Con
la primera entrega de la serie dedicada a Julio César, Santiago Posteguillo nos
muestra una combinación magistral de exhaustivo rigor histórico y capacidad
narrativa. Su obra, cómo siempre muy bien documentada resulta
fácil de leer, entretenida. Disfrutas con ella y te quedas con ganas de leer la
siguiente entrega. La novela trata de política y de derecho, de
relaciones internacionales y clases sociales.
“Roma soy yo” nos muestra la
inestabilidad política, los independentismos, las guerras civiles y la
desigualdad socioeconómica. Santiago Posteguillo nos describe magníficamente las luchas de poder, los distintos
intereses y fracciones, las alianzas, corrupción y venganzas. Nos muestra con mucho detalle las campañas militares, y las
estrategias y técnicas de guerra de las legiones en las grandes conquistas y
derrotas.
Asistimos,
como si estuviéramos sentados entre el público, al juicio del corrupto y
depravado senador Dolabela. El autor se centra en la figura de un joven Cayo Julio
César más como abogado que como militar. La Roma que nos describe Santiago
Posteguillo contaba con un sistema legal complejo que vigilaba la corrupción y
los conflictos de intereses, pero que al final no protegía al débil del abuso
del poder.
Leyendo
la novela te encuentras con reflexiones y diálogos que nos muestran situaciones
bastantes similares a las que ahora nos acontecen, y te invitan a pensar y
cuestionar. La novela señala el autor “nos muestra como el pueblo de Roma vio
en César a un nuevo líder popular, con arrojo, inteligencia y audacia. Un hombre
que se atrevió con un juicio donde lo tenía todo en contra y donde se puso del bando
de la lucha contra la corrupción y la injusticia. Se alineó con los macedonios,
que eran los agraviados, los débiles de esta contienda jurídica. Este juicio
marcó un antes y un después en su vida política”.
“No
se puede cambiar el mundo, Cayo, y este juicio va de eso precisamente. ¿He de
recordarte el nombre de todos los que han muerto intentando ese cambio y
enfrentándose a los senadores? Ellos siempre han mandado y van a seguir
haciéndolo. No hay opción para cambiar nada. Se trata más bien de unirnos a los
que mandan o alejarnos de ellos, pero nunca, ¿me oyes, Cayo?, nunca enfrentarse
a los senadores optimates. Eso es la muerte. Y lo sabes”.
“Cuando
hay una crisis grave, no es momento de disputas políticas. Primero hay que
resolver la crisis, luego ya habrá tiempo de política. Sólo los malvados o los
imbéciles ponen la política por delante en tiempos de grave crisis. Es como
ocurrió en Atenas con aquella peste tan grave…”
“Pericles
fue reemplazado en el gobierno de Atenas por políticos infinitamente
inferiores, torpes, poco inteligentes, mal preparados y que en el lugar de
gobernar buscando el bien público, el bien del conjunto de la ciudad y sus
habitantes, esto es, luchar contra la epidemia y conducir bien la guerra,
buscaron sólo la popularidad rápida. ¿A qué condujo la falta de visión y la
estupidez de todos esos políticos? A que Atenas perdiera un tercio de su
población en la epidemia, a que perdiera la guerra contra Esparta y a que, en
definitiva, ya nunca fuera la ciudad que fue. Es un patrón que se repite en la
historia, muchacho. De manera cíclica. Sin aparente remedio”.
“Porque
podemos imponernos por la fuerza de nuestras armas en la conquista, pero sólo
podremos preservar en el tiempo lo conquistado si sabemos mantenerlo por la
fuerza de nuestra justicia para con todos, no con una justicia que sólo
funcione para unos pocos”.
“Para
Aristóteles sólo es un ser político, esto es, un auténtico gobernante, aquel
que busca la virtud, el que está dispuesto a actuar por motivos universales. No
podemos tomar decisiones o emitir una sentencia de inocencia o culpabilidad en
este juicio por motivos personales, sino atendiendo al conjunto de todos los
que hay concernidos por lo que se dirime en esta causa”.
Sipnosis
Roma,
año 77 a.C. El cruel senador Dolabela va a ser juzgado por corrupción, pero ha
contratado a los mejores abogados, ha comprado al jurado y, además, es conocido
por usar la violencia contra todos los que se enfrentan a él. Nadie se atreve a
ser el fiscal, hasta que de pronto, contra todo pronóstico, un joven patricio
de tan solo veintitrés años acepta llevar la acusación, defender al pueblo de
Roma y desafiar el poder de las élites. El nombre del desconocido abogado es
Cayo Julio César.
Combinando
con maestría un exhaustivo rigor histórico y una capacidad narrativa
extraordinaria, Santiago Posteguillo logra sumergir al lector en el fragor de
las batallas, hacerle caminar por las calles más peligrosas mientras los
sicarios de los senadores acechan en cualquier esquina, vivir la gran historia
de amor de Julio César con Cornelia, su primera esposa, y comprender, en
definitiva, cómo fueron los orígenes del hombre tras el mito.