del tiempo.

Al cabo de un rato empecé a preguntar, con mucha insistencia, si mi hija estaba bien y si me iban a hacer una cesárea. No podré olvidar nunca el momento en que el doctor Castaño se sentó en la cama, me cogió la mano y me dijo que mi bebé había muerto. Hizo lo posible por tranquilizarme, después entró mi marido, no podíamos ni hablar, estábamos destrozados. Estuve ingresada dos días. Una semana después, tras catorce horas de parto, parí a mi hija. Quise ver al bebé, pero me dijeron que era mejor no quedarme con esa imagen el resto de mi vida. 

No volvimos a vivir en nuestro piso, nos instalamos en casa de mis padres hasta que pudimos mudarnos. Después la vida me regaló una hija y un hijo. Viví sus embarazos aterrada, y de mayores les conté que tuvieron una hermana, un angelito, que nos salvó la vida.

Si entonces hubiera existido este grupo de duelo perinatal nos hubiera venido muy bien. Gracias Noelia García por tu iniciativa, y también a los profesionales sanitarios que se están formando para que estas experiencias tan traumáticas se aborden de otra manera. 

Yo no tuve caja de recuerdo, pero al finalizar al igual que a la otra mamá que intervino desde el público me dieron un sobre,lleno de mariposas, conn una carta preciosa escrita por una matrona. La voy a guardar con mucho cariño.