sábado, 26 de octubre de 2013

Demonios libres por falta de previsión y dejadez.



Ya tenemos libres, en la calle, a tres etarras y a un violador tras el pronunciamiento del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) de Estrasburgo sobre la doctrina Parot. Parece que esto señores no ha hecho más que comenzar. ¿Será posible que atónicos, irritados y preocupados, tengamos que encajar que en torno a un centenar de criminales, nada de pequeños delincuentes, sino un buen lote de sádicos, reincidentes y peligrosos sujetos,   ¡vamos lo mejor de cada casa! sean excarcelados quedando en libertad en próximas fechas. Habiendo cumplido, en algunos casos, apenas un año de condena por cada víctima o muerto a sus espaldas? Por si no fuera suficiente con la más que probable masiva redención de condenas, perpleja me quedo al saber que este grupo de indeseables además podrían pretender recibir indemnizaciones por “daños morales”.
Hace días despotricaba una buena amiga contra el Tribunal Europeo de Estrasburgo ¡De Derechos Humanos! exclamaba muy indignada. El problema, le comenté, radica en que los políticos españoles mantuvieron durante 22 años el Código Penal sin modificarlo, sin adaptarlo a las nuevas circunstancias, aplazando su solución hasta 1995. Cuando tocaba hacerlo, tanto unos como otros, de distinto signo e ideología política, lo pospusieron. Todos ellos fueron incapaces de prever lo que podía ocurrir. Pese a las sucesivas reformas, no se acometieron las necesarias para que el cumplimiento efectivo de las penas por los delitos más graves, no se vieran mermadas gracias a las holgadas previsiones del sistema de redención, que tanto han abaratado las condenas. Ahora vamos a pagar caro esa falta de previsión y dejadez  por parte de nuestro sistema político, que hacen las cosas mal y tarde, con parches y remiendos a los que lamentablemente estamos tan acostumbrados en España.
Superado el estado de “shock” en el que imagino entramos la mayoría de nosotros al conocer el fallo de la corte internacional, quiero pensar que “no todo está perdido” y que nuestros magistrados están analizando la sentencia de Estrasburgo. Buscando “la clave” para amortiguar los efectos de la misma.  Por ello la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo ha convocado el próximo 12 de noviembre Sala General, de carácter no jurisdiccional, con un único punto del día: “establecer las pautas generales de aplicación de la decisión de Estrasburgo, y sus efectos tanto en presos de ETA como en otros que pueden verse afectados por esta resolución”.
Dicen que el Derecho y la Justicia sirven para vivir en una sociedad civilizada. Pero al final resulta que estamos en manos de unos gobiernos, que más que defender a las víctimas acaban por beneficiar a los malos, por las graves carencias que presenta nuestro sistema penal y  penitenciario. No entiendo por qué asusta tanto a algunos, plantearse penar determinadas conductas especialmente graves con la cadena perpetua revisable, como existe en otros países de nuestro entorno. Porque evidentemente la teoría de reeducación esta mas que probado que no funciona en sujetos de extremada crueldad y sadismo. Tampoco entiendo por qué las instituciones europeas puedan estar por encima de las de un país. En el momento en qué se permiten injerencias ya no se les puede evitar ni prohibir nada.
Ya tenemos a cuatro demonios campando a sus anchas, esperemos que a corto o medio plazo no les acompañen otros tantos. Las víctimas y los familiares de los asesinados que tanto han sufrido ya, no se merecen más daño y dolor. No quisiera estar en su lugar. Un abrazo a todos ellos.

lunes, 7 de octubre de 2013

Una práctica aberrante.




En algunos lugares del mundo nacer mujer es lo peor que le puede suceder a un ser humano. En una treintena de países del continente africano, las mujeres como si no tuvieran ya suficiente con enfrentarse al trabajo infantil, a los matrimonios precoces, a la violencia doméstica, los abusos sexuales y  violaciones que raramente se castigan, son sometidas entre los 4 y 14 años a la ablación. Una salvaje práctica que les causará daños irrecuperables.
Señala Unicef que más de 70 millones de mujeres han sufrido la extirpación del clítoris y los labios vaginales. Una tortura que se aplica sin anestesia y en condiciones médicas pésimas, que causa un dolor insoportable, hemorragias, cicatrices, problemas menstruales, infecciones e incontinencia crónicas, pérdida del estímulo sexual, partos difíciles, incluso infertilidad. Y muchas veces la muerte durante o poco tiempo después del crudo ritual.
Las personas que practican la ablación son generalmente comadronas o parteras profesionales. Un servicio valorado y bien remunerado económicamente, por lo que es fácil deducir que el prestigio en la comunidad y los ingresos de estas personas puedan estar directamente ligados a la práctica efectiva de la intervención.
Como la mayoría de las veces sucede la falta de educación, la ignorancia y la pobreza suponen un gran obstáculo para acabar con tradiciones, tan salvajes y cuestionables, que se vienen manteniendo desde hace siglos en la mayoría del continente africano.
Erradicar por completo la ablación va a resultar muy complicado. Dicen los expertos en el tema que tendrá que pasar toda una generación. ¿Nos cruzaremos de brazos y consentiremos que sigan aumentando el número de mujeres castradas? Me temo y lamento que sí.
Pero parece que algunos pasitos se van dando. Descubrir que mujeres de la  de aldea Ngérigne, a una hora de Dakar, han jurado no hacerles jamás la ablación a sus hijas, me reconforta y llena de esperanza.
Felicito y aplaudo públicamente a Agnes, una masai de Kenia, y a Oureye Sall y a todas las mujeres que como ellas han iniciado con gran coraje y valentía una cruzada, viajando de aldea en aldea, explicando y concienciando sobre las tremendas consecuencias físicas y psicológicas que supone la ablación. Luchan para que ninguna niña tenga que vivir aterrorizada esperando el momento en que mutilen su sexo con cortes de navaja.
Gracias al esfuerzo común entre gobierno, sociedad civil y Unicef en algunos países como Senegal la ablación se prohibió por ley en 1999. Y en países como Kenia empieza a cuestionarse esta práctica que ha descendido del 97% al 54%. Pero todavía queda tanto por hacer. Porque en muchos otros países como Gambia, Sierra Leona, Somalia, entre otros, sus mandatarios han declarado públicamente que no aceptarán campañas de lucha contra la ablación. Allí la sociedad sigue pensando, defendiendo y justificando que se practique la ablación, porque consideran que los genitales femeninos son sucios y antiestéticos, también para frenar el deseo sexual femenino y garantizar la honra y la fidelidad de la mujer a su esposo. Y como rito de iniciación de las niñas a la edad adulta en aras de la integración y mantenimiento social.
Le preocupa a Unicef y bastante que la ablación esté traspasando fronteras. Informes publicados en revistas médicas de prestigio han revelado que en Europa, Australia, Canadá y los Estados Unidos se está produciendo un incremento de este tipo de mutilación, realizada en estos casos por personal médico capacitado, entre inmigrantes procedentes de África y Asia sudoccidental.
Por qué tanta maldad y machismo desbocado. Vivimos en un mundo donde a muchos se les están soltando las amarras del alma, y las tuercas que sostienen la razón. Que peligroso puede llegar a ser no sentir cariño, compasión, empatía aceptación e interés por aquellos que nos rodean.