Probablemente ya tengamos encogidos el estómago y el
corazón al ir conociendo, a través de medios de comunicación y redes sociales,
historias de seres humanos, con nombres y apellidos, que huyen de la violencia
y del terror, del hambre y la miseria, de la muerte. Historias que como la de
Aylan Kurdi, un niño sirio aparecido muerto, ahogado, en una playa de Turquía, nos
han impactado y conmocionado. Pero que pronto archivaremos y olvidaremos porque
van a llegar otras tan o más espeluznantes.
Afirman los entendidos en conflictos bélicos e
inmigración que esto acaba de empezar y que empeorará. Y me lo creo. La guerra,
los genocidios son un gran negocio, una verdadera multinacional. ¿Acaso es
casualidad que la industria armamentista sea uno de los sectores económicos que
más ha crecido en los últimos tiempos? Guerra, pobreza e inmigración van
siempre de la mano.
La riada humana que busca refugio en los países más ricos de Europa son
las piezas más frágiles e indefensas, de una cadena, de un puzle, de un negocio
de proporciones descomunales. Los refugiados no son responsables, son víctimas de gobiernos corruptos e inestables, de
los fanatismos y de los intereses de las grandes potencias.
Levantar murallas entre fronteras, blindar países, cerrar
rutas al negocio del tráfico de refugiados, solo provocará que el viaje resulte
cada vez más peligroso y largo y por tanto mucho más lucrativo. Las mafias que
prometen y auguran un futuro mejor a miles de almas desesperadas y
aterrorizadas, no son angelitos de la caridad. Son auténticos empresarios,
inteligentes y sin escrúpulos, dispuestos a obtener grandes beneficios.
Está claro que si nos queda un mínimo de humanidad,
piedad y raciocinio hay que atender a las miles de personas que ya no pueden
desandar lo caminado.
Pero también, y quizás más importante, erradicar
todos los conflictos bélicos. Curiosidad y preocupación me embargan por cómo
van a gestionar esto. Por muy buena voluntad y generosidad que tengan cientos
de voluntarios, la situación ya se ha desbordado. Andan hablando de cuotas, de
repartirlos. También de concentrarlos en campos de refugiados. Para salir del
paso, vale. Mejor eso que pasar el día tirado en la calle, o enzarzarse en una
pelea por una pieza de fruta. Pero posponer y prolongar esa situación generará
amargura, inquietud, desilusión y rencor.
La historia nos demuestra que el ser humano tropieza
constantemente con la misma piedra. Con la indiferencia cuando surgen
conflictos en países lejanos, que a menudo no comparten nuestra ideología,
creencias, valores y cultura. No caen los señores que gobiernan este mundo que
antes o después su mierda nos salpicará y afectará a todos.
Resulta decepcionante y frustrante que en la vida
todo se mueva por intereses, económicos los primeros. Y que el ingenio y la
capacidad del hombre para hacer daño y destruir a sus semejantes resulte
inagotable.