A poco más de un
mes de terminar el año y en el momento en que escribo esto, cuarenta y cuatro mujeres han muerto a manos
de hombres que nunca supieron el significado de palabras como: querer, amar,
respetar, acompañar, ayudar, comprender, ceder, conversar, negociar y disculpar.
Contando que el año tiene 365 días
quizás a algunos les pueda parecer que no son demasiadas. Pero todo es tan
relativo.
Si todas estas
mujeres tenían al menos un hijo, 44 criaturas de diferentes edades se han
quedado huérfanos de madre. Y tendrán que afrontar que su padre, una de las
personas que se suponía más les quería y debía proteger, se ha convertido en un
monstruo para ellos. Por tanto no creo que sea disparatado afirmar que también
han perdido a un padre.
Estas 44 víctimas
de violencia de género han dejado un vacío, una herida y están siendo lloradas
por 88 seres humanos más. Sus madres y padres. Ya me suman unas 135 almas
destrozadas.
Si añadimos abuelos,
hermanos, cuñados, tíos, sobrinos, primos, amigos, compañeros de trabajo y
vecinos, la cifra de personas que han visto desgarrado su corazón podría
afectar, calculando por lo bajo, en torno a unas 500 personas. Visto así,
sobrecoge. Se imaginan, por ejemplo, el gasto que supondría tener que darles
apoyo psicológico a todos. Porque unos se repondrán antes o después, otros
jamás. Aprenderán y asumirán que tienen que seguir viviendo, no les queda otra,
pero no volverán a ser nunca los mimos. Una muerte tan violenta, a manos de
quienes esas mujeres eligieron para recorrer sus caminos, resulta
injustificable y causa daños colaterales e indefinidos en todo su entorno.
Por tanto me parece
justo y sensato decir, que en 2014 no solo hemos perdido a 44 mujeres que
tenían mucho y todo el derecho a vivir. Hemos malogrado la sonrisa, ilusión, alegría y energía vital de quienes
convivían con ellas.
Señalan los
profesionales que intervinieron los días 19 y 20 de noviembre en el XII
Congreso sobre Violencia contra la Mujer, organizado por la Diputación de
Alicante, que "hemos
avanzado mucho en estos últimos diez años, pero todavía hay grandes
desigualdades de género. Es necesario educar desde edades tempranas en igualdad, y
gestión de las emociones. Las mujeres también tenemos responsabilidad en la
lucha contra los estereotipos. La educación es la esperanza en la lucha contra
la violencia de género. Profesionales, administraciones y medios de
comunicación tenemos que combatir y concienciar sobre esta lacra social. Hay que crear programas de prevención e intervención
más efectivos. Y revisar las medidas civiles, penales y sociales de protección
a la víctima.”
A principios
de año la mayoría de nosotros, al igual que las instituciones y organismos
públicos, los partidos políticos, los medios de comunicación, las asociaciones
y las empresas, acostumbramos a realizar un planning de futuros objetivos,
actuaciones y retos. Yo propondría
colocar la violencia de género en los primeros puestos. Se imaginan cómo nos
sentiríamos si en 2015 el resultado total de muertes de mujeres por violencia
de género fuera cero. No olviden
nunca que el
silencio nos
convierte siempre en cómplices.